Francisco Rosell-El Debate

Mientras el expresidente Zapatero como comisionado/comisionista de la tiranía venezolana mediaba con EEUU para dejar libre a un triple asesino como si fuera un «preso político» y su émulo Sánchez seguía su zancada realineándose con los «Brics» sudamericanos que se valen de la democracia para destruirla y proyectar en los demás lo que ellos perpetran, un diezmado grupo de abajofirmantes ha suscrito un panfleto en auxilio del inquilino de La Moncloa que evoca -casi en su literalidad- las conspiraciones judeo-masónicas del franquismo para cerrar filas con el caudillo que hoy anhela ser el actual jefe del Ejecutivo. En el intermedio de la legislatura y del año de Franco, con Sánchez cercado por la corrupción, bailando sobre la cuerda floja de su fragilidad parlamentaria y con los sondeos en caída libre, esta proclama de recalcitrantes sanchistas radiografía la degradación de quien, pese a perder hace dos años, retuvo el cargo al comprárselo al huido Puigdemont por amnistiarlo.

Pero la verdad es que este pasquín de agradadores resulta una esquela del tardosanchismo y un baldón para sus signatarios al hacerse cómplices de la corrupción embistiendo como marrajos contra quienes la han destapado, por lo que el Ejecutivo pretende maniatar a los jueces con la contrarreforma en marcha y silenciar a la Prensa con medidas administrativas contra la libertad de información. Inmersos en la cloaca sanchista, tratan de sobrevivir alimentándose de sus excrecencias. Ello abunda en que la pertenencia a una tribu puede conducir a negar lo que se observa con los sentidos y a renunciar a la libertad por un plato de lentejas propiciando la venida de demagogos que tornan en dictadores.

Diríase que estos sayones tiran del carruaje de Sánchez como quienes, en 1814, a la vuelta de Fernando VII de su destierro, desengancharon la carroza real y suplieron a los animales de tiro al grito de «¡Vivan las cadenas!» a favor del felón. Es lo que exuda el manifiesto persa -a tal «Puto Amo», tal Honor- de estos turiferarios, saqueadores de los ERE y amantes de la Buena Mesa del Presupuesto. En suma, puto y ladrón quieren a Sánchez por la subvención como los argentinos a Perón al ser derribado en 1955 por la revolución libertadora que permitió conocer sus fechorías.

Tal hecho hizo colegir a Borges que el peronismo era incorregible sin que tal aseveración haya sido enmendada dando pie a una festejada anécdota. Con su vista irreversiblemente perdida, un paseante se ofreció a ayudarle a cruzar una avenida. Avisado su fortuito lazarillo sobre lo que opinaba de los peronistas, le previno: «Disculpe maestro, pero soy peronista». Éste le repuso sonriente: «¡No se preocupe, joven! Yo también soy ciego».

Cual monos de Gibraltar, como cantaba la abajofirmante Ana Belén, salen al rescate del yerno de Sabiniano, el de las saunas de prostitución, amén de esposo de una tetraimputada y hermano de otro encausado, así como jefe de la «banda del Peugeot» con tres de sus cuatro ocupantes rumbo al banquillo. Es lo que el mexicano Gabriel Zaid denomina «verdad por afiliación» y que, traducido en parámetros ideológicos, supone «tengo razón por declararme de izquierdas, en vez de serlo por tener razón». Aun así, están en su derecho en expresar lo que quieran, pero no en convertirlo en el Derecho que rija para todos los españoles.

A diferencia de una derecha que penaliza el agiotaje dejando de votar a los partidos que la representan y de unos medios de comunicación liberales que no reparan en el quién sino en el qué a la hora de investigar la corrupción, la izquierda es complaciente con la suya y la de sus socios, y viceversa, como se corroboró en el pleno monográfico del Congreso de los Diputados. Valga para los anales la defensa del escritor comunista Vázquez Montalbán, uno de sus intelectuales orgánicos, del capo Pujol y su sacrosanta mafia familiar. «Nadie, absolutamente nadie en Cataluña, sea del credo que sea, puede llegar -sentenció pluma en ristre- a la más leve sombra de sospecha de que sea un ladrón».

Por cierto, pocos autorretratos tan cabales de sí mismo como el que pergeñó el nada honorable Pujol en la octavilla en la que, bajo el título «Os presentamos al general Franco», apeló a boicotear la visita del dictador a Barcelona. «El general Franco, el hombre que pronto vendrá a Barcelona, ha elegido -escribía- como instrumento de gobierno la corrupción. […] Sabe que un país podrido es fácil de dominar. […] Por eso, el régimen ha fomentado la inmoralidad de la vida pública y económica». Al cabo de estas décadas, es imposible no ver reproducido prístinamente en aquel gran Tartufo a un «Noverdad» Sánchez que, alardeando de virtud, se ha descubierto otro gran impostor que vive de la mentira.

Bajo la bandera de «Por los avances en derechos sociales y políticos y contra los intentos de involución», estos profesionales del puño alto y la palma de la mano extendida envuelven el recurrente «qué hay de lo mío», como el óscar Pedro Almodóvar desde casi la época en que dejó de jugar a las caras en su Calzada de Calatrava natal. ¡Qué menos cabe tras este gesto de heroísmo de rubricar un pliego servil al Gobierno! Parafraseando lo dicho hace años por el filósofo comunista Manuel Sacristán, estos parásitos, con sus payasadas, sólo aseguran el gobierno del que vegetan.

Pero no teman. Caso de operarse ese acto de normalidad e higiene democrática que es la alternancia de poder, la malhadada derecha les proveerá generosamente, salvo que Feijóo rompa con una tradición acrisolada. Además, junto a la pitanza, podrán desplegar su superioridad moral con el alarde de un pavo real insultando a los votantes de esa derecha que ignora el consejo de Julián Marías de que «no hay que contentar a los que nunca se van a contentar». Buscando descolocar a la izquierda, la derecha se cisca con quienes lo votan sin que el mal vaya a desaparecer con el caído Montoro, je, je.