Jesús Cacho-Vozpópuli

  • «No es aceptable que en una reunión del presidente del Gobierno con sus colegas autonómicos no se hable en español»

Un absurdo paraconstitucional. Una reunión que Rodríguez Zapatero, la cabeza de la serpiente, se inventó con la idea de santificar su proyecto de la España plurinacional, una nación de nacioncitas, toda llena de presidentes dispuestos a desfilar como maniquíes por la pasarela de la vanidad rodeados de un mar de banderas. Jamás la tal Conferencia ha servido para algo, desde luego no para mejorar la vida de Juan Español, pero a estos Estadistas en sus 17 Estaditos les encanta la farándula, les pone, ajenos al ridículo, oficiar esos discursos de Navidad que nos endosan cuando llega fin de año. No es un asunto para tomarlo a broma. En absoluto. La izquierda golfa (y los complejos de la derecha) que padecemos insiste en su pretensión de que Juan Español termine aceptando como normal lo estrafalario, acabe tragándose el sapo de ese Estado plurinacional y su deriva divisoria, a lo que contribuye también el lío de las lenguas, como el viernes se puso de manifiesto en el aquelarre de Barcelona. Se trata de oficializar la ruptura y entronizar la división so capa de diversidad, apuntalar la separación, todo aquello que vaya en contra de la unidad de la nación y del Estado, en contra también del sentido común como norma de conducta. La Conferencia de Presidentes es el sueño húmedo de un golfo comido por los escándalos familiares como Pedro Sánchez, una nueva ocasión para expandir tinta de calamar y confundir al personal. Al final, lo que evidencia este grotesco maremagnum es que mucha gente en este país se ha acostumbrado a vivir muy bien de este tipo de estafas. Cada vez más gente. El resumen grotesco lo puso el viernes el presidente asturiano, al iniciar su intervención en bable. Contra este sinsentido se rebeló Isabel Díaz Ayuso en Barcelona, al abandonar el salón de conferencias en Pedralbes cuando Salvador Illa e Imanol Pradales se dirigieron al colectivo en catalán y vasco respectivamente.

Particularmente ofendidos por la decisión de la presidenta madrileña han sido el nuevo presidente del Gobierno vasco, el citado Pradales, y su jefe Aitor Esteban, hasta hace unas semanas portavoz del PNV en el Congreso y nuevo capo del Euzkadi Buru Batzar (EBB). El censo electoral de Villarmentero de Campos, Palencia, lo integran 16 personas, de las cuales apenas 6 viven actualmente en el pueblo. El resto son emigrantes que en la década de los sesenta lo abandonaron en busca de una vida mejor en el País Vasco (PV), tradicional imán de la inmigración palentina y burgalesa. En día electoral, los cuatro gatos de Villarmentero podrían reunirse después de misa para votar e irse después a la bodega a celebrar. Pero no pueden hacerlo porque cabe la posibilidad de que uno de esos “vascos” se presente por sorpresa cinco minutos antes del cierre de las urnas dispuesto a ejercer su derecho al voto. Ahora ya no hay misa los domingos en Villarmentero. Juan Carlos, el párroco de Frómista, no da abasto para atender a tantos pueblos como en la zona se han quedado sin cura y casi sin gente, sin vida. Algunos de los terroristas más sanguinarios de ETA fueron emigrantes o hijos de migrantes palentinos, gente acomplejada que, además de ganarse el pan de cada día, pretendió ganar también ese invisible pasaporte que otorgaba marchamo de genuino “vasco de toda la vida” a quien estuviera dispuesto a renegar de sus raíces. Luis Aitor Esteban Bravo, el presidente peneuvista, e Imanol Pradales Gil, el nuevo lendakari, pertenecen a esa especie. Ambos proceden de recia tierra burgalesa, algo que ocultan cuidadosamente en sus ccvv oficiales. Hasta 16 apellidos castellanos le ha encontrado Luis Ventoso al apuesto presidente vasco. Hijo de Manuel Pradales Bascones y de Rosa Gil Gutiérrez, en la mochila genética de Imanol hay Garcías, Díaz, Pérez, Martínez, Álvarez y, por supuesto, Gutiérrez. Imposible ser más carpetovetónico. Ahora, el hijo de Manuel y de Rosa dirige esa grey nacionalista que se autoproclama racial y hasta moralmente superior al laborioso labriego burgalés perdido en el duro páramo castellano.

