Iñaki Ezkerra-El Correo

  • El objetivo era que Trump se fijara en el funambulista Sánchez, y lo ha logrado

Fue su objetivo desde el principio: llamar la atención de Trump, convertirse en el enemigo número uno de Trump, o sea, que Trump se fijara en él y supiera que existía. Sánchez tiene por táctica usar la política internacional como cortina de humo de la nacional, en la que atraviesa el peor de sus momentos. Por esa razón, cuando Trump se puso del lado de Putin, pensó que era su oportunidad para llamar la atención del vesánico huésped de la Casa Blanca abanderando la causa de la OTAN y de Zelenski. Pero Macron y Starmer le jamaron la tostada de ese liderazgo proucraniano y euroatlántico con el que soñaba. El resto de la historia responde al genuino ‘modus operandi’ de Sánchez, a su estilo voluble y exento de principios. Como no podía llamar la atención de Trump por la vía atlantista, decidió tomar el camino contrario, el antiatlántico, que además -pensó erróneamente- le saldría más barato. Sánchez ha ido a la cumbre de La Haya a hacer lo que sabe, lo que ha hecho en la política española: decir una cosa y la contraria, desdecirse sosteniendo a la vez que ratifica lo dicho; haciendo esos juegos de mal prestidigitador al que se le ve la carta escondida en la manga; negándose a ese gasto del 5% del PIB en Defensa que ha acordado la OTAN y firmando al mismo tiempo dicho acuerdo mientras les asegura a sus amigos de Sumar, y al Trump que quiere ganarse como enemigo, que el gasto será solo del 2,1%, y mientras a la par nos dice a los españoles que aún así cumplirá con lo pactado.

Sánchez creía que le iba a valer con los socios de la OTAN el truco de la mentira que no es mentira sino cambio de opinión. El resultado es un regreso a la soledad y al ridículo por los foros y cumbres internacionales a los que nos habituó Zapatero. Los dos últimos líderes que ha dado el socialismo español se han caracterizado por una patética fijación con los presidentes norteamericanos. Zapatero enfadó a Bush Jr. y no paró hasta que lo recibió Obama. Sánchez no paró hasta que Biden se dignó a mirarle y viajó a España para que Bego le pusiera la manita en la chepa. Ahora su objetivo era que se fijara en él Trump y lo ha logrado. Ha logrado que Trump encarne la lógica aristotélica frente a su mala sofística bélico-pacifista. Con ello dinamita los apoyos que se había ganado en la UE de Von der Leyen gracias a su abrazo a la Agenda 2030 y que le han permitido compensar su deriva desastrosa en la política interna y doméstica. Vuelve, así, a la escena el Sánchez más puro y auténtico, el resiliente, el resucitado, el funambulista que en una semana ha pasado del disfraz de enterrador a la sonrisa de plástico del vendedor de coches averiados. ¿Le espera el Peugeot para repetir la aventura de 2016, pero esta vez por las carreteras de Europa y América?