Rebeca Argudo-ABC

Es más tranquilizador pensar que el hombre al frente del Ejecutivo es un memo incompetente que un corrupto

Pedro Sánchez es como una ‘top model’: si aquellas sostienen (todas) que su mayor defecto es ser demasiado perfeccionistas, este apunta que el suyo es creer en la limpieza de la vida pública. Vaya. Y comer lo que sea sin engordar, seguro, y despertarse de buen humor. Qué faena que tus peores defectos sean una virtud. Si a las explicaciones de Sánchez (no ya a las referentes a sus defectos, que también, sino al conjunto de las ofrecidas en su doliente comparecencia) aplicamos la mayor caridad interpretativa de la que seamos capaces, la conclusión es que nos gobierna el más tonto de todos los españoles. Descartada la complicidad y el disimulo, creyendo en su palabra (no se rían), si ni sabía ni sospechaba, es un zote de narices. Ni siquiera bueno o confiado, o pelín despistadillo. Directamente lerdísimo. A saber: no se enteró de que Ábalos, secretario de Organización del PSOE, colocado por él mismo, era un corrupto. Y no se enteró de que su sucesor, Cerdán, elegido por él para sucederle tras su dimisión, también lo era. Ya es mala pata, dos de dos. Amigos íntimos ambos, además. Que con Koldo completan la triada elegida por él para, subidos a un Peugeot, recorrer España y limpiar su buen nombre, para volver a un PSOE que le repudiaba (la mala suerte de que alguien amañe unas primarias a su favor y él, otra vez, sin enterarse) y hacerse con la secretaría general. ¿Cómo iba a sospechar siquiera que Koldo, que acabaría siendo asesor de los otros dos en cuanto tuviesen mando en plaza, era también un pieza de cuidado? Tres de tres, pobre hombre. En qué mala hora subirse a ese coche. Subirse a ese coche y meterse en esa cama, porque la parienta también, a sus espaldas y sin que él pudiese olerse nada, habría aprovechado supuestamente el colecho presidencial para lograr una cátedra de dudoso merecimiento y terciado para lograr ciertos favores para ciertas empresas: tráfico de influencias, corrupción en los negocios, apropiación indebida e intrusismo. Casi es de preferir que tuviese una aventura. Súmenle a la decepción la ocasionada porque un hermano, sangre de su sangre, prevaricase para lograr un puesto ad hoc en la administración pública. Una contratación irregular de la que Sánchez (el auténtico, el hermano bueno) no tenía ni idea. Menos mal que el poder judicial es independiente en un Estado de derecho, porque si pensásemos que la Fiscalía General trabaja para la presidencia del Gobierno (que ya sabemos todos que no porque esto es una democracia sana), habría que sumar al fiscal general procesado como otra traición a la confianza ciega de un hombre probo. Es más tranquilizador pensar que el hombre al frente del Ejecutivo es un memo incompetente que un corrupto sin escrúpulos, capaz de tejer todo un entramado criminal para enriquecerse a toda costa y enriquecer a sus íntimos. Quiero ser indulgente y creerle, pero entonces no es el más dotado de entre todos para dejar en sus manos el apaño del desaguisado ni para ser por más tiempo presidente del Gobierno de este país. Ni de una comunidad de vecinos, siquiera.