La Conferencia de Presidentes es el sueño húmedo de un golfo como Sánchez

Y lo hace con el entusiasmo del converso y la ceguera de alguien aparentemente ajeno al invierno demográfico que sufre la región y amenaza seriamente su futuro. Ya es la cuarta Comunidad más envejecida de España, con una muy baja tasa de natalidad. En 1976, un año después de la muerte de Franco, en el PV nacieron 41.100 niños. En 2024, casi 50 años después, solo 12.904, lo que representa una caída cercana al 70% (3,1% respecto a 2023), mientras fallecían 22.368 personas. La natalidad media regional se sitúa en 1,16 hijos por mujer, muy lejos de la tasa de reemplazo del 2,1. Pero es que, según Eustat, la tendencia se acentúa: en el cuarto trimestre de 2024 nacieron 3.232 niños, un 7,4% menos que en el mismo período del año anterior. El porcentaje de población mayor de 65 años es del 24%, un guarismo que no deja de aumentar. Cada vez más jubilados. Un estudio reciente realizado por Leguina y Macarrón para CEU-CEFAS augura que en 2100 la región habrá perdido la mitad de su población, con mínima presencia de jóvenes (74.000) y abrumadora de mayores (374.000 por encima de los 65 años). Los emigrantes y sus descendientes serán mayoría, pero no vendrán de Burgos ni de Palencia porque la imposición del euskera extendida cada vez a más ámbitos supone una intencionada barrera de entrada a los españoles de otras Comunidades. No es de extrañar que en el último Aberri Eguna, 27 de abril, el gran Aitor diera la bienvenida a un “Hassan o un Diop” como futuro lendakari, un descendiente de emigrantes magrebíes o subsaharianos en la tierra del xenófobo Sabino Arana. Además, el PV se muestra incapaz de retener a sus jóvenes, el grupo que tendría la llave para dar un impulso a la natalidad y a la economía de la zona. El 25% de los chicos con carrera universitaria busca su futuro fuera de la región, con Madrid en el punto de mira. Parte del desastre demográfico vasco hay que buscarlo en el éxodo de cerca de 200.000 personas que en la década de los 80 se vieron obligados a abandonar la región para salvar su vida ante la amenaza del terrorismo y la presión de una sociedad moralmente enferma que miraba hacia otro lado. «La evolución del sustrato humano, lo más valioso de la sociedad, ha sido un desastre colosal en las tierras vascas en estas casi cinco décadas», sostiene el informe de CEU. El problema, por ello, no es solo demográfico, sino también económico, además de naturalmente político.

La generación de riqueza, por ejemplo. Si en 1976 el PIB vasco representaba el 7,8% del total nacional (la actualización del Cupo en los años 80 utilizó como referencia el 6,24%), en 2025 ese porcentaje había caído al 5,9%. El PV aporta ahora al PIB nacional un 25% menos que a la muerte de Franco. En 2024, el PIB vasco creció un punto menos (2,2%) que el del conjunto de España, con una inflación un 0,8% más alta que en el resto del país. Pero en el PV se sigue viviendo “de puta madre”, según la expresión popular. La realidad es que el nivel de vida de los vascos solo es viable por las aportaciones que recibe del Estado a través del famoso Cupo. Son los impuestos de los españoles recaudados en otras regiones los que pagan las pensiones de los jubilados vascos, cuyo importe es cada vez mayor con menor número de contribuyentes. Mediante el llamado Concierto Económico, Vitoria recauda una amplia gama de impuestos (IRPF, Sociedades, Patrimonio, Sucesiones y Donaciones, IVA, impuestos especiales, etc.) gracias a un régimen foral que le otorga competencias fiscales propias, gravámenes con los que financia sus competencias. Los gastos comunes, también llamados “gastos no asumidos” o “cargas generales del Estado”, son aquellos que el PV no gestiona directamente (Defensa y Fuerzas Armadas, Deuda Pública, etc.), pero a los que contribuye económicamente a través del Cupo.  Según los últimos datos disponibles, en 2022 el PV pagó un cupo ‘oficial’ de 1.468 millones. Esto no es el 6,27% (la cifra mágica del Concierto) de los gastos de la Administración del Estado, que ascendieron a 347.486 millones, sino apenas el 0,4%, muy por debajo del porcentaje de población (un 4%) y de su peso económico actual (5,95%). Un Cupo negativo básicamente por dos cuestiones: el ajuste del IVA y el escándalo de las pensiones.

Mucha gente en este país se ha acostumbrado a vivir muy bien de este tipo de estafas

En septiembre del pasado año, la presidenta navarra María Chivite y Pradales publicaron al alimón un artículo (“Responsabilidad, solidaridad y riesgo en la financiación de nuestro Autogobierno”) aparecido en 8 diarios de gran tirada ensalzando el régimen foral vasco-navarro y, sobre todo, su supuesta ‘solidaridad’. Una pieza carente de lo fundamental cuando se trata de cuestiones económicas: las cifras. Ni una. Les contentó Francisco de la Torre, inspector de Hacienda, con una “Tercera” memorable en ABC (“El régimen foral y su insolidaridad”). “En 2022, el exceso de IVA percibido en el caso vasco, que se deriva del consumo en otros territorios, fue de 2.006 millones, cuantía superior en algo más de 400 millones al Cupo.  Esto determina un Cupo negativo, es decir una subvención del resto de los habitantes del país (en donde se aplica IVA) a una comunidad más rica”, escribía De la Torre. En cuanto a las pensiones, “El déficit de las contributivas ascendió en 2022 a 33.438 millones, de los cuales 4.270 corresponden al País Vasco, la comunidad con las pensiones medias más elevadas y con el segundo mayor déficit tras Asturias. Este déficit se está cubriendo con los impuestos que pagan los ciudadanos del resto de los territorios del Estado”. Haciendo un cálculo de mínimos, el autor concluía que sería necesario incrementar el cupo en unos 1.600 millones para que el PV cubriese el 5,9% del déficit global de pensiones, lo cual nos lleva a un Cupo negativo mínimo de -2.000 millones.

