Ignacio Camacho-ABC

  • Montoro puede lograr la rara hazaña de erosionar al Gobierno de Rajoy y a la oposición de Feijóo en una sola tacada

La caída de Rajoy no se produjo sólo por su pésima reacción –en principio estupefacta, luego tardía y blanda– contra la insurrección separatista catalana. A esas alturas el marianismo ya había dilapidado su amplia mayoría parlamentaria por el efecto de una corrupción que se comía al PP por las patas y por la miopía del presidente ante la llegada de nuevas fuerzas que cuestionaban la política clásica. Pero mucho antes de eso, apenas llegado al poder, el Gobierno popular traicionó su principal promesa con una brusca subida fiscal que esquilmó a las clases medias, cabreó a los votantes de la derecha y arruinó en Andalucía la cantada victoria electoral de Javier Arenas. Sí, la herencia de Zapatero era mucho peor de lo calculado –otro error– y había que tomar medidas enérgicas. Y fue el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, el autor de la idea de meter mano a las rentas de los españoles para evitar reformas estructurales más profundas y serias.

Ya en 2017, ABC denunció las sospechas de tráfico de influencias que recaían en un bufete mercantil fundado por Montoro y gestionado por su hermano y por su antiguo secretario de Estado, al que grandes empresas contrataban para beneficiarse de sus contactos, influir en decisiones del Ejecutivo y conocer sus planes con adelanto. De ahí surgió la querella de la Fiscalía que ha acabado estallando justo cuando el sanchismo está más acosado por sus propios escándalos. Como en todos los casos, será la justicia quien decida si existe o no materia delictiva en las actividades del despacho. Sin embargo hay en ellas motivo de reproche ético palmario, similar al que merecen, por ejemplo, la cátedra de la mujer de Sánchez o el enchufe de su hermano. Un evidente conflicto de intereses entre el político que asfixiaba a impuestos a los contribuyentes y el ciudadano que a través de una consultora de abogados asesoraba a sus clientes sobre la mejor manera de evitarlos.

Como es natural, el oficialismo ha aprovechado para lanzar en tromba su aparato propagandístico en un intento de aliviar siquiera provisionalmente sus múltiples aprietos. El asunto le ha venido como un regalo del cielo, aunque la menos indicada para explotarlo sea María Jesús Montero, que tiene a un ex alto cargo contratado por Cerdán y a otro investigado por vender presuntamente favores del Ministerio. Pero nadie desperdiciaría una oportunidad así frente a un adversario en su mejor momento. Montoro, de quien muchos periodistas y profesionales liberales recuerdan sus jactanciosas amenazas, puede lograr la rara hazaña de minar primero el crédito de un Gobierno con su presión tributaria y perjudicar después a la oposición abriéndole una brecha de confianza con sus problemáticas ocupaciones privadas. Y Feijóo estará preguntándose perplejo de qué armario mal cerrado de una etapa pasada salen los fantasmas que le desestabilizan la retaguardia.