Ignacio Camacho-ABC
- La fuga hacia adelante de Sánchez amenaza con someter las reglas del sistema a una prueba de estrés inédita
La doctrina del PSOE dice que las responsabilidades políticas se depuran dimitiendo. Y está bien dicho, aunque es sabido que las doctrinas de los partidos nunca rigen para ellos mismos. Por eso cuando Sánchez salió el jueves a pedir perdón con fingido gesto contrito, lo que en realidad estaba expresando era su negativa a asumir cualquier compromiso con su propia exigencia de juego limpio. La cabeza recién cortada de Santos Cerdán es el símbolo de su voluntad de aferrarse al poder por encima de la lealtad a los amigos que le ayudaron a conseguirlo con métodos que a la luz de las recién conocidas investigaciones no parecen del todo lícitos. El enésimo fusible que salta para tratar de frenar el cortocircuito.
Tal vez lo hayan creído los militantes, o al menos los más irredentos, los más sectarios, los más impermeables a las evidencias, los más acostumbrados a tragar sapos de toda clase. Los que en noviembre aclamaron a Cerdán en Sevilla cuando se proclamaba víctima de las cloacas judiciales. No fueron todos, es cierto; yo estaba allí y vi a algunos sanchistas de primera hora mirarse unos a otros con la expresión preocupante de quien presiente una catástrofe. Ahora la tienen delante pero nadie se atreverá a admitir en voz alta lo que todos saben; han unido su destino a un aventurero capaz de cualquier cosa con tal de salvarse y ya no hay vuelta atrás porque el líder ha cerrado las salidas de escape. Irán con él hasta el final, como carne de cañón sacrificable en el combate.
Decepcionado dice que está, quizá por el fracaso del piquete de mamporreros que intentó involucrar a la UCO en una falsa operación contra el Gobierno. Torpe ocurrencia: quien quiera que fuese su autor olvidó calibrar que la vieja guardia de corps de Pedro había conservado a buen recaudo la llave de sus secretos por si el asunto se ponía feo. Y vaya si se ha puesto. Tan feo que los cortafuegos alrededor del presidente son cada vez más estrechos y ahora ya es objetivamente verosímil la posibilidad de que aparezcan indicios suficientes para llevarlo a declarar ante el Supremo. Se ha caído el argumentario conspiranoico de los bulos y los pseudomedios: la amenaza de incendio viene de dentro.
Y la única receta para sacársela de encima va a consistir en empujarla hacia fuera. Existe un riesgo real de que en esta fuga hacia ninguna parte el sanchismo esté dispuesto a hundirse con la casa entera si no puede encontrar una puerta. A llevar al límite su desafío a las reglas, como le piden sin tapujos esos socios forjados en la pura delincuencia. A provocar un choque frontal de legitimidades, a cara de perro, un pulso suicida de fuerza que arrastre a la democracia a una prueba de estrés inédita. Si no han sentido escrúpulos a la hora de manipular dos veces las papeletas de una votación interna, por qué los van a tener para buscar la impunidad en el desguace del sistema.