Editorial-El Correo
- Sánchez deberá renovar el partido, el Gobierno y la confianza de sus socios si quiere recuperar la iniciativa política frente a la corrupción
Pedro Sánchez está obligado a ventilar el PSOE y el Ejecutivo por la llegada de la corrupción a su equipo de confianza, el mal que tumbó al Gobierno de Rajoy. Si quiere recuperar la iniciativa política, colapsada por los escándalos, urgen cambios de calado. Limitarlos a una reestructuración del partido sería poco menos que pasar de puntillas por los graves indicios que comprometen a quienes han sido sus colaboradores más estrechos. Sustituir a Santos Cerdán, señalado por la UCO como recaudador de comisiones ilegales de una trama criminal, en la secretaría de Organización resultaría claramente insuficiente, viendo los desastrosos precedentes. Cambiar a José Luis Ábalos, el primero en verse salpicado por las irregularidades, por Cerdán fue a la postre enquistar un problema que afecta a toda la cadena de mando. Han fracasado los controles, como se deduce de las grabaciones a los sospechosos. Un lodazal de inmoralidad y delitos que debería haber provocado una reacción de mayor enjundia. Sobre todo por haber encomendado a Cerdán las más altas labores de representación en asuntos clave de la política española. Hoy, una auténtica obscenidad.
Encapsular un escándalo de esta magnitud como si fuera un problema de Cerdán, Ábalos y Koldo significa no haber entendido los estragos de la corrupción. El Gobierno de Sánchez corre el riesgo de achicharrarse por haber puesto la mano en el fuego por un ‘número tres’ del PSOE que en realidad llevaba años en el sumidero. Y lo hace en el peor momento de la legislatura, acorralado por los tribunales, enfrentado a algunos jueces y sin presupuesto. El último intento de retomar la agenda fue la Conferencia de Presidentes y acabó como el rosario de la aurora. Lejos de apagarse, los frentes judiciales han dejado al borde del banquillo al fiscal general y al hermano del presidente. La renovación del Ejecutivo podría ser un revulsivo y le permitiría examinar en profundidad los ministerios más expuestos a las adjudicaciones de obras públicas gestionadas por la trama corrupta a cambio de mordidas. Aun así, el bloqueo es un peligro real por el choque entre la negativa a adelantar elecciones de Sánchez y la incapacidad de Alberto Núñez Feijóo para presentar un programa alternativo o sacar adelante una moción de censura. Un recurso que podría reflotar a Sánchez, pero que obligaría a sus socios de investidura a retratarse sobre la corrupción. Sánchez necesita renovar la confianza de sus aliados si quiere recobrar impulso en una legislatura atascada. Con más bronca que avances en lo importante. Con acuerdos ahogados en la hipérbole. Un calvario. Así podría sonar el principio del fin.