Alejo Vidal-Quadras-Vozpópuli

  • Evita la extrema profundidad de los graves y la posible estridencia de los agudos, siempre en la línea de la centralidad y la autocontención

No es que las ponencias de los partidos en sus congresos sean tan interesantes como para merecer una gran atención, normalmente son textos plagados de generalizaciones poco argumentadas y de vagas buenas intenciones que la sociedad española, tan acostumbrada al incumplimiento de sus compromisos por los políticos, suele acoger con una mezcla de indiferencia y escepticismo. Sin embargo, las especialmente dramáticas circunstancias que atravesamos, con un nivel de corrupción gubernamental realmente desorbitado, incluso en un país acostumbrado a frecuentes trapisondas de sus representantes y gobernantes, unido a la amenaza existencial que gravita sobre la Nación, entregada sin escrúpulo alguno por el que debería por razón de su cargo preservarla y defenderla con más ahínco, a sus enemigos, plenamente entregados a la aviesa tarea de su destrucción, hace que un documento en el que se reflejen las posiciones ideológicas , el diagnóstico sobre la situación actual de España y las reformas y medidas que la principal fuerza de la oposición plantea a la ciudadanía, adquiera una particular relevancia. Es por eso por lo que, armado de paciencia y buena voluntad, lo he leído de la primera página a la última para conocer que podemos esperar de una probable futura mayoría de color distinto a la que ahora padecemos.

La ponencia es un toque de diana para empezar un nuevo período y no un clarinazo que llama al combate ante el ataque implacable de una horda que no obedece a otra regla que ganar a cualquier precio, saltándose el derecho internacional humanitario y la Convención de Ginebra

El sonido se caracteriza por su intensidad, tono y timbre. La amplitud refleja el tamaño de la onda sonora, el tono la frecuencia y el timbre la combinación de armónicos. Sobre la intensidad del texto mi conclusión es que se mueve entre mediana y baja, reflejando una de las características de las que hace gala el PP, la moderación. En cuanto al tono, sin duda evita la extrema profundidad de los graves y la posible estridencia de los agudos, siempre en la línea de la centralidad y la autocontención. En lo que se refiere al timbre, es suavemente tranquilizador, probablemente para no despertar demasiada inquietud en los eventuales lectores. Se puede decir, por tanto, que el PP ha alumbrado como documentos base de su XXI Congreso un conjunto de análisis y propuestas que, siendo casi todas sensatas y oportunas, transmiten una sensación que me parece peligrosa en estos momentos de gravísima crisis institucional y moral de nuestro país, y que es, si no de completa normalidad, sí de una etapa difícil, pero no en el límite. En otras palabras, la ponencia es un toque de diana para empezar un nuevo período y no un clarinazo que llama al combate ante el ataque implacable de una horda que no obedece a otra regla que ganar a cualquier precio, saltándose el derecho internacional humanitario y la Convención de Ginebra. Por utilizar un símil de rabiosa actualidad, si Israel se comportase en la línea de la ponencia del PP, estaría negociando con la teocracia iraní mientras los ayatolás, aprovechando el tiempo así ganado, se dedicarían frenéticamente a enriquecer uranio y a montar cabezas nucleares en sus misiles balísticos.

Su tiempo se ha agotado

Supongamos que las plumas redactoras de la perspectiva estratégica, conceptual y ética con la que el PP enfoca su presente oferta a los votantes, se hayan guiado por la idea de que lo adecuado en la coyuntura en la que nos debatimos los españoles es tranquilizar, dibujar un horizonte sereno de reformismo pausado y razonable, sin sacudidas ni rupturas arriesgadas, con el fin de ensanchar los caladeros electorales hacia el centro-izquierda. Como orientación en unas circunstancias normales o inquietantes, pero no demasiado alarmantes, esta opción podría tener sentido, sin embargo, esto no es lo que está sucediendo en España en estos días trágicos. La Nación se desintegra y el inquilino de la Moncloa está desatado y dispuesto a acabar con su partido y con España antes de reconocer que su tiempo se ha agotado y convocar a las urnas.

Tengo la esperanza de que el PP encuentre la intensidad, el tono y el timbre requeridos por el huracán político que está levantando el techo de nuestros hogares y que, si nos descuidamos, nos puede dejar para siempre a la intemperie, en los dos discursos, el de presentación de su candidatura a la presidencia del partido y el de cierre ya como presidente elegido, que Alberto Núñez Feijóo pronunciará los próximos cinco y seis de julio. Al igual que he hecho con la ponencia, escucharé sin perderme una palabra estas intervenciones y confío en que demostrarán que el presumiblemente futuro jefe del Ejecutivo está en sintonía con la perturbadora zozobra que experimentan millones de sus compatriotas, temerosos de que se produzca el derrumbe de un edificio formidable construido por más de veinte siglos de asombrosa y formidable trayectoria colectiva.