- No convocar ya elecciones es una agresión a España y, también, un suicidio para un partido que en 2027 puede ser el Pasok
Las cábalas sobre cuándo le interesa a Pedro Sánchez convocar elecciones generales, si ya mismo, en 2026 o al final de la legislatura, parten de una premisa equivocada: la posibilidad de remontada, inducida por políticas de confrontación que movilicen a su tradicional base electoral, de la que han huido en estampida las mujeres y los jóvenes, o un golpe de fortuna aritmético que le permita repetir el matrimonio de conveniencia que le ha dado siete años inmerecidos de poder, retorciendo como nadie las reglas de juego para obtener por lo criminal lo que no podía conseguir por lo civil.
Esa teoría supone que el PSOE, en el peor de los casos, quedará en segunda posición, con un número de diputados suficiente incluso para sumar con los mismos grupos que hicieron prosperar la moción de censura y todas sus investiduras, esa coalición de enemigos de la Constitución, de sus valores y de sus normas que ha encontrado en Don Teflón el cómplice inesperado para hacer prosperar todas sus tropelías.
Y eso puede ser cierto ahora, con los sondeos fiables en la mano, pero puede diluirse si se prolonga una agonía en la que el capitán del barco ha llevado a su partido, y lo que es peor a su país, al centro de la tempestad y pretende erigirse ahora en el capitán que lo sacará de ella: como si un pirómano se presentara de bombero, un ladrón de policía o un agresor sexual de paladín de las mujeres.
La realidad es que, cuanto más espere el PSOE a acudir a las urnas, más correrá el riesgo de seguir los pasos de sus homólogos en Grecia, Alemania o Francia y más factible será que la competición electoral se circunscriba a un único gran partido con porosidad en todas las capas sociales, el PP, y una alternativa que en origen bebió de la base electoral de los populares y hoy vuela solo, creciendo y sin que se adivine su techo, que es Vox.
El compromiso de Feijóo de que, nada más llegar al Gobierno, derribará el muro entre españoles levantado irresponsablemente por Sánchez, es un buen mensaje para moderar la crispación y recordar que, en lo sustantivo, los españoles suelen estar de acuerdo. Pero también es un indicio de que el tablero electoral camina hacia una posición hegemónica en la que al PSOE solo le quedará la opción de dejar gobernar a cambio de que no le den la puntilla que un ya defenestrado Sánchez se merece.
Que el PP pueda elegir, llegado el momento, entre explorar acuerdos con Vox o con el PSOE no es una frivolidad ideológica, sino la consecuencia de verse con una mayoría suficiente como para no aceptar imposiciones marcianas de nadie y, en consecuencia, poder ponerlas él y que sean tolerables, lo que necesariamente moderará a quien acepte esas reglas, sea a su izquierda o a su derecha.
La pregunta no es si el PSOE puede ganar; sino si va a poder sobrevivirle a Sánchez. Y ese dilema lo será menos cuanto más tarde en quitarse de en medio a un dirigente que dice ser el valiente capitán de un barco zarandeado por las olas pero es, en realidad, la tormenta personificada.
Seguramente el PSOE se merece desaparecer por haberse sometido ovinamente a un populista sin escrúpulos, y nada grave le pasaría a la Humanidad, que dejó de hablar en latín, vio el hundimiento de Roma o la desaparición de la Grecia clásica y siguió adelante hasta llegar a recrear en Europa el mayor espacio de prosperidad, libertad y seguridad de la historia.
Pero quienes crean que es mejor que se salve, pensando en aquel PSOE que con todas sus imperfecciones fue decisivo para que España entrara en Europa y en la OTAN y se acomodara a la democracia liberal moderna, deberían presionar para que Sánchez disolviera las Cámaras, acudiera a las urnas, y con otro candidato salvara un poco los muebles: cuanto más espere, más cara de Papandreou se le pondrá al candidato socialista y más pinta de Pasok al PSOE.
Nada malo para España, en principio, pero horrible para los que piensen que otro socialismo es posible con esos «valientes» a tiempo parcial al frente que responden por Emiliano García Page, Susana Díaz o Javier Lambán.