Bieito Rubido-El Debate
  • A él le encantaría ir a la cumbre de La Haya y firmar el doble que los demás. Como buen megalómano, querría ser el campeón del atlantismo y que Trump lo invitase a su residencia de verano y, de paso, que Begoña confraternizase con Melania. Eso es lo que de verdad le vuelve loco a Sánchez

Se equivocan quienes creen que el ocupante actual de la Moncloa, Sánchez para el común de los españoles, es un enemigo de la OTAN. ¡Qué va! A Sánchez le encantaría ser el campeón del gasto militar. Pero no puede. Especialmente porque España arrastra una economía muy debilitada, a pesar de la propaganda del Gobierno. Además, sus socios de extrema izquierda no le apoyan y él carece de la mayoría suficiente para sacar un programa de gasto de tal envergadura en el Congreso de los Diputados. Si no tiene ni Presupuestos del Estado. Pero desengáñese, el alma de Sánchez solo atiende a la pulsión del poder, del oropel. A él le encantaría ir a la cumbre de La Haya y firmar el doble que los demás. Como buen megalómano, querría ser el campeón del atlantismo y que Trump lo invitase a su residencia de verano y, de paso, que Begoña confraternizase con Melania. Eso es lo que de verdad le vuelve loco a Sánchez.

Lo que ocurre es que la realidad es muy terca y le obliga a transitar otros caminos. No hay dinero porque, aunque recaudamos más que nunca –en realidad la palabra no es recaudar, es confiscar–, las cuentas generales bordean la quiebra. Nos atenaza la mayor deuda de nuestra historia y para colmo nos hemos enfadado con la mayoría de nuestros aliados atlantistas, con Estados Unidos a la cabeza. Trump ya nos amenaza con doblar los aranceles. Vamos, que este Sánchez no da una a derechas. Las da a la izquierda, claro está.

Ayer por la tarde, todos los informativos de los principales canales europeos denigraban nuestra actitud, la de España. Tachan a nuestro país de insolidario y apuntan al aislamiento diplomático que ahora mismo padecemos entre nuestros vecinos. Así es el personajillo que nos gobierna. Quiere ser noticia a toda costa. Además, le viene bien para que no se hable de sus asuntos internos: la corrupción que corroe los cimientos de su partido y del propio Gobierno.

Insisto en mi argumento inicial: la megalomanía de Sánchez le llevaría en condiciones normales a firmar el acuerdo de aumento del gasto militar, que en realidad ya firmó, con un enardecido entusiasmo. Solamente la coyuntura de la podredumbre que vive su entorno con la corrupción, la carencia de una mayoría, por tanto la dependencia de partidos de extrema izquierda, y el desastre real de la actual economía española explican, que no justifican, el esperpento que Sánchez ha protagonizado en estos días. Los hechos, sin embargo, son tercos.