Ignacio Camacho-ABC
- Mientras el oficialismo blinda la responsabilidad de Pedro, Cerdán y su entorno construyen el relato de un contubernio
No deja de resultar llamativa la forma en que el sanchismo en pleno, desde el Partido Socialista hasta sus más fieles escuderos mediáticos, le ha retirado todo atisbo de presunción de inocencia a Cerdán y, por extensión, a Koldo y a Ábalos. Lo menos que los han llamado ha sido traidores y sinvergüenzas, arrojándolos a los pies de los caballos (judiciales y de la opinión pública) en un intento desesperado por trazar un cordón de seguridad en torno al liderazgo, el objetivo último al que a toda costa hay que poner a salvo. Pero al mismo tiempo, la ‘fontanería’ paralela que trabaja para desacreditar a la Guardia Civil y a ciertos jueces ha empezado a construir el relato de una conspiración, un contubernio subterráneo urdido en las alcantarillas del Estado. Una narrativa idéntica a la que usaron los ‘procesistas’ catalanes y que el propio Gobierno terminó aceptando al promulgar una amnistía cuyo preámbulo recoge buena parte de ese argumentario.
De momento se trata sólo, en teoría, de la línea de defensa de Cerdán y su letrado separatista, plasmada en el recurso contra el auto de prisión preventiva. Esa exposición dibuja el retrato de un Koldo ‘patriótico’, una especie de doble agente colaborador de la UCO e infiltrado en el núcleo duro sanchista para desestabilizar a sus miembros grabando conversaciones que vendrían a suponer la figura jurídica de la incitación delictiva, la provocación para que el ‘Santos inocente’ cayera en una celada política. Como es natural, la pretensión de esa estrategia no aspira a que el Supremo compre tan zafia mercancía sino a prefigurar el futuro alegato ante un Tribunal Constitucional proclive a amparar intereses gubernamentales con creativas interpretaciones garantistas. Y a sostener mientras tanto el ánimo de esos simpatizantes cuya moral decaída puede confortarse con la idea de que los presuntos culpables sean en realidad las víctimas de una sucia intriga.
Así todos los flancos débiles quedan provisionalmente cubiertos. Por un lado, el oficialismo blinda las responsabilidades de Pedro. Por otro, el ex secretario de Organización y su entorno alimentan el instinto paranoico de los votantes irredentos que necesitan aferrarse a una explicación alternativa, un margen de duda siquiera con el que rebatir la crudeza de los hechos. Si los indicios se convierten en pruebas durante el proceso, el Ejecutivo seguirá refugiado tras sus cortafuegos, al menos mientras las evidencias no señalen al presidente de modo directo. Y si Pumpido y sus colegas dejan algún resquicio abierto, el aparato de propaganda condecorará sin pudor a quienes ahora ha fulminado con su más hueco repudio ético –como a los condenados de los ERE–y desatará sobre la justicia, la oposición y el periodismo una tormenta de rayos y truenos. Siempre, claro está, que Koldo no guarde material secreto para reventar todo el tinglado desde dentro.