Lorenzo Bernaldo de Quirós-El Español

Con una diferencia de apenas doce años fueron publicados en Francia dos ensayos cuyos títulos son perfectamente aplicables a la coyuntura política española de este momento. Se trata de La Tentación Totalitaria, el célebre ensayo de Jean François Revel aparecido en 1976 y el famoso panfleto de François Mitterrand, Le Coup d´Etat Permanent.

Revel denunciaba a una izquierda francesa empeñada en llevar adelante un programa destinado a acabar  con la democracia liberal y con el capitalismo de libre empresa; Mitterrand atacaba el poder personal del General de Gaulle y el sometimiento de todo el entramado institucional republicano a su voluntad.

Esa situación es la vivida por España en estos momentos cuya última manifestación ha sido la emergencia de una corrupción cuya naturaleza es estructural y la consecuencia inevitable de una concepción patrimonial del Estado.

Desde la llegada de la izquierda al poder, se ha desarrollado una progresiva dinámica de apropiación indebida de todas las instituciones erigidas para proteger a los individuos contra los abusos del Gobierno.

Los diques básicos para hacer eso posible, la ley y el mercado, que generan una esfera de autonomía para el individuo frente al Estado están en trance de extinción en España.

Sin embargo, lo más interesante del experimento colectivista en España es, aunque parezca sorprendente, que no obedece en esencia a un gran designio ideológico.

Sólo es el instrumento o, para ser precisos, la coartada de lo que realmente importa: el mantenimiento del líder del PSOE y actual Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el poder.

El experimento colectivista en España no obedece a un gran designio ideológico, sólo es el instrumento para mantener al líder del PSOE en el poder

Esto es lo fundamental. Su ataque a las instituciones de la sociedad libre obedece sólo a eso.

Sánchez podría perfectamente haber sido un autócrata de derechas si su peripecia vital le hubiese llevado a ese lado de la trinchera.

La clave para entender su acción es la de una personalidad maximizadora de su poder personal. El ropaje ideológico es secundario.

¿Qué tiene que ver esto con la economía? La respuesta es: todo. Si bien el capitalismo de libre empresa es el sistema que garantiza el mayor bienestar y prosperidad para todos, las instituciones que lo configuran, empezando por la fundamental, la propiedad privada constituyen salvaguardas esenciales de la libertad.

Cuanto más se respetan los derechos de propiedad y la cooperación voluntaria a través de las relaciones contractuales, mayor es la capacidad de los individuos de vivir en libertad.

Esto, en consecuencia, supone ser independientes de los Gobiernos y de sus servidores: los políticos y los burócratas.

Para Sánchez, un autócrata vocacional a la Orban, el problema con el capitalismo no responde a las clásicas tesis de la izquierda sobre su injusticia intrínseca, sobre su carácter explotador etc, etc, etc, sino que la economía de mercado, la libertad económica constituye un límite a su poder y al de sus cortesanos.

En consecuencia, la erosión de la propiedad, del mercado, el control de la economía por el Gobierno degenera de manera paulatina en lo que Marx denominó depotismo oriental.

Para Sánchez la economía de mercado consitutye un límite a su poder y al de sus cortesanos

Esto es, un sistema oligárquico en el cual el poder es detentado por un pequeño grupo de individuos, una élite extractora, que, eso sí, compra su posición distribuyendo privilegios y rentas a los colectivos que les soportan de acuerdo con su capacidad de movilización.

¿Por qué lo que ha ocurrido, ocurre y tiene todo el aspecto de seguir ocurriendo es malo para la economía? De nuevo es preciso situarse por encima de la coyuntura inmediata.

Una economía innovadora que aumente la productividad y el nivel de vida de los individuos no opera en el vacío. Necesita instituciones y reglas del juego que se observen y se respeten.

Esto es imprescindible no ya para conseguir los objetivos señalados sino para mantener la confianza del propio sistema democrático y, en consecuencia, para darle legitimidad.

Pues bien, este Gobierno ha perdido lo que los clásicos denominaban legitimidad de ejercicio. Esta es incompatible con su actuación arbitraria y corrupta.

La corrupción económica, esto es, la practicada para obtener beneficios privados por parte de quienes desempeñan funciones públicas, es gravísimo.

Pero es igual de negativo o aun peor corromper las reglas del juego y las instituciones sobre las que se asienta el Estado.

Cuando esto sucede, ya nadie puede estar seguro de nada y todo es posible.

Este proceso degenerativo no se ha producido mediante un acto único de carácter revolucionario sino a través de un proceso de aluvión y que, al contemplarle, en su conjunto y en perspectiva, uno se da cuenta de que ya se está a un paso de que se produzca un cambio de régimen.

En este contexto, la rueda de prensa del Secretario General del PSOE esta semana no es el principio del fin.

Este Gobierno está muerto pero en versión zombie y, lo más importante, su líder carece de incentivo alguno para ir a unas elecciones que podrían sacarle de la Moncloa.

Sus aliados no van a romper con él para apoyar una moción de censura y, en una sociedad polarizada, donde la dialéctica amigo-enemigo se ha impuesto, las elecciones se perciben como un combate a vida y muerte en el que no hay neutrales. Por ello, está historial local de la infamia no tiene porque acabar .