- La vuelta de la democracia sirvió para que el PNV se erigiera en depositario de las esencias vascas perdidas. Hasta el punto que la opinión pública creyó que ese partido había gobernado desde tiempos inmemoriales.
Se suele decir que no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista. Pues bien, en el País Vasco llevamos ya 130 años con una condena a cuestas. Algo debimos hacer mal y eso es lo que recibimos como penitencia.
Aguantar a un partido como el PNV en una sociedad que se las da de desarrollada y con un nivel de preparación superior a la media de España resulta, al cabo del tiempo, la broma más pesada que cabría imaginar.
El Partido Nacionalista Vasco cumple el día de San Ignacio de este año (31 de julio) su 130 cumpleaños desde que fue fundado en 1895. Y, créanme, tanto tiempo no es para presumir, precisamente. Ni por cómo fue su origen, ni por su desarrollo ni por su realidad actual.
Lo que se ha escrito hasta ahora del Partido Nacionalista Vasco lo han hecho o bien nacionalistas confesos o bien historiadores profesionales que han legitimado el origen y trayectoria de este partido pensando que estaban contando la verdad.
Pero lo que nunca hicieron, ni unos ni otros, fue cuestionar las fuentes nacionalistas.
Sabino Arana, como ya he demostrado en artículos académicos, solo empezó a ser nacionalista a partir de 1890. Ese año se desligó del periódico El Euskaro, que era la filial bilbaína del tradicionalista español El Siglo Futuro.
Fue entonces cuando elaboró un cuento chino sobre el origen del nacionalismo vasco, basado en que en 1882 su hermano Luis, ya nacionalista vasco, le habría convencido para empezar a pensar que su verdadera patria no era España sino Euskadi.
Y eso es precisamente lo que se celebra en el Aberri Eguna desde 1932: un cuento chino elaborado por un mentiroso compulsivo.
Lo que ahora sabemos es que Luis Arana Goiri iba en cuestiones ideológicas completamente a remolque de su hermano, mientras que en cuestiones personales no le seguía en nada, ya que mantenía una doble vida.
Hasta que se puso, a partir de 1893, a ayudar en Bilbao a su hermano Sabino con el futuro partido, había vivido amancebado en Barcelona con su criada aragonesa, sin casarse con ella, con la que tuvo un hijo ese año y a los que mantuvo, a madre e hijo, escondidos del conocimiento público.
Al final se casaron a finales de 1898. Y Luis decidió entonces alejarse todo lo que pudo de Bilbao, para que nada trascendiera y poder volver más adelante, como así lo hizo, llegando a ser presidente del PNV durante dos periodos.
Si esto no es corrupción política, que venga Dios y lo vea.
Un partido fundado sobre la moral ultracatólica, la exclusión de los inmigrantes llegados de otras partes de España y la clasificación de la militancia por los apellidos (incluidos los de los cónyuges) tenía en el momento de su origen a su vicepresidente y mano derecha del fundador manteniendo a un hijo tenido con una aragonesa con la que no se casó hasta cinco años después.
La vida del fundador se apagó muy temprano, en 1903, lo cual contribuyó lo suyo a que sus seguidores le convirtieran en una especie de mártir del pueblo vasco. La causa de su muerte fue la enfermedad de Addison, producida por una insuficiencia de las glándulas suprarrenales.
«Sólo desde la enfermedad se podrían explicar racionalmente muchas de las afirmaciones xenófobas de Sabino Arana, imposibles de entender en alguien tan católico»
Una de las causas conocidas de dicha enfermedad es haber padecido tuberculosis, y Sabino Arana la tuvo siendo muy joven. Y precisamente en su convalecencia de 1882 situó su conversión al nacionalismo, con 17 años. Al tratarse de una enfermedad hormonal, tuvo que tener, sin remedio, un efecto en el estado de ánimo del paciente.
Estamos hablando, por lo tanto, de un enfermo que es muy posible que fuera padeciendo los progresos de la enfermedad que lo llevó a la muerte durante toda la etapa del origen y formación del nacionalismo. Sólo así se podrían explicar, de manera racional, muchas de sus afirmaciones xenófobas y excluyentes, imposibles de entender en alguien católico a machamartillo.
