- La vicepresidenta, queriendo marcar distancias, se ha sentado con su grupo, a unos metros del banco azul y Pedro Sánchez. Pero, cuando ha subido a la tribuna, ha arremetido contra Feijóo. Pura cosmética. Todos son cómplices, porque les va el sustento en ello
Pedro Sánchez se ha presentado ante el Congreso para anunciarnos un plan con el que supuestamente cortará de raíz la corrupción, cuando lo que le exigía el Parlamento era dar cuentas de por qué en su partido, su gobierno y su familia había y hay personas que, creyendo que estaban por encima de la ley, se han hecho ricas, presuntamente metiendo en su bolsillo el dinero de todos. No sólo no ha dado ninguna explicación de lo sucedido, no era previsible que lo hiciera. Tampoco ha indicado cuáles son los fallos del sistema que han facilitado esas conductas. Obviamente, le resultaba más cómodo y menos comprometido lanzar una batería de medidas con las que dar entender a la opinión pública que esto no volverá a ocurrir. Entre ellas, la oficina anticorrupción, una idea nada menos que de José Luís Ábalos, que planteó implantarla en Ferraz en 2018. De risa, sí, pero el trago ya ha pasado. Al menos, hasta el próximo informe de la UCO, que no tardará en llegar, o hasta la próxima orden judicial de prisión preventiva.
Si el ciudadano de a pie, si el confiado y bienintencionado votante socialista demandaban un acto de contrición o un endurecimiento del código penal, ya pueden esperar sentados. No lo tendrán de un hombre que ha rebajado las penas por malversación para salvar a los dirigentes de su partido de la cárcel, ha acabado con el delito de rebelión para proteger a los socios que le apoyan en el Parlamento si deciden organizar un nuevo referéndum separatista, ha amnistiado a los condenados por un golpe institucional para que le voten y ha encargado a un prófugo que redacte una ley no sólo para borrar sus actos, sino para que los españoles le pidamos perdón por los delitos que ha cometido en nuestra contra. Con las medidas anunciadas, de las que oiremos hablar hasta la saciedad, todo queda como estaba: atado y bien atado.
Lo que realmente le interesaba al presidente era garantizar su mayoría en el Parlamento. Por esa razón, tenía que retrasar el pleno unas semanas, porque había que negociar los apoyos. Ya los tiene. Y, por supuesto, tendrán un precio. Pero, como la alianza con el PSOE comienza a manchar, algunos comienzan a marcar distancias. Esa es la razón por la que el PNV le exige cuestión de confianza, dimisión o elecciones. Y también el motivo por el que Ione Belarra se enfada en la tribuna. Pero, en vez de cargar contra Santos Cerdán, arremete contra las empresas. Lo de Yolanda Díaz merece capítulo aparte. La vicepresidenta, queriendo marcar distancias, se ha sentado con su grupo, a unos metros del banco azul y Pedro Sánchez. Pero, cuando ha subido a la tribuna, ha arremetido contra Feijóo. Pura cosmética. Todos son cómplices, porque les va el sustento en ello.
Somos más, dijo Pedro Sánchez en la noche del 23-J. Siguen siendo más. Mostrar esa mayoría era el verdadero objetivo que Moncloa perseguía con su comparecencia ante el Congreso. Son más porque, de momento, ganan más con Sánchez que enfrente de Sánchez. Pagamos el resto.