Jesús Cuadrado-Vozpópuli

  • Lo urgente es poner fin a un gobierno que, para sobrevivir, necesita ir destruyendo la España del 78

Tribunales y policía judicial van retratando 25 años de desmantelamiento del Partido Socialista como organización democrática. Audios y documentos de las investigaciones dibujan la práctica de un Patrimonialismo de libro, que Max Weber definió como sistema de poder en el que se confunde lo público y lo privado. El puzle que está completando el Tribunal Supremo refleja conexiones de los tres secretarios de organización que han controlado el partido desde el año 2000: José Blanco, con Zapatero, José Luis Ábalos y Santos Cerdán, con Sánchez.

Nada define mejor el estado clínico de la organización socialista que la invitación de Patxi López a Felipe González para que abandone el partido. Sí, señores, Patxi López. Advertencia para quienes creen que, después de Sánchez, volverá el PSOE de la Transición. Para averiguar a qué nivel de degradación se ha llegado, los firmantes del manifiesto del pasado sábado que exigen elecciones y la “regeneración ética del partido” tendrían que haberse pasado por las agrupaciones locales socialistas. Habrían comprobado que esos militantes de los que hablan están con Patxi y odian a Felipe.

Infectado por las prácticas extractivas del Patrimonialismo, ese partido no tiene cura. Creo que fue un famoso torero el que dijo aquello de “lo que no puede ser no puede ser y además es imposible”. Pues, eso. El voluntarismo de quienes creen que aún hay posibilidad de rehabilitacion remite al teatro del absurdo de los años de la postguerra. Como los personajes de Eugène Ionesco y Samuel Beckett, estos socialistas indignados con Sánchez esperan que ocurra algo, no quieren perder la esperanza en la restauración de un partido hoy inexistente. Desean que vuelva, como se espera la entrada en el escenario de los personajes teatrales Godot o “la cantante calva”. No aparecerán porque no existen.

Lo urgente hoy en España, a la vista de los resultados, es librarse de estos tipos que están convirtiendo en autocracia la democracia liberal alcanzada por los españoles hace casi cincuenta años

Si había dudas, la UCO está levantando acta de la defunción. Llegados a este punto, es contraproducente hacer creer que una socialdemocracia liberal puede reiniciarse en un PSOE más sanchista que el propio Sánchez. Le ha seguido con sumisión bovina contra la amnistía y a favor de la amnistía, contra el cupo y con el cupo…Los militantes socialistas practican el tribalismo hasta el punto de aplaudir la humillación de ver cómo Cerdán Zapatero negociaban en Suiza el futuro de España con delincuentes.

El PSOE de la Transición, degradado por los Pepiño, Ábalos y Cerdán en trayectorias enlazadas, es un país al que es imposible volver. Lo urgente hoy en España, a la vista de los resultados, es librarse de estos tipos que están convirtiendo en autocracia la democracia liberal alcanzada por los españoles hace casi cincuenta años. Cuando Felipe González explica por qué no puede votar a un Partido Socialista responsable de una “autoamnistía” corrupta -un golpe de Estado contra la Constitución- está representando a quienes huyen de una organización no democrática.

El Patrimonialismo, basado en gobernar sin frenos morales, ha corrompido el PSOE hasta la raíz. La ensoñación de intentar resucitar a un muerto no va a evitar que cientos de miles de exvotantes socialistas le abandonen y busquen la opción que pueda restaurar la democracia gravemente deteriorada, como demuestra la movilización de jueces y fiscales. Cuando González declaró que se aparta del partido que él refundó, le faltó extraer la consecuencia lógica: para los votantes del centroizquierda liberal, la opción para poner fin a los desmanes de Sánchez es votar a Núñez Feijóo. Los militantes socialistas, fanatizados sin remedio, le van a crucificar en cualquier caso, como se puede comprobar con un simple paseo por las redes sociales.

Que ninguna agrupación socialista entre miles haya emitido señal democrática alguna en siete años -indulto general, malversación, mesa en Suiza, cupo catalán, etcétera- es prueba palmaria de la muerte cerebral del sujeto.

Si están pensando en preservar al Partido Socialista porque poniendo fin al sanchismo “se acabó la rabia”, están en las nubes. El único partido socialista realmente existente es el sanchista. Cuando se hace referencia a un supuesto islote de GarcíaPage en Castilla-La Mancha, convendría no olvidar qué le pasó a Lambán. Perdido el gobierno regional, la enviada de Sánchez, Pilar Alegría, tardó horas en hacerse con toda la organización, incluidos los fieles del expresidente aragonés. Que ninguna agrupación socialista entre miles haya emitido señal democrática alguna en siete años -indulto general, malversación, mesa en Suiza, cupo catalán, etcétera- es prueba palmaria de la muerte cerebral del sujeto.

Para los españoles, lo menos importante es qué futuro le espere al Partido Socialista, cuyo única opción es convertirse en auxiliar de sus fatídicos aliados. Lo urgente es poner fin a un gobierno que, para sobrevivir, necesita ir destruyendo la España del 78.