Jesús Fernández-Villaverde y el propio De la Torre acaban de publicar una obra esencial (“La factura del cupo catalán. Privilegios territoriales frente a ciudadanía”, Ed. Esfera de los Libros) para entender el lío fiscal español y desmontar la falacia del Cupo, además de advertir de los riesgos letales que supondría su extensión a Cataluña, como nuestro semoviente presidente ha pactado con Junts. También clarificadores sus trabajos en El Confidencial (“El concierto para Cataluña: la atracción fatal del régimen foral”). Para Fernández-Villaverde, “el sistema de Convenio es un privilegio territorial injusto, y por eso no existe en ningún sitio del mundo donde ETA no puso muertos sobre la mesa de negociación”. Un tema tabú, un trágala ante el que la clase política agacha la cabeza y calla. La cuenta la pagan los españoles que no viven en el PV o Navarra. Por ejemplo, el PIB per cápita del PV en 2022 fue del 126,7% de la media de España, solo por detrás del 136,4% de Madrid. Sin embargo, en términos de renta disponible per cápita de los hogares el resultado se invierte: 130,17% en el PV frente al 121,53% de Madrid. Son datos del INE. ¿Qué quiere ello decir? Que el sistema de financiación le quita renta a Madrid (pasa del 136% al 121%), algo hasta cierto punto lógico dentro del objetivo de solidaridad interterritorial. Lo sangrante es que ese sistema de financiación prima la renta de la segunda comunidad más rica del país como es la vasca.

El PV aporta ahora al PIB nacional un 25% menos que a la muerte de Franco

Más o menos lo mismo venían a decir las balanzas fiscales (como han puesto de manifiesto expertos del prestigio de Ángel de la Fuente, de FEDEA) que el Gobierno Rajoy mantuvo hasta 2017 pero que luego dejó de publicar porque dejaban en mal lugar al PV. El saldo favorable a Vitoria era entonces de un 5% (el de Madrid era de -10%). Ahora las diferencias son mucho más amplias por dos razones. Porque aquel mismo año Mariano Rajoy y su machaca Cristóbal Montoro tuvieron a bien reducir aún más el Cupo (el famoso cuponazo) y, sobre todo, porque el déficit de pensiones (4.500 millones en 2022 en el PV) se está pagando con los impuestos que abonan los ciudadanos que viven lejos de los territorios forales. En términos totales, el País Vasco puede estar recibiendo del resto de España una cifra comprendida entre los 9.000 y los 10.000 millones de euros, sobre un PIB regional de 87.857 millones en 2023. Estamos hablando de un 10% de renta, siendo el segundo territorio más rico tras Madrid. Estamos hablando de que el encomiable nivel de vida vasco es renta transferida en esa proporción desde el resto de España hacia esa Comunidad Autónoma. Estamos hablando de que son los contribuyentes españoles quienes pagan la fiesta de los Aitor e Imanoles, esos soberbios personajes desprovistos de todo pudor, acostumbrados a hablar al resto de los mortales desde la condescendencia del que cree sentirse superior porque sus 5 votos valen su peso en oro en el Congreso de los Diputados.

No es el momento de hablar de la responsabilidad de la derecha española, más que evidente, en la deriva suicida seguida por la democracia española en las últimas décadas. Nada comparable, en todo caso, a lo del PSOE y el delincuente que ahora lo preside. El nacionalismo vasco de derechas —el cinismo, la insolidaridad y la indecencia de haber estado durante decenios o bien apoyando a los asesinos o bien mirando hacia otro lado— parecía condenado a acompañar en silencio el declive imparable de la región, mientras el catalán se desfondaba hasta amenazar desintegrarse tras el fiasco de octubre del 17. Ambos volvieron a la vida, a la guerra contra la nación, cuando el 1 de junio de 2018 nuestro Erdogan (que muy bien podría ser un Putin si no fuera tan cobarde) llegó al poder dispuesto a apoyarse en lo peor de cada casa para gobernar. Y para robar. Ninguno de ellos llegará a nada, porque les falta talento y valor. Pero es hora de movilizarse. Díaz Ayuso ha mostrado el camino en Barcelona. Como ha escrito Ventoso, “el pinganillo es una pieza más de una tenaz campaña cultural, política y educativa para ir cuarteando España”. No es aceptable que en una reunión del presidente del Gobierno de España con sus colegas autonómicos, que además preside el Rey de España, no se hable en español. Con todos los respetos para la maravillosa lengua en la que escribió Espriu y para esa joya ignota que debe ser el euskera. Hay otra manera de derrotar al nacionalismo ramplón que padecemos y no es huyendo cual gallinas con el rabo entre las piernas a la manera de los Rajoys de turno. Es hora de darse a respetar. Hora de la confrontación democrática. Es mafia o democracia.