Carmen Martínez Castro-El Debate
  • Pero lo peor de esta sentencia no es lo que dictamina sobre el pasado sino lo que augura para el futuro

La mayoría de nosotros no somos expertos en derecho constitucional y no estamos en condiciones de valorar si la ley de amnistía vulnera la Constitución en principios tan sustanciales como la separación de poderes, la prohibición de la arbitrariedad, la exclusividad jurisdiccional o el derecho a la tutela efectiva de las víctimas. Como ese conocimiento no está al alcance de la mayoría recurrimos a los expertos y son legión quienes discrepan abiertamente de la sentencia que acaba de dictar el Tribunal Constitucional.

No somos expertos, pero tampoco somos tontos. Sí sabemos que esta ley rompe el principio de igualdad entre los ciudadanos y que sólo ha tenido una justificación, garantizar la impunidad del golpismo a cambio de que sus siete diputados votaran la investidura de Pedro Sánchez. Esta transacción inmoral, esta autoamnistía ajena al interés general, la confirmó el propio Sánchez cuando definió lo ocurrido con su famoso «hacer de la necesidad virtud». Como necesitaba los votos de Puigdemont, la amnistía inconstitucional y antidemocrática se convirtió de golpe en un virtuoso instrumento de normalización política.

Pero ese engaño masivo del PSOE a sus votantes fue solo el inicio de una sucesión de abusos antidemocráticos. A la mentira inicial le siguió una elaboración oscurantista dictada por sus beneficiarios, luego una tramitación parlamentaria atropellada y arbitraria. Se hurtó su debate a los órganos constitucionales, no se quiso escuchar la opinión mayoritaria de los ciudadanos ni de los expertos, se ignoró al Senado y cuando llegó al Constitucional se repitieron las tropelías. Se ha expulsado de las deliberaciones a un magistrado aplicando un criterio contrario a la propia jurisprudencia del TC. Los plazos se han acelerado por razones de interés político y no se ha querido esperar al dictamen de la justicia europea. Además, la sentencia se ha elaborado por un sector del Tribunal sin dar cuenta al resto de magistrados, que se enteraron de la ponencia por los periódicos. No hubo discusión ni debate, solo un trágala. Otro más. Conde Pumpido y sus soldados han hecho del Constitucional otra pared del muro de Sánchez y además presumen de ello. Si la ley fuera tan justa y tan beneficiosa como alegan sus promotores, estos no tendrían que haber incurrido semejante colección de trapacerías para sacarla adelante.

Pero lo peor de esta sentencia no es lo que dictamina sobre el pasado sino lo que augura para el futuro. La sentencia de la amnistía sienta las bases para nuevos atropellos e imposiciones de la mayoría parlamentaria sobre cualquier asunto y sin ningún tipo de restricción. Vayan apuntando en la lista la financiación singular para Cataluña, la ruptura de la Seguridad Social o el referéndum de autodeterminación, que tampoco está prohibido expresamente por la Constitución y, en virtud de esta nueva doctrina, se puede aprobar si así lo decide una mayoría del Congreso.

El concepto de Constitución abierta que se han inventado Pumpido y sus secuaces para encajar esta ley cierra la puerta a los fundamentos de una democracia liberal. La Constitución ya no nos amparará contra los abusos del poder, sino que vendrá a legitimarlos, como ha ocurrido con la amnistía. La mayoría parlamentaria se erigirá en un poder fuera de control y la mayoría de izquierdas del constitucional en un nuevo poder constituyente. En definitiva, una democracia Frankenstein.