Ana Samboal-El Debate
  • Con suerte y paciencia, gracias a la prensa, a los jueces y a la UCO, acabaremos por enterarnos de por qué Pedro Sánchez optó por gobernar con Iglesias en vez de con Rivera. Y quizá lo entendamos si averiguan hasta dónde alcanza la alargada sombra de los negocios de Zapatero, Bono o Moratinos en Venezuela, República Dominicana o Guinea

Saben lo que han hecho. Sólo desconocen cuánto de lo que han hecho saben los que les investigan. De ahí la espera, aunque sepan que no escampará. Al contrario. De ahí también la incertidumbre, el temor ante los nuevos nombres, documentos o discos duros que puedan aparecer. De ahí la necesidad de escapar a comer antes que responder preguntas en una rueda de prensa que pueda comprometer. O la huida hacia delante para esquivar un pleno en el Congreso. Se huele el miedo a una legua.

Puesto que es incapaz de gobernar, hace tiempo que debería haber convocado elecciones. Pero, ahora que la sombra de la corrupción que le cerca comienza a nublarle la vista, aunque sólo sea porque sirva de vacuna para el futuro merece la pena esperar a que él y sus socios se retraten ante los ciudadanos en el Parlamento. Ya sólo los herederos de Batasuna, la pandilla de Puigdemont y Yolanda Díaz acceden a fotografiarse con el presidente. El resto huyen del retrato, porque mancha, tizna, enfanga. No pueden permitirse la convocatoria de una moción de confianza porque la perderían. Confirmar el voto de investidura dejaría a todos los miembros de esta coalición de inconfesables intereses achicharrados. Pero resistirán, aunque lo hagan agazapados, porque, como han tenido a bien confirmar los portavoces de ERC y Junts, ahora más que nunca pueden aprovechar a sacar todo lo que se pueda. Y hasta que se pueda.

Atrincherado y repudiado, Pedro Sánchez parece esperar a que las sentencias de los casos de corrupción del pasado que afectan al Partido Popular equilibren la balanza si se ve forzado a convocar elecciones. Pero, cuánto más tiempo transcurra, mas dura será la caída, porque no hay día en que no aparezca una nueva prostituta pagada con dinero público, una mordida, un fajo de billetes o una concesión de obra en fraude de ley. El castillo de naipes que han levantado corre el riesgo de desmoronarse en el momento más inoportuno, tal vez cuando confíen en que lo peor ya ha pasado, porque los señores guardan lealtades, pero los trileros de los que se rodeaba se acogen al «sálvese quién pueda» y tiran de la manta. Con suerte y paciencia, gracias a la prensa, a los jueces y a la UCO, acabaremos por enterarnos de por qué Pedro Sánchez optó por gobernar con Iglesias en vez de con Rivera. Y quizá lo entendamos si averiguan hasta dónde alcanza la alargada sombra de los negocios de Zapatero, Bono o Moratinos en Venezuela, República Dominicana o Guinea. Cuando hasta los ministros de su gobierno le grababan las conversaciones, qué no habrán tenido que ver y oír tras los muros de la Moncloa. Ahora se explican mejor sus ojeras, deben acecharle los fantasmas del pasado.

A estas alturas, el presidente se agarra al único argumento que le queda para tratar de sostenerse en pie. Falaz, pero habrá testado que queda algún crédulo. Como clavo ardiendo, apela a esa supuesta superioridad moral que cree le engalana: la izquierda no es corrupta, no roba, proclaman al unísono Sánchez y Rufián y repiten hasta la saciedad sus corifeos. Sólo les ha faltado decir, porque meter en el bolsillo de Koldo el carné de Vox ya no cuela, que ser de izquierdas abre automáticamente las puertas del cielo. Sin embargo, mal que les pese, Ábalos, Cerdán y todos los que están por aparecer se declaraban socialistas, tenían carné del PSOE y ostentaban poder en Ferraz y en su gobierno. Poder que él les ha delegado. También se declara socialista Zapatero.