Félix Madero-Vozpópuli

  • Este ni gobierna, ni manda, ni ordena, ni sugiere, ni convence, ni se explica, ni asume. Aguantar en el poder es su única motivación

El gran Luis Carandell nos dejó un libro lleno de gracia e ingenio, pero también de melancolía y pena. Estaba escrito para que, desde el humor, los españoles superáramos los momentos de baja moral y decaimiento, tan abundantes en nuestra historia. Carandell fue un hombre culto que daba brillo y aromas ilustrados a todo lo que tocaba. Era hijo de la galaxia Gutenberg, un escritor que me recordaba unos días a Indro Montanelli y otros a Erasmo de Rotterdam. Y siempre a Groucho Marx, sobre todo el que escribió en el mármol de su tumba uno de los epitafios humorísticos más celebrados: “Perdone que no me levante, señora”. Carandell fue un bohemio Bradomín, y desde luego feo, muy feo, pero con una telegenia especial que le permitió firmar uno de los Telediarios nocturnos más interesantes, cultos y divertidos de la historia de la televisión en la España de 1985.

Vuelvo al libro del gran periodista, y entresaco de la contraportada un pequeño pero deslumbrante párrafo escrito sin duda por el propio autor, y que sacaría de quicio a gentes tipo Pradales Puigdemont, tipos negados para el humor y la ironía, que son dos señales propias de la inteligencia, cuando se tiene, claro:

“Dicen que los españoles forman una raza oculta y prehistórica; fusión de norte y sur, de los barbaros celtas y los dulces íberos; mezcla de árabes y judíos, godos y hasta indios importados; adobada con la Contrarreforma, la Inquisición, contrarrevoluciones y planes económicos. Se dice que estos bárbaros sujetos, candorosos y brutales, inteligentes, un poco vagos, socarrones, cínicos, generosos y envidiosos se extinguen a medida que avanzan los tiempos”.

Que un embaucador como este tenga el cuajo de enviar enlatado a los “ciudadanos y ciudadanas” -lo de españoles y españolas suena viejuno y facha-, un comunicado sobre la contribución de nuestro país a la Alianza obviando la mierda que le rodea, es algo que da la medida del personaje

¿Nos extinguimos, don Luis? Carandell murió en 2002, y quizá desde algún lugar esté viendo que esa extinción no se ha producido llegados a 2025. Y así, un tipo pagado de sí mismo, incapaz de entender la realidad, o quizá sin importarle otra que la que él construye, va y se coloca el domingo pasado en una sala de la Moncloa, frente a una cámara que le grababa y sin público para hacernos llegar un acuerdo histórico sobre la contribución de España a la OTAN. A punto estuve de ilusionarme y e incluso de pensar que la casi clandestina convocatoria, a la que no pudieron llegar los periodistas, era porque se marchaba, que tiraba la toalla.

Lo que no podía creer es que alguien al que el fango de la corrupción le llega a la boca; que no duerme pensando en su mujer y hermano y sus imputaciones judiciales; el mismo que nombró a dos secretarios de organización que han resultado sendos corruptos de libro según todos los indicios; el que tiene a su país en almoneda y a merced de un tipo que al que le compró una presidencia de Gobierno por una siniestra amnistía que divide a los españoles pero que está punto de bendecir el progresista Tribunal Constitucional de Pumpido…En fin, que un embaucador como este tenga el cuajo de enviar enlatado a los “ciudadanos y ciudadanas” -lo de españoles y españolas suena viejuno y facha-, un comunicado sobre la contribución de nuestro país a la Alianza obviando la mierda que le rodea, es algo que da la medida del personaje. Un tipo así cabe con todas la de la ley en la Celtiberia Show que inventó Carandell.

