Agustín Valladolid-Vozpópuli

  • Pedro Sánchez es una víctima. Nunca supo nada. Un infeliz del que todos se han aprovechado. Lo que sigue es un aporte desinteresado a su estrategia de defensa

Estáis muy equivocados. Pedro Sánchez es un hombre honesto, cuyo principal pecado es la ingenuidad. Un cordero rodeado de lobos, un alma cándida a la que todos han utilizado y de la que todos se han aprovechado. Conmilitones, familia y amigos. Cuando todo esté patas arriba, todavía más patas arriba, esta podría ser su más eficaz línea de defensa. Argumentos no le iban a faltar. Porque Sánchez no ha llegado donde está por méritos propios, sino porque siempre ha habido alguien que le ha empujado. Por puro interés. O le ha hecho el trabajo sucio. Sin su consentimiento.

Con el ascenso y potencial caída de Sánchez se podría escribir un interesante thriller político; y psicológico. Me ofrezco a escribir el guion. Cinco actos con final creativo y un epílogo abierto, sin desenlace definido. Con este esquema:

Capítulo 1: Un ‘pelele’ en manos de Susana Díaz

El 26 de junio de 2014 el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez-Rubalcaba, anuncia su retirada de la política. La presidenta de Andalucía, Susana Díaz, aspira a liderar el partido, pero le preocupa que cale la sensación de que antepone su ambición personal a la responsabilidad contraída con su tierra. Y en una operación en la que también participan otros dirigentes, busca un segundón supuestamente manejable para que dispute las primarias a Eduardo Madina. La idea de Díaz y sus aliados es que el elegido, esto es Pedro Sánchez, renuncie a ser candidato en las futuras elecciones generales y deje paso a la lideresa andaluza para que sea esta quien aspire a recuperar para el PSOE el gobierno de la nación.

Pero antes hay que resolver un pequeño problema: cómo garantizar que sea un casi desconocido Sánchez, miembro de la cuadra de Pepe Blanco, y no Madina, el elegido por las bases. Lo primero que se intenta es que el vasco se retire de la carrera, misión que se encarga a José Luis Rodríguez Zapatero. A tal fin, el expresidente se persona en Tánger, donde Madina coge fuerzas antes de la batalla. Eduardo no da crédito: “¿Tú que fuiste uno de los que más me presionaste para que diera el paso me pides ahora que me retire?”. Madina manda a ZP a paseo, y este transmite de inmediato el mensaje.

Fracasado el Plan A, se activa el B. Hay que buscar a un tercero en discordia; alguien que le quite votos al “izquierdista” Madina y garantice la victoria de Sánchez, el “liberal”. Y el elegido, como no podía ser de otro modo, es un sevillano, un profesor de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada y portavoz de la corriente Izquierda Socialista. Un buen tipo al que utilizan (o se deja utilizar): José Antonio Pérez Tapias.

El resultado es el conocido: Pedro Sánchez logra el apoyo de un 47,63% de la militancia que acude a las urnas y Edu Madina se queda en el 36,15%. Pérez Tapias reúne el 15,26% de los votos, y probablemente impide la victoria de Madina. Misión cumplida. Es el 14 de julio de 2014, y no ha terminado aún el año cuando Susana Díaz empieza a temerse lo peor: Sánchez no va a cumplir con su palabra.

(Escena final: primer plano de un Pedro Sánchez afligido, con cara de no entender lo que ha pasado. Un ‘pelele’ que por la presión de terceros, y muy a su pesar, se ve obligado a romper su compromiso con la presidenta andaluza.)

Capítulo 2: El ‘comando’ Luena

El 20 de diciembre de 2015 se celebran elecciones generales. Como se temían Díaz y otros, Pedro Sánchez corrobora la traición y se presenta como candidato del PSOE. Unos meses antes, 1 de junio de ese mismo año, un tal Santos Cerdán había comprado en contrato privado al empresario Joseba Antxon Alonso Egurrola el 45% de la empresa Servinabar 2000, S.L. El PSOE se queda en 90 escaños y es el PP de Mariano Rajoy el que gana las elecciones con 123 diputados, pero el gallego no consigue formar gobierno y hay que repetir los comicios

El 26 de junio de 2016 los españoles vuelven a las urnas. El PP mejora y alcanza los 137 diputados. El PSOE obtiene el peor resultado de la historia: 85 asientos en el Congreso, pero Sánchez, que había garantizado a Felipe González y otros dirigentes socialistas que se abstendría, vuelve a incumplir la palabra dada y se niega en redondo a poner fin a una etapa de bloqueo político e institucional permitiendo que gobierne el partido más votado. Ha vuelto a pasar. Él, un pobre hombre de espíritu débil e influenciable, se deja arrastrar por los que le piden que intente formar un primer gobierno Frankenstein con los nacionalistas y la izquierda radical. Y claro, los resentidos le acaban pasando factura.

