César Calderón y Luis Balbino-El Correo

  • Debemos observar con mucha atención lo que sucede en Argentina

España y Argentina, Argentina y España, a pesar de los lazos de cariño, muchos de ellos incluso familiares, son dos naciones empeñadas en llevarle la contraria al verso en el que Jorge Luis Borges cantaba «estás, España silenciosa, en nosotros». Y vamos camino de convertirnos en dos países separados por un mismo idioma.

Desde España debemos observar con mucha atención lo que sucede en Argentina, ya que, sin duda, la eclosión de Javier Milei, ese ‘momento Milei’ de hegemonía gramsciana, puede estar a la vuelta de cualquier oscura esquina de la Carrera de San Jerónimo. Pero comencemos por analizar cómo y por qué se produjo el advenimiento de Milei en Argentina.

La primera razón tiene que ver con un sistema en crisis. La ‘casta’ está en problemas en ambos lados del océano, pero especialmente y tras una serie de gobiernos fallidos a la hora de resolver sus muchos problemas, en Argentina. La gente vota sus demandas y expectativas todos los días y el sistema político solo las registra en las urnas cada dos o cuatro años. Esta falta de conexión entre las demandas ciudadanas y las respuestas del sistema político producen todo tipo de indignaciones.

Esto tiene que ver con la falta de adaptación de nuestros sistemas democráticos a un entorno de creciente complejidad que está caracterizada por su intensidad, la velocidad de los cambios y la multiplicidad de nuevos actores en el juego social. La irrupción de internet ayer y de la inteligencia artificial hoy ponen en jaque a los representantes, sean estos políticos, maestros, médicos o pastores de la Iglesia.

Hasta aquí las similitudes. La enunciación del problema es similar. En ambas orillas del océano podemos decir: «Nuestros sistemas democráticos están en crisis». Sin embargo, la dimensión del problema que expresa la palabra crisis es de una naturaleza absolutamente diferente en ambos casos.

En el plano socioeconómico, Argentina terminó 2023, fecha de las elecciones que llevaron al Milei a la presidencia, con indicadores como los siguientes: pobreza cercana al 50%; indigencia superior al 11%; múltiples tipos de cambio; inflación por encima del 200% y camino a otra hiperinflación; restricciones a las importaciones y con la economía estancada desde 2011. Si hablamos del futuro, las pruebas PISA mostraban datos alarmantes sobre el bajo rendimiento escolar.

En el plano sociopolítico, la política tradicional argentina tenía por un lado al Partido Justicialista (peronista) en el Gobierno, que era visto como parte del problema y no de la solución. Por otro lado, la principal fuerza de la oposición hasta ese momento, Juntos por el Cambio, se dividió y su fractura quedó expuesta frente a la sociedad.

En ese marco irrumpe Milei, con un mensaje fuerte contra «la casta», sumando la bandera de la eliminación de la inflación y terminando con el déficit fiscal, que quedó asociado a los pésimos indicadores socioeconómicos, a partir de eliminar el gasto y las regulaciones. Todo envuelto en una beligerancia semántica que ha logrado conectar por primera vez en muchos años con las generaciones más jóvenes, que son las que le han otorgado en último término la presidencia de la nación. Un mensaje simple que logró que la mayoría de la ciudadanía argentina entendiese que Milei tenía la intención real de revertir los muchos problemas que más les dolían.

Resumiendo, un país empobrecido hasta límites nunca antes vistos, políticamente fraccionado, con sus partidos tradicionales lanzados a tumba abierta hacia la irrelevancia y cerca de que su sistema financiero entre en crisis terminal. Un país dispuesto a escuchar a cualquier predicador que afirme que tiene todas las respuestas, sean estas correctas o no.

Entonces, ¿estamos en España cerca de vivir nuestro propio ‘momento Milei’? Pues bien, parece que de momento nos encontramos aún lejos de cumplir todas las condiciones objetivas expuestas, sobre todo si Alberto Núñez Feijóo logra ganar con solvencia las próximas elecciones generales y, además, consigue gobernar en solitario sin otorgar a Vox ninguna posibilidad de torpedear desde dentro su Gobierno. Algo que, como sabemos, es el deporte favorito de los de Santiago Abascal allá donde han logrado pactos de gobernabilidad.

El problema vendrá si, como en Argentina, al fracaso de la izquierda se une que el PP tampoco logre gobernar desde el minuto uno de forma eficiente. Porque en ese momento, los gritos e insultos que hoy escuchamos a la gente más joven de forma recurrente en conciertos y fiestas contra Pedro Sánchez, puede que cambien de protagonista.