Cierto que no lo haría por inteligente y culto, pero sí por pillo y zascandil. Porque sólo alguien con la naturaleza de tunante granuja puede gobernar España sin haber ganado las últimas generales, pero conformando mayorías parlamentarias tan turbias y antiespañolas como legítimas. Es un maestro en lo suyo, y ha hecho bueno aquello de Montaige: la insensatez no está nunca satisfecha.

Después heredó la presidencia quien consideró que gobernar era un lío, y aunque tuvo una mayoría absoluta que nunca mereció, dejó pendientes las reformas urgentes y necesarias, para seguir en consonancia con Fernando VII

Quizá la Celtiberia Show de 2025 no pueda digerir más historia que la que fabrica. O puede que simplemente no quiera, y menos en este momento en que sacamos las maletas y los trajes de baño. Aun así, no creo que seamos un país instalado en la amnesia, aunque sí en la costumbre. Y la costumbre la escriben en España, al menos de Fernando VII a Felipe VI, tipos mentirosos, malencarados y ladrones con guantes de seda y estraza a los que siempre interesó más lo suyo que lo de los demás. Cómo bien recuerda Jesús Cacho en su último artículo, no es menester ser un Cerdán para robar y hacerlo en condiciones. En España hay apellidos bendecidos por el Ibex y otras instancias que, aunque desconocidos para el gran público, dejan a Koldo y a Ábalos en la categoría de pobres aficionados. Pero esos de los que Cacho escribe saben cómo se hace, entre otras cosas porque a trincar se aprende con el conocimiento de refinadas estirpes a lo largo de generaciones. Estos de ahora no han entendido que ser rico es una cosa, tener dinero otra. O sea que roban, pero mal.

Y así, en este siglo hemos tenido en Celtiberia quien nos ha gobernado metiendo a España en una guerra en la que su presidente lució de monaguillo de aquel George Bush que buscaba armas de destrucción masiva en Irak; luego llegó un tipo que hoy hace negocios con China y Venezuela, pero que aseguró (sic) que la tierra no pertenece a nadie, salvo al viento. Después heredó la presidencia quien consideró que gobernar era un lío, y aunque tuvo una mayoría absoluta que nunca mereció, dejó pendientes las reformas urgentes y necesarias, para seguir en consonancia con Fernando VII. A este lo echó el Congreso con una moción de censura mientras el defenestrado se tomaba unos tragos con un grupo de amiguetes que lo jaleaban en día tan señalado.

Y como todo puede empeorar, ahora tenemos lo que no merecemos, pero soportamos con deportividad: uno que se jacta de no necesitar el Congreso para gobernar. Ni al Congreso, ni a su partido; ni decencia y dignidad para asumir la responsabilidad que demandaba a otros cuando estaba en la oposición. Pero este ni gobierna, ni manda, ni ordena, ni sugiere, ni convence, ni se explica, ni asume. Aguantar en el poder es su única motivación. ¡Qué pena que no esté Carandell para un segundo Celtiberia Show!

Las pestañas de la Macarena

¿Y el PP, oiga, qué dice del PP.? Pues ahí están, recortando titulares en los periódicos y dándole la matraca del váyase señor Sánchez. Su mejor argumento para desalojar a Sánchez es que hay que desalojar a Sánchez.

Seguro estoy de que Luis Carandell no se sorprendería de que, con lo que está cayendo, algunos periódicos sevillanos abran sus ediciones, y las redes sociales vivan en verdadero estado de locura, porque han restaurado malamente las pestañas de la Virgen de la Macarena. La Hermandad de la Virgen habla de un “efecto indeseado”. Y así, con las pestañas de Nuestra Señora andamos muy entretenidos, ¿que no? El otro efecto, el verdaderamente indeseado e indeseable del sanchismo, ese lo restauraremos cuando Dios quiera y el PP y Vox se pongan de acuerdo.

España, Celtiberia show, triste unidad de destino en lo universal, que diría aquel que dormía con el brazo incorrupto de santa Teresa. ¡Y pobrecilla la Macarena!