Miguel Ángel Aguilar-Vozpópuli
- Ahora nos dicen que la corrupción cero no existe. Tampoco existe el péndulo simple
Dice la canción de Ketama: “Que no estamos locos, sabemos lo que queremos”. Y esa misma canción es la que cantan a la caída de la tarde en Moncloa, los que piensan que el presidente Pedro Sánchez debe resistir impasible los avatares judiciales, los audios y videos pasados y venideros, las mordidas, los informes de la UCO sobre los colaboradores más afines, sabiendo que, como señalaba una dibujada en la viñeta de El Roto aparecida en el diario El País del 21 de junio: “Las putas somos la parte decente de los escándalos políticos”.
Así que quienes abogan por el prietas las filas entienden que en Moncloa se aguanta mejor, merced a los aforamientos de que goza el presidente del Gobierno, aquí y en Pernambuco, y de los que además le corresponden habida cuenta de su condición de Diputado. En la banda contraria, están alineados aquellos otros para quienes, por el contrario, aferrarse a la presidencia en Moncloa sólo sirve para incentivar el incremento de la presión por parte de los desafectos, ya provengan de la oposición ubicada en la derecha, ya militen en la ingratitud de los próximos, incapaces de reconocer las ventajas y canonjías de que han gozado merced a las dádivas derramadas por quienes se alzaron con la investidura y alzaron el muro que protege al gobierno de coalición progresista.
Decían de Sánchez que para sacarle de la Moncloa habría que recurrir a los bomberos y luego vimos como salió por su propia voluntad y propio pie
Los apuntados al plan B, que propugnan la urgencia de una dimisión sanadora porque consideran inaguantable la situación y están convencidos que solo la retirada de Sánchez bajaría la temperatura de ebullición que han alcanzado los abusos. Aducen que un Sánchez dimitido tendría puente de plata para salir. En favor de su tesis argumentan con casos cercanos. Por ejemplo, el de Adolfo Suárez, primer presidente del Gobierno de la democracia, que padeció la confabulación de todas las fuerzas de izquierda y de derecha a la que vino a sumarse la persecución mediática más extrema. Fue la primera vez que se proclamó el “Vale todo”.
Dentro de UCD todo eran conspiraciones y enfrente los socialistas le habían declarado tahúr del Misisipi y advertido de que si una coalición fuera necesaria nunca sería contando con Suárez. Bajo diversas advocaciones todos coincidían en el propósito de acabar con él. Incluso los que le reconocían sus aciertos en la Transición querían quitárselo de encima. Claro que Suárez no era de antiguo abolengo, como dice de los Trotta Joseph Roth en la primera línea de su novela La marcha Radetzky. Decían que para sacarle de la Moncloa habría que recurrir a los bomberos y luego vimos como salió por su propia voluntad y propio pie.
Este concurso de todos en contra volvió a repetirse años después para terminar con Felipe González que padeció por culpa de algunos de los que en algún momento pudieron parecerle indudables. Y ahí van Luis Roldán, director de la Guardia Civil, Carmen Salanueva, directora del BOE y tantos y tantos. Un encono antifelipista que procedía de la convicción de que no habría manera de desalojarle por las buenas. Recuerdo la respuesta de González cuando quedaron patentes algunos de los primeros casos de corrupción. Nos dijo que no podía pensar que esos abusos se dieran en sus propias filas.
Pero es que todos estamos en un estado de naturaleza caída y la corrupción alcanza al propio colegio cardenalicio del que dijo el Papa Francisco que era la lepra de la Iglesia. Ahora nos dicen que la corrupción cero no existe. Tampoco existe el péndulo simple porque todo péndulo tiene un coeficiente de rozamiento en el punto de suspensión. De acuerdo, pero se trata de una cuestión de coeficiente. Hay péndulos capaces de oscilar durante años, otros se detienen a la tercera oscilación. Veremos.