Emilio Contreras-El Debate
  • Él sabe que necesita tiempo para asegurar la impunidad de los suyos y que sólo podrá hacerlo desde la Moncloa. Sus socios no le dejarán caer, aunque subirán la minuta; la clave está en su propia gente: muchos han pasado en cuestión de horas del incienso a la crítica

Abandonad toda esperanza. Recurro a las palabras que escribió Dante hace seis siglos para apear de su optimismo a quienes creen que, antes o después, Pedro Sánchez tendrá que disolver las Cortes y convocar elecciones anticipadas. Creen que, cercado por los escándalos que estamos conociendo desde hace meses y alanceado por el informe demoledor de la UCO, al final acabará cediendo ante la presión de la opinión pública, de los medios y de la oposición, y tirando la toalla. Se equivocan, y Sánchez lo dejó claro en su comparecencia del lunes.

Incluso, los que creen que acabará rindiéndose ante el cerco de la judicatura, también se equivocan. Aunque en la Audiencia Nacional, en algún Tribunal Superior de Justicia y en el Tribunal Supremo haya sumarios que avanzan contra familiares y afines con la lentitud implacable de la justicia de nuestro país.

Pedro Sánchez tiene clarísimo que los jueces son hoy el único poder con fuerza suficiente para hacerle frente con la ley en la mano. El cerco judicial que planea sobre él y los suyos es la razón por la que no dimitirá sino que aguantará hasta el final de la legislatura, y no adelantará las elecciones generales, enrocado en el poder para utilizarlo en su defensa numantina.

No es una cuestión de valor, es una cuestión de supervivencia. Es consciente de que su estrategia defensiva frente a la justicia únicamente tiene posibilidades de darle la victoria si la despliega desde la presidencia del gobierno. Las armas que utilizará para romper el cerco son las leyes que le van a aprobar sus socios en el Congreso para poder controlar al poder judicial. La ciudadanía no es consciente de que estas reformas ponen en peligro la existencia de un poder judicial independiente, sin el que no hay Estado de derecho; sólo quedaría la apariencia formal de su existencia.

Hay varios ejemplos de que esta amenaza a la judicatura es una realidad que ya está en marcha. El mismo día que saltó el escándalo de Cerdán, el Congreso de los Diputados aprobó el primer paso legislativo para hacer un cambio radical en el acceso a la carrera judicial. Ya no serán las durísimas oposiciones que garantizan el dominio y el conocimiento de las leyes de los nuevos jueces, como ha ocurrido desde hace más de siglo y medio, las que permitirán el acceso a la condición de juez, sino la afinidad y la subordinación política. Se acabó la independencia del poder judicial con el pretexto de darle una legitimidad democrática al más puro estilo populista, del que el México de López Obrador y su heredera, Claudia Sheinbaum, es el ejemplo más reciente.

Otro embate a la judicatura es el proyecto de quitarle a los jueces la instrucción de los sumarios para trasferirla a los fiscales, que según la ley dependen del gobierno que nombra al Fiscal General. ¿Alguien cree que sería una instrucción neutral e independiente?

Además, en enero de este año el gobierno registró en el Congreso una proposición de ley para restringir drásticamente el ejercicio de la acusación popular y retirarles la legitimación para hacer uso de ella a los partidos y asociaciones afines. Otra argucia para evitar que se investigue al entorno más próximo del presidente.

Pedro Sánchez sabe que necesita tiempo para asegurar la impunidad de los suyos y por eso se resiste a adelantar las elecciones. Y dio por supuesta su continuidad hasta 2027, porque está dispuesto de antemano a ceder a sus socios separatistas todo lo que le pidan. Y ellos lo saben. Le arrancarán competencias hasta sacar al Estado de Cataluña y el País Vasco. Ya apuntó maneras el presidente del PNV, Aitor Esteban, la semana pasada cuando en un alarde de cinismo se mostró «sorprendido» de que Pedro Sánchez «haya convertido casi en sentencia» el informe de la UCO. El PNV, Junts y el resto de socios ya preparan la factura por darle su apoyo en los próximos dos años.

Olvidémonos de que trate de resolver problemas que preocupan a la gente como la desigualdad, o una deuda pública galopante y un sistema de pensiones insostenible. Olvidémonos de que adelante las elecciones que sabe perdidas, como reconoció en su declaración del lunes.

Tratará de aguantar contra viento y marea. Aunque ese poder se puede resquebrajar como vimos la semana pasada cuando muchos de los que le apoyaban pasaron en cuestión de horas del incienso a la crítica. Si el goteo de escándalos de corrupción va a más y la atmósfera se hace irrespirable, no serán sólo sus socios los que le fallen; su propia gente tendrá que dejar caer a Sanchez para tratar de salvar unas siglas con casi siglo y medio de historia.

No hay que descartar que lo hagan al grito de sálvese el que pueda.

  • Emilio Contreras es periodista