El 28 de septiembre diecisiete miembros de la Ejecutiva del partido, entre ellos todos los andaluces menos uno, además de Carme ChacónGarcía-Page y Ximo Puig, entre otros, presentan su dimisión, lo que debería haber acarreado el inmediato desistimiento del secretario general. Sin embargo, los que manejan los hilos que mueven la voluntad del pobre Sánchez le aconsejan resistir e ir a un caótico Comité Federal que restaure su autoridad. El encargado de organizar la respuesta es el secretario de Organización, César Luena, que cuenta con un apoyo fundamental: Rodolfo Ares, hombre de la máxima confianza de Patxi López (ojo con este dato que aclara algunas dudas sobre lo que vino después).

Finalmente, el Comité Federal se reúne el sábado 1 de octubre. Los del ”Comando Luena”, que así lo denominó Toni Bolaño en una jugosa crónica en La Razón, intentan de entrada imponer su voluntad sin que haya votación, pero al final transigen. Aunque no se rinden. Escribe Bolaño: “La imagen del pucherazo era una urna camuflada tras un biombo, fuera de foco para que nadie garantizase las mínimas garantías democráticas”. Los gritos de “¡pucherazo, pucherazo!” se escuchan hasta en la Parroquia del Inmaculado Corazón de María, pero tras descartarse la votación secreta que querían los “pedristas” y votarse finalmente a mano alzada, el resultado no ofrece dudas: 132-107. Sánchez dimite.

(Escena final: primer plano de un Pedro Sánchez muy, muy afligido, que se despide proclamando que “ha sido un orgullo”, y que él no quería esto.)

Capítulo 3: Navarra Connection sale al rescate

Del Comité Federal sale una gestora que, presidida por el asturiano Javier Fernández, se dispone a dejar que gobierne Rajoy y a organizar el congreso socialista. Un Sánchez vapuleado, casi aliviado, y con la imagen por los suelos tras el fallido intento de manipular la votación en el Comité Federal, cree que ya no va a tener una nueva oportunidad. Pero se equivoca. Hay quien detecta un creciente malestar en unas bases muy radicalizadas. Pero no con Sánchez, sino con quienes han tomado la decisión de abstenerse en el Congreso para dejar campo libre al PP.

Este es un momento clave que va a condicionar de forma implacable el futuro. Contra todo pronóstico, en la gestora nadie promueve lo que ante la gravedad de lo ocurrido muchos creían que era de manual: abrir un expediente de expulsión a los responsables del intento de pucherazo. Pero no lo hicieron. Y dejaron con vida a quien creían muerto. El propio Sánchez se creía muerto. Y, sin embargo, como antes Susana Díaz, Zapatero, Luena et alii, alguien pensó que a este buen hombre, a este pan bendito al que todos habían utilizado, aún se le podía sacar algo más de jugo. Y así fue como le convencieron para que diera la vuelta a España y se presentara a las primarias que iban a decidir el nombre del nuevo líder del partido.

El 26 de octubre de 2016 Sánchez lo anunciaba en X: “El lunes cojo mi coche para recorrer de nuevo todos los rincones de España y escuchar”. Unas semanas después, 19 de diciembre, la empresa de Santos Cerdán, Servinabar 2000, transfería a una sociedad de Koldo García, Noran Cooperativa, una primera cantidad de 4.200 euros, seguida de otra remesa de 3.000 euros el 30 de ese mismo mes. Pero fue en enero de 2017, después de que Sánchez oficializara su candidatura a competir de nuevo por la secretaría general del PSOE, cuando se redobla la apuesta y Cerdán transfiere a Koldo otros 40.000 euros.

La tournée todavía iba para largo y los tres mocetones que llevaban al candoroso de Sánchez de un lado para otro eran de buen comer. Así que convenía que la caja de resistencia estuviera bien abastecida. José Luis Ábalos, uno de los más firmes apoyos de Sánchez en los buenos y malos momentos, ya formaba parte por derecho propio, y por necesidades múltiples, del plan trazado para que la Navarra Connection pasara a jugar, gracias a Sánchez, en la liga nacional desembarcando en Madrid.

(Escena final: Pedro, afligido, en la soledad de una humilde habitación de la casa de un compañero de partido, ubicada en una aldea de Tierra de Campos, llama a Begoña: “No sé qué hago aquí. Esto no está pagao. No sabes los viajes que me dan estos tres”.)

Capítulo 4: El tonto útil

Muy telegráfico. Las primarias, las segundas, se han convocado el 21 de mayo de 2017. Mismo esquema que en las anteriores; aunque cambian algunos protagonistas. Para empezar, dos de los candidatos. Esta vez el del aparato no es el fake de 2014, sino Susana Díaz. Pedro Sánchez ha dejado de ser aquel liberal secundario que se enfrentó al rojeras de Madina y se presenta como el favorito de la militancia. La Navarra Connection se pone en marcha. Hay que encontrar otro tonto útil que reduzca las opciones de la dirigente andaluza. Y el eje Cerdán-Ares lo tiene claro: Patxi López. Es un sinsustancia. El tipo que malbarató la única oportunidad que, con el poder autonómico en sus manos, ha tenido el constitucionalismo de ampliar su espacio en el País Vasco. Pero da el pego. ¡Esa voz de bajo! Resultado: Sánchez, 50,21%; Díaz, 39,94%; López, 9,85%. Misión cumplida.

