Editorial-El Correo
- La decisión de BBVA de mantener la fusión pese a las exigencia del Gobierno se topa con la venta de la filial británica del Sabadell a su rival
El BBVA no se había quedado de brazos caídos tras ver comprometida su opa sobre el Sabadell debido a las duras condiciones impuestas por el Gobierno de Pedro Sánchez. El banco vasco decidió mantener la oferta contra viento y marea, confirmada el lunes por unanimidad de su consejo de administración. Apenas una semana después del revés, refrendaba su fuerte compromiso por la operación convencido del «enorme valor» resultante de la fusión para los accionistas de ambas entidades, a pesar de los obstáculos que salpican el proceso en los 14 meses que lleva en marcha. El último de ellos, el interés que ha despertado en la competencia la filial británica de la firma catalana. En un nuevo giro de guion, el consejo de administración del Sabadell anunció ayer la venta de TSB al Santander por 3.000 millones de euros tras haberse dejado querer también por Barclays.
Se trata de un acontecimiento sobrevenido que añade incertidumbre a la opa. El Banco Sabadell debe trasladar ahora la decisión de desprenderse de su sello en el Reino Unido a su junta de accionistas, lo que provocaría un nuevo retraso para los plazos que maneja BBVA, ya extendidos en el tiempo más de lo que se imaginaba. Y no es una venta baladí. La filial de la entidad catalana es un importante activo -su valor equivale al 20% de lo que capitaliza el Sabadell- que intensificaba el interés de la entidad que preside Carlos Torres. De un banco vasco que se había marcado el objetivo de seguir adelante con la opa, a pesar de la obligación de mantener al Sabadell por separado durante tres años, prorrogable a dos más, y de no despedir a trabajadores de prosperar la operación.
La firme voluntad expresada por BBVA con la opa, avalada por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia y el BCE, revela que había estudiado a fondo eventuales dificultades como medida de prevención tras el fracaso experimentado en 2020 en el anterior intento de transacción. Pero una cosa es asumir una compra sin fusión inmediata, producto de las exigencias del Ejecutivo para preservar la autonomía de ambas entidades durante cinco años como máximo, y otra bien distinta es el riesgo de que el Sabadell pierda algo de tirón si finalmente sus accionistas dieran luz verde a la venta de TSB a un rival como el Santander. Una pérdida que podría trastocar en cierta medida el objetivo final de ganar envergadura en casa para poder competir con otros grandes bancos europeos, asignatura pendiente del sector en España.