Nicolás Redondo- Editores
No es propio de un socialdemócrata occidental quebrar el principio de igualdad, hacer una España de dos velocidades o condenar a unos españoles para favorecer a otros.
No es propio del socialismo democrático convertir la Justicia en un instrumento para auxiliar a los aliados o para conseguir un status de impunidad hasta el punto de hacer inoperante uno de los pilares de la lucha contra la desigualdad como es el aprovechamiento del poder para fines propios o de un colectivo.
No es compatible con el socialismo democrático y liberal hacer retroceder a España al siglo XIX, a la España de los reinos de taifa, de los cantones, de los privilegios y de los caciques.
No es de izquierdas vaciar al Estado de sus competencias y de su autoridad, cuando a la vuelta de la esquina se puede estar preparando otra acción subversiva contra la Nación, al igual que ha ocurrió en muchas ocasiones a lo largo de la historia.
No es de izquierdas basar toda la acción política en la mentira y en el engaño, menos aún la impostura de u personaje detrás del cual no hay más que humo y maquillaje.
Hoy es de izquierdas defender la Constitución del 78, defender la Transición, el capital político y social que hemos heredado.
Es de izquierdas denunciar que la política en España se ha convertido en un negocio, en un álbum familiar de fotografías, en una profesión para dóciles sin ideas ni grandeza.
Es de socialdemócrata clásico denunciar que en España hemos vuelto a ser un país en el que no pueden confiar nuestros socios y aliados occidentales porque nuestra política exterior se ha convertido en una mera extensión de la política doméstica en la que no existen compromisos y sacrificios sino sólo fotografías para el ego personal.
Es de izquierda moderna y reformista denunciar el ambiente sórdido en el han introducido a la política española y al PS.
Es de izquierdas defender lo que nos une a los españoles, a España.
Es progresista defender la Constitución y la igualdad entre todos los ciudadanos, sin importar el sexo, la religión, la raza, el origen familiar o el lugar donde se haya nacido.
Es el momento de reivindicar a Celaya, diciendo que hacer política hasta mancharse es una obligación de los progresistas. Porque hoy en realidad el centroizquierda y el centroderecha deben coincidir en la defensa de la democracia liberal y fortalecer las instituciones de las agresiones de los populistas y reaccionarios.
Hoy la política progresista reside en la lucha contra la arbitrariedad y la endogamia de la política. La opción es comprometerse y no resignarnos a no hacer nada