- El veterano (e inteligente) socialista ha soltado en voz alta lo que todo el mundo sabe sobre el agravio del cuponazo del PSC y Junqueras a costa de nuestro bolsillo
Nuestra política resulta tan amena que por desgracia nunca falta una nueva polémica. El entretenimiento de este final de julio son los currículos falseados de los políticos. El asunto hace feliz al PSOE, porque ha caído una pícara del PP por ello; y tampoco desagrada a los populares, pues les ha servido para denunciar los casos flagrantes de figuras socialistas como Pachi López, el falso ingeniero industrial, u Óscar Puente, con su máster de chichinabo del partido.
Pero el tema realmente grave para España en esta hora es otro: la amenaza del cuponazo catalán, un atraco al resto de los españoles que supondría la conversión de facto de Cataluña en un estado asociado a la nación española. José Borrell, desde la libertad que le dan sus 78 tacos, su brillante formación académica y el hecho de que la cima de su carrera ya ha quedado atrás, se ha despachado a gusto contra el abuso del cupo. Su comparación es demasiado escatológica, pero a cambio se le entiende todo. Lo compara con «un supositorio» que nos quieren aplicar y que nos van introduciendo «poco a poco, porque saben que el calibre es demasiado grande y de golpe no colaría».
Borrell, afiliado del PSC y casado con Narbona, la presidenta-florero del PSOE, desmonta tres trolas en una sola frase. Les dice a los suyos que el cuponazo catalán «no es singular, ni progresista, ni generalizable». También lamenta que en el seno del PSOE no se haya permitido un solo debate al respecto.
Pepe Borrell puede gustar o no. Personalmente me parece uno de esos sabios que a los que a fuer de ser muy listos a veces se les va un poco la pinza. Pero desde luego le da unas vueltas a Salvador Illa, tanto en formación académica (es ingeniero aeronáutico, doctor en Economía y catedrático de Matemáticas), como en currículo político y profesional.
Existe además otro campo donde Borrell golea a Illa por todo lo alto: la lealtad a España. Mientras Josep se ha portado como un patriota español ante el pulso separatista, Salvador es en realidad un nacionalista enmascarado –o no tan enmascarado–, que simplemente está aplicando el programa que le ha impuesto ERC, que en el fondo es el que a él le hace tilín.
En 2014, en los orígenes del envite que acabaría en el golpe separatista de 2017, Borrell publicó mano a mano con el valioso Joan Llorach un libro titulado Las cuentas y los cuentos de la independencia. Allí propinaban un formidable repaso erudito a la colección de trolas contables de Artur Mas y Oriol Junqueras.
Borrell es un viejo socialista del felipismo que defiende el principio de solidaridad e igualdad entre los españoles. Illa, que fue un pésimo y mentiroso ministro de Sanidad durante la pandemia –recuerden el «comité de expertos» que no existía, o como manipuló las cifras de muertos–, es otra cosa. Estamos ante un filonacionalista flemático y taimado, cuya actitud ante sus compatriotas españoles es de una altiva tutela, como su fuésemos seres inferiores que hemos contraído una deuda perpetua con el «singular» pueblo catalán. Illa, encamado con Junqueras, nos riñe muy seriecito por nuestra falta de «seny». Cuando el Rey viaja a Cataluña, el «president» Illa sale a recibirlo, a diferencia de los cabestros que mandaban antes allí. Solo por eso ya lo presentan como un mandatario pro español y constitucionalista. Pero a Illa hay que juzgarlo por sus hechos.
Illa es el mandatario que siguiendo la senda de Puigdemont y Junqueras acaba de abrir una seudo embajada catalana en Pekín. Illa es el presidente que se fuma las leyes sobre el español y acelera con el rodillo de la inmersión. Illa es el que como el perro del hortelano quiere prohibir desde Cataluña que Madrid y otras regiones puedan bajar impuestos. E Illa, con su flequillito bien atusado, sus gafas de Clark Kent y sus trajes encorbatados de pacífico oficinista, es el presidente catalán que está completando las «estructuras de país» que permitirán que cuando llegue el próximo arreón golpista, que un día llegará, todo esté perfectamente listo para que el barco suelte amarras.
Nos están aplicando el tocomocho del cuponazo como si fuese el medicamento que ha descrito gráficamente Borrell. Y si nos dejamos camelar por la educadísima vaselina de Illa, entonces es que todavía somos más pánfilos de lo que parece.
El cuponazo catalán es el pago a los separatistas por las poltronas que Illa y Sánchez a costa de la unidad de España y su viabilidad contable. Así de sencillo. No hay más que hablar.