- Desde hace décadas sabemos que sólo mediante una acción norteamericana las instalaciones nucleares iraníes pueden ser destruidas. Según Trump la campaña israelí convencerá a los iraníes de que tienen que negociar
Hasta en España, un país sumido en el lodazal de la corrupción y la cutrez, la campaña militar israelí contra Irán ha provocado vértigo. El riesgo de que evolucione hacia un conflicto regional, que altere el acceso de los hidrocarburos a los mercados internacionales o ambas cosas a la vez es real y, por lo tanto, es perfectamente comprensible que en el conjunto del planeta la preocupación aumente y se haga explícita. Estamos jugando con fuego y ya son demasiados los frentes abiertos como para que demos por sentado que podemos controlar la situación.
Hace una semana diplomacias tan prudentes y profesionales como la alemana, la francesa o la británica criticaban duramente a Israel por la reanudación de las operaciones militares en Gaza. No lo habían hecho antes porque Israel actuaba tras haber sido atacado y con un objetivo tan legítimo como comprensible en el conjunto del mundo árabe o en Europa: acabar con la organización islamista y terrorista Hamás. Si lo hacían entonces era porque el objetivo había cambiado. El Gobierno israelí buscaba ocupar la Franja, poner fin a una entidad política palestina y animar a emigrar a su población.
En la actualidad, la diplomacia europea, la francesa y la británica han mostrado su comprensión con el Gobierno de Israel en su actual campaña contra Irán, insistiendo en dos ideas fundamentales: Israel tiene derecho a defenderse e Irán supone una amenaza regional que se potenciaría, aún más, si llegara a adquirir capacidad nuclear para uso militar.
Cualquier Estado tiene derecho a dotarse de los medios militares que considere oportunos para garantizar su seguridad, incluido el arma nuclear. Que un Estado disponga de él no implica que se convierta en una amenaza para sus vecinos o terceros países. No conozco a ningún español que se sienta concernido por el programa nuclear francés. La República Francesa es nuestro aliado, pero, más allá de compromisos formales, los dirigentes galos están más preocupados por mejorar las relaciones bilaterales que por conquistar la península ibérica.
Francia no es Irán. El régimen de los ayatolás impuso una nueva doctrina diplomática por la que Irán se comprometía a poner fin a la influencia occidental en el conjunto del islam; a acabar con la existencia de Israel, producto del colonialismo e impuesto a la comunidad árabe; a desestabilizar aquellos gobiernos dispuestos a cooperar con Europa y Estados Unidos; y, para lograr estos fines, establecer un eje internacional en el que gobiernos o grupos afines colaboraran política y militarmente para dar forma a un nuevo islam, más islamista y con mayor peso de Teherán en el proceso de toma de decisiones.
La sucesión de acciones militares en Gaza, Líbano, Siria e Irán ha dañado gravemente al Eje de Resistencia, que Irán había construido para alcanzar esos fines con gran sacrificio. El objetivo del programa nuclear iraní es dotar al régimen de un escudo disuasor que permita la reconstrucción del Eje y la consecución de los objetivos internacionales intrínsecos al propio régimen. Por eso desde Israel, las capitales árabes de referencia o las europeas se comprende la acción israelí y se denuncia a Irán. El problema no es si Irán tiene derecho o no a disponer de cabezas nucleares sino su uso en el marco de las tensiones propias de esa región.
Podemos comprender determinados comportamientos políticos. Israel no puede permitirse el lujo de dejar que Irán disponga de armas nucleares y, como hizo anteriormente con estos programas en Irak o Siria, actúa militarmente para evitarlo. Es un reto estratégico, se juega su futuro en ello, y de ahí las declaraciones de las autoridades europeas y los audibles silencios árabes. Sin embargo, por lo que sabemos no dispone de los medios para destruir esos programas. Irán aprendió de lo ocurrido en aquellos estados y ha invertido en asegurar sus instalaciones. Las acciones militares están destruyendo capacidades militares e industriales, además de eliminar de manera selectiva a los máximos colaboradores de Jamenei, pero no parece que haya logrado algo más que un retraso del programa nuclear.
El régimen de los ayatolás es muy consciente de su debilidad. No cuenta con mucho apoyo popular y sus defensas han sido destruidas. Iniciar una guerra regional puede suponer la entrada de Estados Unidos en el conflicto, lo que pondría en peligro su propia supervivencia. La solución es dotarse cuanto antes del arma nuclear, algo que preocupa, y mucho, en Israel y en las capitales árabes. Desde hace décadas sabemos que sólo mediante una acción norteamericana las instalaciones nucleares iraníes pueden ser destruidas. Según Trump la campaña israelí convencerá a los iraníes de que tienen que negociar. Lamentablemente esa es sólo una opción entre varias y no es la más probable.