Pedro Chacón-El Correo
Desde que se destapó la crisis actual con la espantada forzada del último secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, y sus turbios negocios también relacionados con los del anterior titular del puesto, José Luis Ábalos, y secundados por un tercero necesario como conexión entre ambos, llamado Koldo García Izaguirre, estamos llegando a un punto en la política española que augura cambios trascendentales en la legislatura.
A estas alturas, creer que Pedro Sánchez diga alguna verdad resulta no ya temerario sino del género paranormal: la de que va a agotar la legislatura, por ejemplo. El primer punto a considerar es que el presidente está donde siempre ha querido estar: en el centro de todas las conversaciones, para bien o para mal. Su ego puede estar ya satisfecho. Ser presidente del Gobierno debe ser para él lo más de lo más y además es que le da igual cómo lo sea.
Y luego los nacionalistas tienen la situación que siempre quisieron tener: un Gobierno hiperdébil, cuestionado dentro y fuera y dispuesto a seguir como sea. Es por eso que lo de «la raya» de Aitor Esteban tendría que especificarlo más: si lo de marcar la raya es porque tiene miedo a que este Gobierno y su partido sean demasiado corruptos o porque no se atreve a pedir lo que EH Bildu no ve como problema en pedir en esta coyuntura.
En cualquier caso, si se trata de contrastar corrupción y plurinacionalidad, la primera reflexión procede de constatar que hay partidos de los que sostienen a este Gobierno, caso de EH Bildu por boca de su coordinador general, Arnaldo Otegi, que conjugan ambos conceptos, de modo que se pueda perdonar uno a cambio de incrementar el otro. Usted, Gobierno de España, que es un corrupto, no tenga problema porque nosotros le podemos sostener a cambio de que reconozca la plurinacionalidad del Estado, o la confederación del Estado. Dicho de otro modo, usted puede ser corrupto, pero si nos reconoce que somos una nación, podremos seguir apoyando su Gobierno corrupto. Esta contraprestación, ya por sí sola, ¿no convierte en corrupta la plurinacionalidad?
Y la segunda cuestión es la del reconocimiento de la plurinacionalidad por sí misma, algo que vienen trayendo los nacionalistas desde el principio de los tiempos, de modo que tenga que ser el mismo Estado del que se quieren desvincular el que les dé el plácet de la nación que quieren ser. Que sea España quien proclame a los cuatro vientos que Cataluña y Euskadi son una nación.
Sabíamos que la corrupción es algo infame pero que íbamos a tener que verla relacionada con la plurinacionalidad del Estado es el colmo de la historia política reciente en España. Una almoneda política en la que Pedro Sánchez se mueve como pez en el agua. Precisamente por eso, alguien que pisa por donde lo hace el buey, como Aitor Esteban, está con lo de la raya. No se fía y yo diría que hasta hace bien.