Juan Carlos Girauta-El Debate
  • «Vale que técnicamente Santos Cerdán era un afiliado socialista, tenía un carné y toda la vaina. Pero sus presuntas raterías son incompatibles con el socialismo. Por tanto, nosotras y nosotros no tenemos la menor relación con él. Nos es ajeno. Es que no sé cómo decírtelo ya. Y tú sigues callado»

ASantos Cerdán no lo recuerdan en el partido socialista. Si lo mencionas entornan los ojos. Por ese nombre no les viene nada. Nada relacionado con ellos ni con su partida o partido, aunque sepan quién es. Ellos también ven la tele, y fíjate que hasta en los programas que gustan a los progresistas se habla de Santos Cerdán, y de que es un mal tipo. Confundido por la superposición cuántica de Santos Cerdán, llamo a Marisú:

—A ver cómo te lo cuento, Chiqui. Si hasta el de los tres pares de calzoncillos, ahora mismo no recuerdo cómo se llama, Ferrari, o Ferrero Roché, o algo así… si hasta él está denunciando las tropelías de Santos Cerdán, ¿cómo va a ser el reo ese un socialista, un izquierdista, gente de progreso?…

Déjame que te cuente, que estás muy callado y eso en ti es muy raro, no me das retroalimentación. Vale que técnicamente Santos Cerdán era un afiliado socialista, tenía un carné y toda la vaina. Pero sus presuntas raterías son incompatibles con el socialismo. Por tanto, nosotras y nosotros no tenemos la menor relación con él. Nos es ajeno. Es que no se cómo decírtelo ya. Y tú sigues callado.

—No te gusta cuando callo.

—No.

—Porque estoy como ausente.

—Podríamos decir que va por ahí.

—Pues voy a decirte un par de cosas. Tranquila.

—Dale, Chiqui.

—Los hermanos Izquierdo, los asesinos de Puerto Hurraco, eran militantes socialistas.

—Sí, qué cosas, ¿verdad? Muy bien traído, Chiqui, muy bien traído. Eran del partido pero no tenían la menor relación con el partido porque eran asesinos.

—¿Cuántos nombres quieres que te dé?

—¿De qué?

—De asesinos socialistas.

—Vamos a llevarnos bien. Tú te refieres a la guerra, ¿no?

—Me refiero a los años treinta, sí. Con antecedentes.

—Es que no sé a qué viene hablar de esa época.

—Es la memoria histórica, hija mía.

—Memoria democrática. Hay una cosa que no queréis entender los ultras: si alguien asesina, viola o roba, no puede ser de izquierdas. Por definición y por principio.

—Entiendo. Entonces, ese alguien, ¿sería más bien de derechas?

—Pues mira, de algún modo… ¡sí! El robo es de derechas porque es injusto.

—¿Y el robo justo? ¿El robo para comer?

—Ese es de izquierdas. Condenado, que has dado tú mismo con la esencia de la izquierda: lo justo es de izquierdas.

—Y lo injusto es de derechas.

—Tus palabras.

—No, oye, que yo le veo un valor tremendo a lo que estáis haciendo tanto el Gobierno como el partido socialista…

—Gracias, Chiqui.

—Tiene mucho mérito colar al personal un concepto semejante de izquierda y derecha. Tan resistente como para que afirmes delante de los micrófonos que el número dos de tu partido no tiene relación con tu partido. Y que además tu gente se lo crea. Entiéndeme, los demás nos partimos el pecho los unos y nos cabreamos los otros. Pero ser de izquierdas, en realidad, es creerse cualquier cosa.

—Chiqui, que ibas bien…