Cristian Campos-El Español
  • Lo que ha hecho Feijóo es romper un tabú. Ese tabú que dice que los límites morales y de buen gusto parlamentario del PP los marca el PSOE.

Este miércoles hubo debate en EL ESPAÑOL después de que Alberto Núñez Feijóo acusara a Pedro Sánchez de haberse beneficiado “a título lucrativo” de los beneficios generados por los prostíbulos de su suegro, Sabiniano Gómez, padre de Begoña Gómez.

Reunidos el director, el director adjunto, dos subdirectores y yo, no hubo unanimidad sobre la intervención de Feijóo en el Congreso.

Y no tanto sobre el fondo de la acusación (que el padre de Begoña Gómez era uno de los más conocidos empresarios españoles del sector de la prostitución es algo que ni Sánchez ni su mujer han negado jamás), sino más bien sobre su conveniencia política.

No hubo unanimidad, porque de hecho casi nunca la hay, pero tampoco discrepancias de calado. Y la tesis del diario quedó reflejada en este editorial. Un editorial que no refleja la opinión exacta de ninguno de los que estábamos en esa reunión, pero que, de alguna manera, aunque sea parcialmente, nos representa a todos.

Por eso los editoriales no van jamás firmados y las columnas, sí.

El debate me recordó esa vieja parábola budista de 2.500 años de antigüedad conocida como Los ciegos y el elefante.

La parábola habla de una aldea en la que viven seis sabios ciegos.

Un día, alguien trae a la aldea un elefante, un animal que ninguno de ellos ha conocido jamás.

El primer sabio toca la oreja y dice: “Este animal es como un gran abanico”.

El segundo toca sus patas y dice: “Es como un árbol”.

El tercero toca su cola y dice: “Es como una cuerda”.

El cuarto toca su colmillo y dice: “Es como una lanza”.

El quinto toca su cuerpo y dice: “Es como un muro”.

El sexto toca su trompa y dice: “Es como una serpiente”.

Los debates que desembocan en un editorial de EL ESPAÑOL se parecen bastante a esa fábula.

Pero lo paradójico es que, cuando bajamos el debate a tierra y concretamos la tesis del editorial, esta se acaba pareciendo siempre bastante al elefante real a pesar de estar compuesta de piezas aparentemente incompatibles y contradictorias.

Pero esta es mi columna y la firmo yo, así que voy a dar mi opinión sobre el asunto.

Yo creo que el PP ha detectado una vía de agua gigantesca en el barco del capitán Sánchez y que esa vía no es la de la corrupción, sino la de la prostitución.

Es la prostitución la que ha provocado que el PSOE pierda, según algunos sondeos, tres puntos en sólo un mes, desplomando al partido por debajo de los cien escaños y más cerca de bajar de los noventa que de recuperar el centenar.

Y de ahí la desesperación demostrada por Pedro Sánchez al escenificar pantomimas grotescas como la de la reunión del viernes pasado con un par de docenas de mujeres del partido para que estas le aplaudieran arrobadas.

Sánchez debe de creer, imagino yo, que las mujeres votan como si fueran un solo hombre. Y por eso ha deducido que la imagen de unas cuantas de ellas aplaudiéndole acabará convenciendo al resto, por efecto contagio o efecto manada, de continuar votándole.

De ahí, por otro lado, el interés de Feijóo en endosarle a Sánchez la letra escarlata de la prostitución, que de momento sólo afecta de forma directa, es decir a nivel usuario, a KoldoÁbalos y Cerdán.

Feijóo, en cualquier caso, no ha mentido. Porque los negocios de Sabiniano eran públicos y conocidos, por más que el equipo de opinión sincronizada haya salido en tropel a decir la chorrada de que una sauna no es un prostíbulo. Una idiotez que equivale a decir que el Motel Jade no es un puticlub, sino un establecimiento hotelero; que el Bar Gladys no es un lupanar, sino una cafetería; y que Talulah no hace striptease en la barra de un club, sino que es bailarina del Bolshoi.

Mira, amigo: ve a contarle cuentos a tu tía, que aquí todos somos ya mayorcitos.

Pero que la táctica de defensa del sanchismo mediático haya sido la de ponerse a dividir el pelo de las diferencias entre una sauna y un prostíbulo, o la de especificar que la prostitución femenina es explotación, pero la masculina no, evidencia que la acusación de Feijóo ha dado en la diana.

Y eso sin entrar en la obviedad de que por la famosa sauna de la que todos hablamos, y que era sólo uno de los muchos locales de relajo y esparcimiento propiedad de Sabiniano, pasó mucha gente. Muchos clientes, muchos policías que espiaban a los anteriores, y, sobre todo, también muchos trabajadores.

Trabajadores que, obviamente, se acuerdan de lo que hacían allí, con quién y a cambio de qué.

¿Recuerdan esa famosa entrevista a pie de calle con Rafael Amargo en la que el bailarín afirma que uno de los chicos que vivía en su casa trabajaba como scort en la «sauna de prostitución masculina» del padre de Begoña Gómez?

Amargo no es Kelsen ni Bobbio ni Schmitt. Pero como estratega jurídico, el tío es Alejandro Magno: pasó de nueve años de cárcel, los que le pedía la Fiscalía, a la absolución con una sola frase.

Y es que a veces, como cuentan que dijo Sigmund Freud (aunque la cita sea probablemente apócrifa), «un cigarro es sólo un cigarro». Y un prostíbulo gay, un prostíbulo gay. Por mucho que lo llames «sauna».

Cuestión aparte es el debate sobre las formas, que a mí me desespera siempre por varias razones.

1. En primer lugar, porque esas formas se le afean siempre a la derecha, pero rara vez a la izquierda, que tiene patente de corso.

Las formas, que no dejan de ser un motivo de escándalo pequeñoburgués en la mayor parte de las ocasiones, implican siempre una enmienda a la totalidad en la derecha, mientras que en la izquierda apenas se concretan habitualmente en una pequeña amonestación irrelevante expresada siempre con boca pequeña.

2. En segundo lugar, porque me parece una forma evidente de distraer la atención desde lo principal a lo secundario.

Cuando se debate sobre si Feijóo debiera o no debiera haber dicho lo que dijo, se está obviando que Sánchez es un hipócrita que finge estar desolado por la noticia de que en su partido y su gobierno, ¡oh, qué escándalo!, se han pagado prostitutas con dinero público, mientras se obvia lo nuclear. Que ha esquivado su responsabilidad negándose a dimitir y que es imposible que no tuviera conocimiento de lo que ocurría a su alrededor o quién y cómo había pagado su casa en Prado de Somosaguas.

3. Y en tercer lugar, porque un elemental sentido de la honradez intelectual obliga a reconocer que las reglas del debate las marca el presidente en el Congreso cuando es el primero en arremeter contra Feijóo con falsedades, mentiras y barbaridades sobre la dana, las residencias madrileñas, AznarRajoy, las clínicas Quirón o Marcial Dorado.