Iñaki Ezkerra-El Correo
- Desde que Ana Belén adoptó esa letra como autohomenaje han pasado muchas cosas
Es la canción de León Gieco que logró hacer suya Ana Belén a base de imitar a Mercedes Sosa y de cantarla con unos ojos llenos de agua que aún siguen causando furor entre sus entregados fans: «Solo le pido a Dios que el dolor no me sea indiferente…». El estribillo rimaba con versos tan solidarios y conmovedores como el de «toda la pobre inocencia de la gente», que arrancaban aplausos en los auditorios cuando no los llenaban de mecheros encendidos. Desde los años 80, en que la cantante adoptó esa melodía y esa letra como una suerte de himno a su buena conciencia, de autohomenaje a su insobornable sentido del compromiso, han pasado muchas cosas en este país. Ha tenido lugar una buena colección de dolorosos episodios que desgarraron esa «pobre inocencia de la gente» a la que pensé -¡inocente de mí!- estaba dedicada esa canción.
Ha habido tres décadas en las que ETA siguió asesinando, pero en las que ni Ana Belén ni su inseparable Víctor Manuel dijeron una palabra que yo recuerde. Hubo un ‘espíritu de Ermua’ y, ocho años después, una negociación con esa banda terrorista que se aprobó en el Congreso de Diputados y que causó un inconmensurable sufrimiento en las víctimas de sus atentados, pero que ‘les fue indiferente’ a los que, como la susodicha pareja, apoyaron sin reservas y ‘zejijuntos’,a quien promulgó esa negociación y la llevó a cabo. Desde aquellos años 80, ha pasado en este país de todo: una crisis económica que el segundo Gobierno de Zapatero se empeñó en negar; una pandemia cuyo disparo de salida -la consigna de acudir a la manifestación del 8-M con el lema sangrante de «nos va en ello la vida»- lo dio el mismo personaje que hoy preside el Consejo de Estado. Ha habido un Pacto de Lizarra y un desafío contra la legalidad democrática como el del 1-O de 2017; ha habido un prófugo de la Justicia dictando la política nacional y el esperpento de una amnistía que es una parodia sangrante de la del 77. Ha habido un asalto al orden constitucional como el que representa el sanchismo en sí mismo con todo su repertorio de imposturas, mentiras, corruptelas y personajes grotescos. Ha habido una tragedia en Valencia en la que ese Gobierno se inhibió criminal y calculadamente…
Ha pasado de todo, sí, y la voz comprometida del «solo le pido a Dios» no ha dicho absolutamente nada, hasta ahora en que rompe su silencio para pedir (¿a Dios?) en un manifiesto el apoyo al artífice de ese asalto institucional. Creo que hoy, si se atreve a cantar esa canción, Ana Belén borraría una estrofa. La que dice: «Solo le pido a Dios/ que el engaño no me sea indiferente,/ si un traidor puede más que unos cuantos,/ que esos cuantos no lo olviden fácilmente».
Yo hago mía esa letra del principio al final. Y especialmente esa estrofa.