Iñaki Ezkerra-El Correo
- Tertulias sin disidentes en la televisión pública son gráfica expresión del tardosanchismo
Fue en las postrimerías agónicas de lo que Umbral llamó el tardofranquismo. De pronto aquella televisión en blanco y negro, que se había caracterizado por su tono ideológicamente anodino, se movilizó como nunca en los telediarios y tomó partido explícitamente en la defensa del régimen, que daba así sus últimos coletazos. Recuerdo sus falsos debates en los que la opinión de los contertulios era descaradamente unánime a la hora de comentar las noticias que llegaban de fuera del país y que el aparato franquista no podía ocultar: las peticiones de clemencia del Papa Montini para detener las ejecuciones que coronaron aquel lento pero imparable ocaso, los cercos a nuestras embajadas en Europa… Uno no había vuelto a ver nada semejante hasta estos días en los que, en la misma televisión pública, se topa con un amañado debate en el que todos los tertulianos coinciden en valorar negativamente la manifestación contra el Gobierno del pasado domingo, que había sido convocada por el principal partido de la oposición. Aquel plató, donde no había ningún disidente, me pareció, por indisimulada, una gráfica expresión del tardosanchismo.
La comparación llega hasta ahí. Por suerte no estamos ante la descomposición de una dictadura sino simplemente de un Gobierno, de un nefasto liderazgo político y de un proyecto autocrático que no tiene otro destino que el descarrilamiento en un país de la Unión Europea por más que estuvieran en ese ajo toda la cúpula socialista y todos sus socios. La jornada de ayer fue de lo más significativa en este sentido. No solo se resquebrajó la unanimidad televisiva en torno a la comparecencia de Sánchez sino el propio discurso de este en algunos esenciales puntos. Es verdad que insistió en durar hasta 2027 en el poder y que volvió a la lírica compungida de la epístola que siguió a sus memorables cinco días de retiro. Pero también que tuvo que dar marcha atrás, al menos de manera retórica, en su ofensiva contra la UCO y el poder judicial al reconocer como válido el informe del primero e invocar a la Justicia para que resuelva sobre su contenido. Incluso se le notó un desvaído tono y una obvia falta de convicción en su alusión recurrente a los bulos.
El mismo hecho de que haya tenido que dejar caer a Cerdán es un paso sustancial en el cerco al que se está viendo sometido y traerá consecuencias. Con Cerdán, son ya dos los secretarios de organización socialistas que se han quemado. Como son también los tres socios de la aventura del Peugeot los que han terminado cayendo. Es difícil creer que no acabará tirando de la manta ninguno de ellos. Como que los tres obraron por su cuenta y riesgo. Como la propia petición de perdón de Sánchez, que en realidad no pasa ser un patético coletazo exculpatorio.