Juan Carlos Viloria-El Correo
- Otro bizarro gesto para intentar frenar las dudas sobre el feminismo oficial del bloque progresista
La osadía exhibida por los partidos que apoyan al Gobierno de Pedro Sánchez amputando el nombre del Congreso de los Diputados para dejarlo en Congreso no tiene otro objetivo que lanzar el enésimo gesto de complicidad a su presunto voto femenino. La erosión del apoyo del voto de las mujeres al PSOE y al conjunto de partidos de izquierda, ya muy evidente por la rebaja de penas a más de mil condenados por violación y otros delitos sexuales a raíz de la ley del solo si es si, no ha hecho más que agravarse. La sucesión de los casos relacionados con presuntos abusos sexuales como los de Iñigo Errejón y Juan Carlos Monedero; el escándalo de las scort en el tinglado de presunta corrupción de Ábalos y Koldo y, la renuncia de Francisco Salazar, estrecho colaborador de Sánchez en Moncloa, acusado de acoso sexual y abuso de poder por mujeres socialistas, no han hecho más que sembrar dudas sobre el feminismo oficial del bloque progresista.
Hasta dónde puede caer el apoyo femenino en unas próximas elecciones, está por ver. Pero no es fácil que manifiestos de apoyo a Sánchez y el PSOE por mujeres intelectuales y artistas, sean suficiente para frenar el destrozo en este segmento del electorado. Sin embargo, a la oposición, le conviene recordar que, ahora hace dos años, en vísperas de las elecciones, el PSOE, que había sufrido en las encuestas una pérdida de apoyo femenino cayendo del 30% al 21´6%, a la hora de la verdad, en las urnas, Sánchez, logró recuperar 5 puntos alertando de la llegada de la derecha machista. Aunque los «abajo firmantes» de guardia le pidan a Sánchez que resista frente a las conspiraciones, acusando a la oposición legitima de intentar derrotar a un gobierno legitimo, (o sea, el juego democrático) todos los indicios apuntan a elecciones generales. Y el voto de las mujeres es esencial para frenar la caída del PSOE. Sánchez se rodea de mujeres en el partido y multiplica los gestos de feminismo, pero lo de amputar el nombre del Congreso de los Diputados puede llegar a entenderse como destinado a menores de edad.
Una institución que representa la soberanía nacional, que fue inaugurado por una reina, que reúne a casi la mitad de las mujeres senadoras y diputadas, que ha estado presidida por más mujeres que hombres, no puede considerarse una institución monopolizada por los varones. Despreciar el masculino genérico gramatical porque, supuestamente, invisibiliza a las mujeres en el Congreso es vivir en una realidad paralela. Con lo fácil que hubiera sido poner Congreso de la Nación; o Congreso de España. Pero, claro, eso hubiera ahuyentado a los mismos socios progresistas. Así que, en breve, cuando alguien diga, «voy al Congreso», habrá que preguntar si se trata de un congreso de dentistas o Testigos de Jehová.