Juanjo Sánchez Arreseigor-El Correo

Historiador, especialista en el mundo árabe e islámico contemporáneo

Con Trump al mando, estaba convencido de que EE UU no atacaría a Irán. Me equivoqué. Las encuestas demostraban que la población norteamericana en general y las bases trumpistas estaban en contra de una intervención. Muchos portavoces del movimiento MAGA y medios influyentes de derechas como Fox News se habían declarado rotundamente en contra. La influencia del lobby israelí en Washington parecía haberse desvanecido, a medida que Trump les hacia un desplante tras otro, ninguneando sin cesar a Israel.

Trump puede haberse decidido a atacar por las presiones y argumentos de dignatarios proisraelíes, por temor a que Irán acabase logrando fabricar armas atómicas, o simplemente porque estaba harto de que le llamasen TACO -Trump always chicken out; Trump siempre se acobarda-. Sin embargo, aunque nadie lo mencione, sospecho que el factor decisivo ha sido el rencor duradero contra los ayatolás desde la crisis de los rehenes de 1979, cuando la embajada norteamericana fue asaltada, secuestrando a todos los diplomáticos, hasta que EE UU tuvo que capitular y pagar un rescate. Los ayatolás ganaron aquella batalla y el orgullo nacional estadounidense fue humillado a ojos del mundo. Pero acabas cosechando lo que siembras.

Israel dispone de superioridad tecnológica y armamentística, pero es un país pequeño, del tamaño de la comunidad autónoma valenciana, de ocho millones de habitantes contra un gigante de 90 millones, tan extenso como Portugal, España, Francia, Bélgica, Holanda, Suiza, Austria y Alemania juntas. Irán no es el típico país tercermundista que únicamente tiene desiertos y petróleo. Posee tierras fértiles y una economía diversificada e industrializada. Los israelíes estaban quedándose sin municiones para atacar y sin misiles para detener los contraataques iraníes. No disponían de medios para destruir las instalaciones atómicas persas protegidas en profundos búnkeres bajo las montañas. Mientras tanto, barrios enteros de Israel empezaban a parecer Gaza. La intervención norteamericana les ha sacado de un buen lío.

¿Y si muere Jamenei?

Ahora bien, ¿cuál es el plan a largo plazo? ¿Qué pasa si los iraníes se ponen tercos y no se rinden por mucho que les bombardeen, como los británicos en 1940 o los nazis en 1943-45? Aunque Jamenei muriese, Irán no es la típica dictadura tercermundista gobernada por un caudillo o un clan familiar, sino una oligarquía eclesiástica. Es como si un rey medieval estuviese en conflicto con la Iglesia y decidiera matar al Papa. Lo único que conseguiría es que los cardenales escogiesen un nuevo pontífice, quien proclamaría la cruzada contra los asesinos de su antecesor.

Los israelíes estaban quedándose sin municiones para atacar y sin misiles para detener los contraataques iraníes. La intervención norteamericana les ha sacado de un buen lío

Puede que Trump y Netanyahu crean que las derrotas militares podrían provocar la caída del régimen, pero ni el pueblo llano ni el ejército regular, el Artesh, podrían ni desearían hacer tal cosa ahora. La rebelión tendría lugar, en el mejor de los casos, después de que los ayatolás cediesen y firmasen una paz humillante, desmantelando por completo su programa atómico y dejando de apoyar a Hezbolá en Líbano, a los hutíes de Yemen o a las milicias proiraníes en Irak.

Si los ayatolás no ceden, no veo a las fuerzas armadas norteamericanas lanzando una invasión por tierra, cruzando 650 kilómetros de montañas desde Kuwait hasta Teherán.