Francisco Rosell-El Debate
  • En medio del marasmo, un Gobierno a la deriva trata de achicar el agua enlodada de rapiña e incompetencia, mientras fantasea con excusas ridículas e inventa sabotajes con ministros —como el ‘catenario’ Puente— haciendo mutis por el foro

En la cleptocracia sanchista, donde la obra pública se concibió desde primera hora como botín por «la banda del Peugeot» que asaltó el PSOE y la Moncloa, era palmario que esa corrupción sistémica redundaría en un desbarajuste de la gestión de los servicios públicos como caras de la misma moneda que el electorado arrojó al aire al votar. Por eso, aunque fuera previsible dadas sus continuas invocaciones al «Yo o el caos» —como si fueran incompatibles—, ‘Noverdad’ Sánchez ha hecho una sonora realidad de aquella histórica portada del semanario Hermano Lobo en la que el orador traslada ese dilema al gentío que corea al unísono: «El caos, el caos». Sin perder un segundo, el tribuno zanja: «Es igual, también somos nosotros». Y tanto.

Al cabo de este septenio, el Gobierno del insomnio contra el que advirtió Sánchez —para luego ser el «extraño compañero de cama» de Pablo Iglesias y volverse de su condición tras compartir almohada— sume en una pesadilla a ciudadanos a los que convierte en chivos expiatorios de sus desafueros. Si el ‘canciller de hierro’ Bismarck se levantara de su tumba, quizá rectificaría su apreciación de que España es el país más fuerte del mundo, pues «los españoles llevan siglos intentando destruirlo, y no lo han conseguido». Estuvo a punto de lograrlo el felón Fernando VII y reincide hoy con contumacia quien lo reencarna siglos después.

En medio del marasmo, un Gobierno a la deriva trata de achicar el agua enlodada de rapiña e incompetencia, mientras fantasea con excusas ridículas e inventa sabotajes con ministros —como el ‘catenario’ Puente— haciendo mutis por el foro y asomando, si acaso, para expandir tinta de calamar y empuercar a compañías privadas y rivales políticos. Bastante tiene, desde luego, este ministro fijo discontinuo de Transportes tras sus supuestas auditorias sobre su antecesor Ábalos que han resultado más falsas que un duro de cartón y de su financiación, con el plácet de la vicepresidenta Montero, de obras teñidas de sombras. Todo un Puente sobre aguas turbulentas en un gabinete que es un «cúmulo de circunstancias» sin remedio.

En su indignación, a los desasistidos y desesperados viajeros les bailan las leyendas de los cárteles de disculpa que serpentean estaciones y aeropuertos hasta hacerles leer: «Robamos por usted. Disculpen las mejoras». Como en el chiste vasco, o se está a Rolex o a setas. Si se está a robar, malamente se puede administrar nada que no sea el escamoteo del pillaje. Por eso, el país mangas por hombro debido a un progreso involutivo que avería esta España cuyo cambio cifró Felipe González en que funcionara. No pasmará, pues, que haya inquiokupas sanchistas que promuevan la expulsión del refundador del PSOE. Claro que, si a González le diera por acudir al comité federal del sábado, aunque solo fuera para espetarles «estoy de todos nosotros hasta los cojones», la Ejecutiva se metería bajo la mesa y ‘el galgo de Paiporta’ escaparía como rata por tirante. Pero el viejo gato ya no caza ratones y preserva su negra honrilla mostrando su papeleta en blanco contra Sánchez.

Por esa vía de abyección y de negligencia, la ciudadanía siente vivir amarrado al cadáver de un Sánchez que los pudre evocando la muerte cruel que Mecencio, rey de Etruria, reservaba a sus prisioneros. No obstante, éste pugna, dando brazadas de náufrago, por ganar la orilla de la impunidad. Anhela ampliar la «autoamnistía» con la que le compró su pervivencia en la Moncloa al prófugo Puigdemont con otra cédula hipotecaria. Con su exjefe de estado mayor socialista, Santos Cerdán, en la trena, donde despacha con la cloaca que montó en Ferraz contra jueces, fiscales y periodistas como lo harían los capos mexicanos, Sánchez comisiona al expresidente Zapatero para que mercadee otro pacto de consanguinidad en el delito con el fugado del capó.

Con la Gran Cruz de San Raimundo Peñafort que le ha otorgado el triministro Bolaños colgada en bandolera, el amigo de «Supercerdán» corteja al fugitivo de Waterloo para que, con la rapidez con la que los forajidos desvalijaban diligencias, conceda su venia a la contrarreforma que tiene en pie de guerra a la Justicia y ponga a ésta a las órdenes del Ejecutivo sepultando la división de poderes. Echándose esa ley al coleto, el «Último de la banda del Peugeot» se granjearía la inmunidad para sí y los suyos. No es moco de pavo para quien, según ha declarado a Ok Diario su exmozo de espadas Ábalos, podría haber incurrido en un delito de revelación de secretos al chivarle en 2023, en una cita en la Moncloa, que la UCO investigaba a Koldo García.

Tras el encuentro cerca de Zúrich, Puigdemont exige, como contraprestación, que el «Consell de Justicia de Catalunya» subsuma, pese a su inconstitucionalidad dictada por el Tribunal de Garantías cuando no lo presidía el protervo Pumpido, las atribuciones del Consejo General del Poder Judicial en cuanto a nombramiento de presidentes del Tribunal Superior de Justicia y de sus Salas, así como los de las Audiencias, además de designar y cesar jueces temporales. Con el libramiento de ese nuevo cheque a Puigdemont, España saldría del todo de Cataluña y sería su colonia tributaria con una financiación singular y otras alcabalas que costearan los dispendios del separatismo hasta que le salga a cuenta segregarse. Merced a ello, adquiría cuerpo de ley la chanza de Francesc Pujols, filósofo de cabecera de Dalí, de que los catalanes dispondrían de todos los gastos pagados por serlo. Mediante ese endoso, Sánchez tendría la patente de corso de una contrarreforma judicial que le libraría del banquillo y le ahorraría el mal trago del resto de la cuadrilla del Peugeot.

Ello obliga a refundar la nación y reedificar el país con denuedo. A ello debería consagrarse este fin de semana Feijóo en este XXI congreso del PP de su reelección, aunque tenga los visos de una convención electoral, una vez dispone del pretorio que quería. Pero ésa es, como repetía el cantinero de «Irma la Dulce», otra historia… que está por averiguar. A ver si, entre las ruinas, el partido más votado de España abre ventanas que permitan ver un futuro más despejado.