(Escena final: Pedro, contento pero siempre un punto afligido, recibe en su despacho a Patxi López. Le regaña: “Lo de ‘Pedro, ¿tú sabes lo que es una nación?’, te lo podías haber ahorrado”. López baja la cabeza y con voz apenas audible replica: “Es que estaba en el guion”. Sánchez sube el tono y contesta: “¡Pues que sea la última vez!”. Y en efecto, así ha sido.)

Capítulo 5: Juego de tronos

Sánchez, con su raquítica representación en el Congreso, 85 diputados, hace lo que le dicen: dirige el partido con mano firme y un estilo de oposición de elevada dureza. Pero no da más de sí. Para eso están los asesores. Iván Redondo, un consultor político que había trabajado para el PP y ha cambiado de cliente, tiene gran ascendencia sobre Sánchez. Le explica a Pablo Iglesias su teoría del ajedrez aleatorio, consistente en hacer jugadas muy arriesgadas que, de tener éxito, alteran por completo la distribución de fuerzas en el tablero.

La buena sintonía entre Pablo e Iván, grandes consumidores de series políticas, cristaliza cuando unas valoraciones políticas del juez José Ricardo de Prada, extraídas de la sentencia sobre la Caja B del PP, y luego desautorizadas por la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, les brindan la oportunidad de llevar al terreno de la realidad sus ensoñaciones: imaginan la moción de censura. A Sánchez nunca se le habría ocurrido, y le convencen fácilmente. De la izquierda se ocupa un Iglesias en pleno apogeo (71 diputados). ¿El PNV u Junts? Eso va por otro camino. Cuestión de precio.

El 1 de junio de 2018 Pedro Sánchez gana la moción presentada contra el gobierno de Mariano Rajoy. Ha sido muy comentada la pasión y convicción con las que el portavoz socialista, José Luis Ábalos, ha defendido desde la tribuna la iniciativa, fundamentada en la urgente necesidad de extirpar para siempre la corrupción política.

(Escena final: Pedro, ya no tan afligido, de pie junto a Begoña en medio del dormitorio en el que a partir de ese día el matrimonio pasará muchas noches, da su primera orden como presidente: “Cámbiese el colchón”.)

Epílogo: A mí que me registren

Última escena. Pedro Sánchez está desayunando. Mesa repleta de periódicos. No hay ningún fotógrafo de los que Presidencia tiene en plantilla, así que la “primera” que tapa las del resto es la de El Mundo. Pero lo que está leyendo el presidente mientras moja el croissant en el café es El País. Desde atrás, el plano cenital de la cámara-dron nos descubre el artículo que concentra toda su atención. Lo firma Ignacio Sánchez-Cuenca, catedrático de Sociología de la Carlos III y miembro del Comité Científico de la Fundación Avanza, que preside el propio Sánchez. Un amigo. El artículo lleva por título “Pedro, yo sí te creo”. La cámara se mueve y nos muestra el perfil del presidente. Acaba de iniciar su lectura. Todavía sonríe.

Sin embargo, cuando el plano poco a poco desciende y se sitúa frente al personaje, lo que vemos es un hombre cuyo rostro va del pasmo a la irritación. Ha llegado al último párrafo: “Con esto no quiero decir que el escándalo haya de quedar impune. Hay otras soluciones que creo que tienen más sentido. Una de ellas, que apenas se menciona, es que Sánchez renuncie a ser candidato en las próximas elecciones y abra un proceso de renovación en el partido. Creo que esta opción es digna de consideración. Cerraría el paso a la acusación de la oposición de que Sánchez es un tirano que quiere perpetuarse en el poder. No se llevaría por delante al Gobierno. Y precipitaría los cambios en el Partido Socialista. Por si esto fuera poco, mostraría que la corrupción tiene consecuencias políticas”.

Sánchez, ahora sí, más hundido que afligido, tiene la mirada perdida. Él no ha hecho nada. Es una víctima. De Susana, de Zapatero; de Luena, Ábalos, Cerdán y Koldo. También su mujer es una víctima. De los Hidalgo y Barrabés. Y su hermano. También un pobre infeliz, un juguete en manos de Gallardo, que es un trepa. Definitivamente, tiene que hablar con un abogado. No fuera ser que lo del disco duro de José Luis vaya a ser verdad. Eso es. Esa es la salida. Él no sabía nada. Nunca ha sabido nada. Es el principal damnificado de esta enrevesada historia sin aparente final. Se lo dijo el otro día en Bruselas a la descarada de la Meloni, que lo interpeló: “Io, carissima Giorgia, ero all’oscuro di tutto. Ti giuro”. Vuelve a sonreír. Le parece una brillante estrategia de defensa. Y esta vez se le ha ocurrido solo a él.