- Hay que ser muy farsante para aseverar que hasta ayer mismo no se enteró de unos desafueros que se arrastran desde la fundación del sanchismo y, merced a los cuales, como documenta el informe de la UCO, asaltó la dirección del PSOE trampeando en las primarias y la comprando la Presidencia a un prófugo de la Justicia
Si había alguna duda de que Pedro Sánchez es un peligro público, ayer lo acreditó sobradamente al simular, con una contrita cara de cordero degollado, que pedía perdón a los españoles tras la última entrega de la UCO sobre los clamorosos enjuagues de la ‘banda del Peugeot’ y, singularmente, del que era su actual secretario de Organización, Santos Cerdán, quien hace diez años ocupa funciones de relevancia a su lado. Lejos de asumir ninguna responsabilidad política tras pillarse con las manos en la masa a aquel al que refrendó en noviembre en el congreso federal del PSOE, Sánchez adoptó un tono mesiánico de caudillo, cuya misión providencial está por encima de todo y de todos. Como si fuera «Yo, el Supremo», de Roa Bastos. Ello mueve a la preocupación al confirmar su deliberada voluntad de situarse al margen de la ley y arrastrar a España por una pendiente de difícil marcha atrás dado que se niega a convocar elecciones como otros primeros ministros europeos.
Hay que ser muy farsante para aseverar que hasta ayer mismo no se enteró de unos desafueros que se arrastran desde la fundación del sanchismo y, merced a los cuales, como documenta el informe de la UCO, asaltó la dirección del PSOE trampeando en las primarias y la Presidencia de la Nación comprando la misma a un prófugo de la Justicia. Deslegitimado para ejercer el poder, se ha atrincherado en la Moncloa hasta que no ha tenido más remedio que comparecer ante la Prensa al cabo de 45 días al saltar por los aires una «omertá» a la que todo lo fio durante este tiempo, a la par que saboteaba las investigaciones, criminalizaba a jueces y policías, y ponía a sus cloacas a jugar al calamar desprendiendo tinta que lo enturbiara todo.
Cuando el miércoles fulminó con su mirada -en una instantánea de época- a Cerdán, tras hacer ademán éste de tocarle el hombro a modo de saludo, no cabe interpretarlo como un gesto de sorpresa de Sánchez por el informe de la UCO, sino porque éste ha sido incapaz de garantizar la «omertá» y, en consecuencia, su salvaguarda. De hecho, lejos de ser dique de contención la dimisión de éste, los imputados de facto Cerdán, Ábalos y Koldo ya son testigos de cargo contra Sánchez justo en la semana en la que Argentina ve como, por primera vez en su historia, un presidente democrático, Cristina Kirchner, es condenado por corrupción y debe ingresar en prisión. En este brete, Sánchez queda desnudo como los hijos del mar, aunque sólo sirva para que sus sosias encarezcan el precio teniéndolo colgado de la picota y con sus vergüenzas al aire. En esas circunstancias, ¿es admisible que Sánchez siga desempeñando la alta magistratura que enfanga capitaneando una banda que viene robando desde su primer día en La Moncloa?
Como jefe de la ‘banda del Peugeot’, no podía estar pez de los tejemanejes de la misma, al ser su primer beneficiario tras su carrera tramposa con la provisión de fondos del negocio familiar de prostitución de su suegro. A Sánchez lo que le tenía de los nervios era, en efecto, la quiebra de esa «omertá» tras el desgarrón de Koldo García a su traje de luces. Hasta que salió de su anonimato, el aizcolari era como aquel energúmeno de El Padrino, de Coppola, que balbuceaba cosas que nadie discernía, pero que suscitaba pavor. «¿Quién es ese hombre? Me da miedo», inquirió Kay Adams a su marido Michael Corleone. «Su oficio es dar miedo», le respondió Mike y le relató que aquel Luca Brasi escoltó a su padre Don Vito en una visita al director de orquesta que le impuso un contrato leonino a un cantante amigo de la «famiglia» y al que le hizo una oferta que no podía rechazar: o lo rescindía o le reventaba la tapa de los sesos. Si Coppola había recurrido a Lenny Montana, antiguo matón de la mafia, para interpretar a Luca Brasi, los antecedentes -incluso penales- del aizcolari Koldo se ajustaban al cometido.
No obstante, nadie imaginó que Koldo oficiaba un papel capital en el sanchismo como guardián de su caja negra, pero tampoco que sabía cubrirse las espaldas. En cuanto el comisionista/comisionado Víctor de Aldama tiró de la manta ante el juez y el fiscal, Koldo avizoró que podía ser el cabeza de turco de la ‘banda del Peugeot’ y se puso en actitud de prevengan. Más al constatar que el «intocable» Ábalos no estaba dispuesto a comerse el marrón al entender -no sin razón- que Sánchez no estaba hecho de mejor barro que él. En consecuencia, no iba a consentir que le propinara un «dos por uno» como González a su vicetodo a raíz del «caso Juan Guerra».
Por eso, Koldo García, tras dar nombre al sumario que pone en jaque al PSOE y al Gobierno cuando debiera apellidarlo Sánchez con todas las de la ley, resolvió blindarse grabando las conversaciones de Ábalos y Cerdán sobre adjudicaciones irregulares de obras públicas, según el informe que la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil ha entregado al magistrado del Tribunal Supremo, Leopoldo Puente. Refrendando lo testificado por Aldama, Ábalos y Cerdán habrían obtenido coimas por contratos públicos, según el disco duro intervenido en el domicilio de Koldo García y del que él mismo advirtió a la Guardia Civil que contenía material sensible que excedía los untos por las mascarillas del Covid-19. Al dejarlo allí, a sabiendas de que la UCO podía llevar a cabo un registro, quería vindicarse como «un leal colaborador del Estado reducido a un simple portero de burdeles» al sentirse víctima de una «maniobra política» con el silencio cobarde de instituciones, organismos y algunas personas.
Incapaz de contestar a nada ni a nadie, como le espetó Feijóo en la sesión de control del miércoles, Sánchez le recriminó al jefe de la oposición que hiciera lo que, en psicológica, se denomina «acción en espejo», esto es, «reprochar al contrario lo que uno hace y el otro no». Pero lástima que él mismo no se aplicara el cuento este jueves al citarse con el ex primer ministro luso, Antonio Costa, hoy presidente del Consejo Europeo, a quien le bastó que la Fiscalía le abriera diligencias para dimitir a fin de preservar el prestigio de las instituciones. Ojalá que los españoles fueran hoy portugueses. Tan cerca en lo geográfico y tan lejos en lo democrático. ¡Menuda conmemoración del 40º aniversario del ingreso en la Comunidad Europea con el jefe de una horda al mando de esta pobre España!