Adolfo Lorente-El Correo
- El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno sabe que esto no va de «bulos» ni «fangos» varios, que está al borde del KO por culpa de ‘su gente’ y que si partidos como el PNV no le dejan caer es porque aún les queda el comodín de la extrema derecha
Si no sabes gestionar a tu equipo más estrecho, si dos de los tres jefes que has nombrado para dirigir tu partido han protagonizado estos escándalos de corrupción sin supuestamente enterarte de nada, ¿cómo vas a gestionar a 49 millones de personas? Es lícito que la gente se haga esta pregunta. Los audios son terribles. Esos dos votos falsos en las primarias de 2014… La gente está desolada. Es que llegamos al Gobierno con la bandera de acabar con la corrupción del PP…».
La reflexión, realizada por un ex alto cargo socialista, resume el sentir que ahora mismo se vive en el PSOE. Pedro Sánchez, después de siete años ejerciendo de funambulista en el Congreso de los Diputados para mantenerse a toda costa en La Moncloa, sabe que está al borde del KO, que esto ya no va de «bulos» ni «fangos» varios, que han sido los suyos, sus personas de máxima confianza -léase José Luis Ábalos y Santos Cerdán, con la inestimable ayuda de Koldo García- quienes le han colocado en un callejón sin salida. A Sánchez, ese líder que pasará a la historia de la democracia española como un ‘killer’ que sabía sobrevivir a todo y a todos, ya solo le queda Vox para seguir intentándolo.
Sí, la extrema derecha, la formación de Santiago Abascal, el gran talón de Aquiles del Partido Popular presidido por un Alberto Núñez Feijóo que perdió su primera pelota de partido en las elecciones de julio de 2023 -precisamente por pactar con la extrema derecha- y a quien sólo le queda una más. ¿Cuándo se la jugará? Cuando Sánchez quiera, porque el presidente del Gobierno, por muy tocado que esté, sigue siendo quien marca los tempos legislativos en este país. Supuestamente y a tenor de lo que él mismo aseguró en esa ya histórica comparecencia protagonizada el pasado jueves en Ferraz para «pedir perdón», no será hasta 2027 cuando los españoles vuelvan a las urnas.
Sí, dos años eternos para sufrir de lo lindo pero también para intentar sobrevivir a toda costa esgrimiendo la baza de Vox, hoy por hoy su único aliado. No habrá mociones de censura porque Feijóo, sabedor de que la va a perder, no tiene la menor intención de resucitar a Pedro Sánchez en su peor momento. Pero tampoco habrá cuestión de confianza. Y no porque el presidente del Gobierno no sea partidario de ella, sino porque ‘socios’ como el PNV rechazan radicalmente una vía que coloca sobre ellos toda la presión. Estarían ‘obligados’ a apoyarle porque si los jeltzales gobiernan en las principales instituciones vascas es gracias al PSE a través de gobiernos de coalición. Pero no menos cierto es que el nuevo presidente del EBB, Aitor Esteban, es muy consciente de que no son pocos los que en su partido no comulgan con Sánchez y que asumen el apoyo actual como mal menor esgrimiendo el comodín de Vox.
«Todo lo que está saliendo es demoledor, ¿pero cuál es la alternativa? ¿Apoyar un Gobierno del PP que depende de la extrema derecha para gobernar? No podemos hacer otra cosa. Con los números actuales es lo que hay», confiesa con resignación un alto cargo jeltzale.
Además, son muchos los acuerdos alcanzados con el Gobierno central en materias tan relevantes como las transferencias estatutarias y el PNV necesita que un Sánchez cada vez más debilitado siga a toda costa en Moncloa para materializar esos pactos. Entre otros, por ejemplo, el del nuevo estatus, la clave de bóveda del nacionalismo. Y si Sabin Etxea necesita a Sánchez qué decir de EH Bildu, formación que está donde está gracias al sostén político que en su día le regaló el presidente del Gobierno a cambio de su apoyo en el Congreso. No es casual que los de Arnaldo Otegi se hayan convertido en el socio más fiable del líder del PSOE para desazón de un PNV que ha ido a menos en Madrid desde la irrupción de Sánchez hace siete años.
Nadie sabe qué va a pasar, lo que está claro es que la legislatura española, como confesó el viernes el lehendakari, Imanol Pradales, «ha entrado en una nueva fase». ¿Cuál? «No sé, pero en otra fase», apostilló. De momento, Feijóo se desgañita presionando al PNV y a Junts advirtiéndoles de que «pasarán de socios a cómplices» si siguen sosteniendo a Sánchez al frente del Gobierno. Da igual, no conseguirá nada. Ni PNV ni Junts aprobarán jamás una moción de censura mientras Vox sea fundamental en la ecuación.
Pedro Sánchez está al borde del KO por culpa de su gente, por «haberse equivocado» confiando en José Luis Ábalos y Santos Cerdán. Pero él sigue marcando los tempos y sabe que convocar ahora elecciones no es pegarse un tiro en el pie, es hacerlo en la sien. Por eso solo le queda apretar la mandíbula y esperar hasta 2027 para lograr lo que, hoy por hoy, parece un milagro. Así que prepárense para escucharle hablar mucho de Vox, de la extrema derecha, de amenazas, de miedos… Su problema es que, sobre todo, se hablará de la UCO, de Ábalos, de Koldo, de Cerdán, de mordidas, de prostitutas, de votos amañados en unas primarias… Del fango de verdad.