- ¡Total, otra irregularidad entre tantas! Y así, pasito a pasito, llagamos a la quiebra del sistema. Habrá que reconstruirlo todo sin componendas. La libertad y España prevalecerán si nos sacudimos a los cobardes
La corrupción que traía Sánchez se manifestó en cuanto triunfó su moción de censura. Cuando juntó con la escoba, en el recogedor, toda la pelusa, el polvo, la ceniza y las colillas del sistema de partidos, para hacer peso. Sánchez siempre ha ganado por los pelos. Los pelos bajo la alfombra, la roña que despega de los intersticios de la ley y la suciedad en general han decantado las cosas hasta ahora a su favor. Basta con ir regalando España y sus libertades a los ridículos golpistas catalanes, a la jauría de Otegi, a los de la boina enroscada y las nueces reventando los bolsillos, a Teruel Alpiste, a los del timo de la bisagra canaria. La Corte de los milagros. Para milagro el pelotazo de la banda de los cuatro o cuadrilla del Peugeot. Mirándolo con perspectiva, que el yerno del proxeneta y marido de la contable del proxeneta, un good for nothing, alcanzara el poder a hombros de Koldo, Santos Cerdán y Ábalos no es tan deprimente como el trabajo de legitimación, encubrimiento y construcción de respetabilidad que para él han realizado durante siete años la mayor parte de la prensa, del IBEX, de la academia.
Es ahí donde debemos mirar. Es esa debilidad de las élites lo que nos debe preocupar justo después de la preocupación principal: el fallo de todas las instituciones del Estado a la hora de cumplir cada una con sus obligaciones. ¿Garantizaron que las leyes fueran iguales para todos? ¿Impidieron que se impusiera la arbitrariedad? ¿Preservaron el principio de que las leyes son generales y nunca especiales? ¿Mantuvieron a los poderes públicos sometidos al ordenamiento jurídico y a las resoluciones de la Justicia? ¿Respetaron la neutralidad de la fiscalía? ¿Velaron por la transparencia de las administraciones en materia de contratación? ¿Salvaguardaron la independencia de los jueces? ¿Impidieron que el intérprete máximo de la Constitución entrara en el fondo de asuntos resueltos por la Justicia? ¿Frenaron la sistemática puesta en cuestión de la obviedad o tautología según la cual el Tribunal Supremo es supremo? ¿Dejaron que el Parlamento controlara al Gobierno? ¿Impidieron que los medios de comunicación públicos se convirtieran en órganos de partido?
El hambre atrasada del Peugeot y la indecencia congénita de Sánchez no habrían podido desplegarse hasta formar esta red de latrocinio sin mediar las dos grandes carencias descritas. Unas élites meritorias y dignas, no sumidas en la cobardía y el interés propio e inmediato, se habrían plantado ante la liquidación del sistema. Tampoco asistiríamos a la catástrofe si los poderes del Estado y los órganos constitucionales hubieran hecho lo que debían, se hubieran pronunciado en los momentos adecuados, no hubieran eludido el choque institucional cuando inhibirse equivalía a consentir el deterioro. ¡Bah, una violación más del espíritu y letra de las leyes! ¡Total, otra irregularidad entre tantas! Y así, pasito a pasito, llagamos a la quiebra del sistema. Habrá que reconstruirlo todo sin componendas. La libertad y España prevalecerán si nos sacudimos a los cobardes.