Kepa Aulestia-El Correo

Las ocho peticiones de perdón de Sánchez resultaron excesivas al no ir acompañadas de una asunción de responsabilidades. Si la repentina pérdida de confianza del secretario general en el secretario de Organización se debió a motivos «graves» que solo despertaron la «decepción» sombría del presidente Sánchez, no se entiende que éste tuviera que pedir perdón, y tantas veces. Y si tenía motivos para la contrición debía ser por algo más serio que dejarse engañar hasta el último momento por Cerdán. Pedir perdón sin asumir responsabilidades, además de inconsecuente, resulta poco útil. Cuando en ningún caso garantiza el final de la crisis desatada, ni impide su extensión al conjunto del partido y al Gobierno. El temor a más revelaciones es tan palpable entre los socialistas y entre sus aliados como el disfrute con el que siguen las noticias quienes no aguantan el ‘sanchismo’. Hasta el punto de que el argumento fetiche de preservar al progresismo frente al riesgo de que la derecha y la extrema derecha se vengan arriba ha perdido gran parte del valor que tenía hace tan solo unos días.

Santos Cerdán fue la persona con la que pidió hablar Leire Díez cuando acudió a la sede socialista de Ferraz a pasar página. Esta vez Cerdán fue a la Moncloa a recibir las instrucciones de Pedro Sánchez con la misma finalidad. Quitarse de en medio proclamando su inocencia y su lealtad al partido. Díez lo hizo expresando su deseo de volver. Cerdán parece no haberse ido. Pero lo genuino de las crisis que se suceden en el PSOE desde que estalló el ‘caso Koldo’ es que se encuentran fuera de control, tanto en sus causas como en sus efectos. Cuando el jueves Sánchez aseguró que las próximas elecciones generales serán en 2027 y que piensa presentarse a la reelección, el anuncio carecía ya de importancia. Porque hasta el ‘sanchista’ más fervoroso sabe que hay algo peor que una convocatoria anticipada. Culminar la legislatura de manera tan agónica que le quite el mínimo sentido a concurrir de nuevo a las urnas.

Los socios del bloque de investidura, temerosos de quedar en la intemperie, dicen reclamar más explicaciones. Pero en realidad aspiran a obtener alguna ventaja del trance que atraviesa el partido de Sánchez. Sumar habló por boca de la vicepresidenta Yolanda Díaz para exigir al PSOE el reseteo de la coalición y de la legislatura. Sin duda para valerse también del momento en su pugna con Podemos. Junts solicitó inmediatamente «una reunión urgente», puesto que con el cese de Cerdán los de Carles Puigdemont se han quedado no sólo sin interlocutor, sino a falta de alguien de Sánchez que pueda atestiguar con alguna autoridad en qué habían quedado en la última reunión. Situación que tratará de aprovechar ERC, si algo se le ocurre, para un posible trueque alternativo a las ocho peticiones de perdón. El PNV, con Aitor Esteban extrañado de que Pedro Sánchez tomara como sentencia el informe de la UCO, se ve en condiciones de obtener algo más a cambio de sostener lo que resta de legislatura ante la sombra de EH Bildu. Mientras los de Arnaldo Otegi se personarán en Navarra destacando que son la izquierda sin corruptelas, a la vez que prosiguen con su blanqueamiento en Madrid. Solo que el secretario general del PSOE y presidente del Gobierno no tendrá más remedio que esterilizar lo que resta de legislatura, sin decir que no a ninguno de sus socios pero sin darles nada más que promesas para el siguiente mandato.