Carmen Martínez Castro-El Debate
  • El PSOE está viendo como cae a plomo el voto femenino que tanto contribuyó al éxito de Sánchez. El movimiento de Feijóo desvelando las relaciones familiares de Sánchez con la prostitución vino a dar un nuevo empujón a ese fenómeno de consecuencias políticas imprevisibles

Yo también me quedé impactada cuando en el debate parlamentario Alberto Núñez Feijóo le tiró a la cara a Pedro Sánchez los prostíbulos de su suegro. Fue como si una pedrada hubiera hecho añicos el escaparate de doble moral de la política española. Estamos tan acostumbrados a la ley del embudo que rige en nuestra vida pública que a veces, incluso quienes más lo denunciamos, acabamos por sucumbir al fenómeno.

Es el mismo razonamiento de aquella famosa cita de la violencia doméstica, «mi marido me pega lo normal». Lo normal en la política española es que la izquierda insulte, manipule, organice campañas contra familiares e incluso recurra a mentiras flagrantes; lo normal es que un ministro del PP tuviera que dimitir a pesar de su inocencia porque un hermano tenía una cuenta en Panamá o que una ministra hiciera lo propio porque su marido tuviera tratos con una trama corrupta en los que ella jamás había participado. Lo normal es ver una lona en Madrid con la cara del hermano de Díaz Ayuso, pero ¡cuidado!, que nadie se atreva a mencionar los negocios del suegro de Sánchez porque en la política española las familias son sagradas. Pues ese cuento ya no cuela.

Pero en el movimiento del gallego hubo algo más que el anuncio de su determinación de jugar con las mismas reglas que la izquierda. Desde luego tampoco es un calentón de boca; apostaría que lleva mucho tiempo valorando las consecuencias de dar ese paso y estudiando la mejor manera de llevarlo a cabo. Si lo ha hecho esta semana y en la forma en que lo ha hecho es porque llegó a la conclusión de que las ventajas del movimiento excedían a sus indudables riesgos. Sabía que le iba a llover azufre desde el Consejo de Ministros y desde las tertulias sincronizadas, pero aun así se lanzó a dar entidad parlamentaria a un asunto que no conseguía traspasar la barrera de los cotilleos digitales.

Ayer una ensalada de encuestas nos permitió entender con claridad las razones de Feijóo. El PSOE está viendo como cae a plomo el voto femenino que tanto contribuyó al éxito de Sánchez. El famoso informe de la UCO sobre Santos Cerdán ha resultado ser más letal para el PSOE por la obscenidad machista de algunas conversaciones entre sus protagonistas que por la constatación de sus corruptelas económicas. Desde entonces todo ha ido a peor. Al «Carlota se enrolla que te cagas» le siguió la caída de Paco Salazar, otro hombre de absoluta confianza de Sánchez con problemas de machismo tóxico. El movimiento de Feijóo desvelando las relaciones familiares de Sánchez con la prostitución vino a dar un nuevo empujón a ese fenómeno de consecuencias políticas imprevisibles.

El presidente ha pretendido estar al margen de tanto putero y tanto puterío como tenía en el partido, pero el negocio de la prostitución no es cosa de cuatro golfos que le engañaron, sino que le ha acompañado desde el inicio de su andadura política y acaso la haya financiado. La carrera política de Pablo Iglesias acabó en un chalet de Galapagar y la de Pedro Sánchez puede acabar en los prostíbulos de Sabiniano. Con la polarización como única estrategia, el presidente ha logrado romper los consensos morales de la sociedad española, pero las mujeres le están diciendo que la prostitución resulta igualmente repugnante a ambos lados de su muro.