¿Cómo un católico en sus cabales, perteneciente a una religión ecuménica, podía despreciar y humillar de la manera que lo hizo en sus escritos a sus compatriotas españoles, tratándose España de la nación que más ha hecho en la historia por la propagación del catolicismo?
Ni siquiera Félix Sardá y Salvany, el párroco de Sabadell, el mayor promotor del integrismo en España, autor de El liberalismo es pecado en 1884, al que Sabino Arana admiró y del que conoció su obra de primera mano durante su estancia en Barcelona, llegó jamás a tanto en su aversión de la heterodoxia y el liberalismo.
Pero el daño ya estaba hecho y el partido, fundado en 1895 sobre una base racista y ultraortodoxa católica, echó a andar para desgracia de todos los que vivimos en el País Vasco. Ya que su mensaje diferenciador, excluyente y supremacista empezó a cavar una sima entre la población vasca hasta hoy.
Hubo una fase autonomista, durante el periodo de mayor influencia de la familia Sota, uno de cuyos vástagos alcanzó la presidencia de la Diputación de Vizcaya en los años previos a la Segunda República, como punto más elevado de influencia de un partido que hasta los años treinta del siglo pasado sólo tuvo verdadera presencia política en Bilbao y alrededores.
Es decir, en el foco de mayor auge industrializador y demográfico de todo el País Vasco. Mientras tanto, Álava permanecía sumida en el tradicionalismo y Guipúzcoa batía récords de integrismo: sus máximos representantes en España se presentaban por esa provincia para sacar escaño.
La Segunda República lo cambió todo en la trayectoria del PNV. Porque durante la misma se produjo un hecho crucial como fue la basculación del nacionalismo desde las posiciones de derecha en las que se originó y en las que se entendían todas las claves de su ideología, hasta una especie de entente interesada con las izquierdas (con las que hasta entonces habían estado a cara de perro).
«La sociedad vasca ha estado sometida a la manipulación y la abducción ideológica por el PNV durante los últimos 130 años»
Y ello gracias al pacto de José Antonio Aguirre, el primer lehendakari del PNV, con el máximo representante vasco del PSOE, Indalecio Prieto.
Este pacto, en medio de la Guerra Civil, que dio lugar al primer Estatuto de Autonomía de un País Vasco reducido a Vizcaya, les ha servido a algunos historiadores prominentes para decir que con él se ponían las bases de la Euskadi política actual.
Y es que todo vale con tal de excluir a al menos un tercio de la política vasca, como son las derechas, sin las que no se entiende la historia política del País Vasco en toda la época contemporánea.
Y así llegaríamos a la fase en que el PNV vivió en el exilio, mantenido sobre todo gracias a los grandes recursos recibidos del gobierno social-comunista de la Segunda República, cuyos fondos manejó con total opacidad. Y donde se inserta el misterio de la titularidad del palacete de París.
La vuelta de la democracia en España, tras la muerte de Franco, sirvió para que el PNV se erigiera en depositario de las esencias vascas perdidas. Hasta el punto que la opinión pública vasca creyó que ese partido había gobernado aquí desde tiempos inmemoriales.
Si a ello le sumamos la acción desaprensiva y atroz del terrorismo de ETA, surgido de las propias juventudes nacionalistas del PNV, que mantuvo a la población aterrorizada durante cuarenta años sobre la creencia de que estaban vengando un ultraje impuesto por la dictadura de Franco (quien habría suprimido las libertades vascas tras una guerra entre España y el País Vasco), pues ya tenemos el escenario completo del País Vasco político actual.
Un escenario donde el PNV ha sido el agente más tóxico, fabulador, desaprensivo y, sobre todo, aprovechado de todos.
Que con el origen y trayectoria que hemos descrito el PNV esté ahora comandado por un señor originario de Soria (Aitor Esteban) y con un lehendakari originario de Burgos (Imanol Pradales), da idea de la manipulación y abducción ideológica a la que ha estado sometida la sociedad vasca por este partido durante los últimos 130 años.
*** Pedro Chacón es profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV-EHU.