Gregorio Morán_Vozpópuli

  • La paradoja de la situación política es contundente: un Presidente socialmente despreciado y en angustiosa minoría dispuesto a mantenerse a cualquier precio

Cuando Felipe González consolidaba su carrera hacia el liderazgo, mantuvo una conversación con el curtido presidente panameño Omar Torrijos de la que nunca olvidó una máxima política que el tiempo convertiría en conducta: “Si te afliges, te aflojan”. De aquí parte una arrogante tendencia que algunos dirigentes han asumido como programa y que consiste en blindarte ante la realidad porque tienes los recursos para disfrazarla a tu antojo.

El personal no es ciego ni tonto pero con el tiempo aprende a disimular, de otra manera no se entendería las adhesiones inquebrantables al presidente Sánchez de un buen puñado de representantes de la cultura mediática. Si se aflojan es para no afligirse porque de otra manera no podrían exponerse ante la opinión pública como garantes de un mentiroso procaz, que ha tenido el tiempo suficiente como para demostrar con reiteración y alevosía un cinismo inmune a la evidencia.

Al parecer no les aflige firmar un texto que sigue al pie de la letra un relato que saben no rubricarían si tuvieran que hacerlo individualmente y bajo la atenta mirada del notario de su conciencia. En otro tiempo se hacían firmas colectivas para atenuar el castigo del Poder, ahora es para disimular la responsabilidad. El rebaño egregio sabe que el Pastor y sus contratados contarán las ovejas al montón; las individualidades se destacan, son negras. Como las abuelas de antaño: “sobre todo no te signifiques”. Qué importa que la amnistía a los golpistas de Cataluña -¡aquello fue un intento de hacer saltar el sistema democrático!, no se engañen a sí mismos!- no tenga ni la amable tapadera de restaurar la estabilidad política. La negoció un habitual del delito político y secretario de Organización para conseguir 7 votos, sin tomarse la molestia de exigirles “que no volvieran a intentarlo”, y otros 7 para financiarlos singularmente. Votos reaccionarios y delincuenciales para mantener al autoproclamado Presidente “más progresista de la historia”. El exceso de celo alcanza a compararlo con don Juan Negrín, una variante estrambótica en la invención de “verdades alternativas”, cuya patente había registrado Donald Trump.

En otro tiempo se hacían firmas colectivas para atenuar el castigo del Poder, ahora es para disimular la responsabilidad

Si se alcanza ese nivel de deterioro no hay ninguna razón contundente para rechazar que los adversarios lleguen tan lejos; a menos que les neguemos la existencia. Quien ha firmado ese baldón colectivo está presuponiendo una superioridad del Poder que nos sitúa en desigualdad. Una evidencia: los que están con el Puto Amo reconocen su derecho a manejar la realidad conforme a su criterio. La forma tortuosa de no atreverse a señalar: el presidente Sánchez constituye su garantía de seguridad y nada va a cambiar mientras siga al mando. Hay que sostenerle hasta lo inverosímil, a trancazos y golpes bajos, atenuar una corrupción tan familiar y endémica como desvergonzada, a dar por reales esas “verdades alternativas” que fabrican los mil asesores a tiempo completo.  Vivir al día, sin Presupuestos; ya se arbitrarán los fondos. Todo lo estrafalario de esa humillación gremial de la inteligencia mediática se resumiría en el reproche al Puto Amo por no haber estado atento a su entorno, “crasos errores in eligendo e in vigilando”. Escrito en latín da pompa jurídica a tanto firmante con tradición rural y eclesiástica. Y al Amo le olerá a incienso.

Ninguno de los abajo firmantes está en la adolescencia; han vivido tiempos difíciles y la memoria es tan selectiva que suena inoportuno recordar cómo las formas del Poder no han variado demasiado desde aquellos infaustos XXV años de Paz (1964). Cuando se aspira a mantenerse en el Poder al precio que sea, las modalidades se parecen mucho. Volvemos a constatar la diferencia entre el discurso y la realidad. La sociedad exige poder decidir, pero eso se asemeja a la “trampa saducea” -que hubiera dicho el inolvidable Torcuato Fernández Miranda- tras la que se escondía la perversidad de los enemigos de la paz y el progreso. ¿Elecciones, para qué, si las podemos perder? Mejor aguantar y ahí va mi firma.

Esta “izquierda institucional” dice estar aterrorizada por la ofensiva de la ultraderecha en todos los frentes. No es para menos y muy especialmente si ellos constituyen un búnker protector de sus intereses más primarios. Si la democracia no sirve para una sociedad libre, la tentación del liderazgo populista es una opción tan perversa como falaz. Al final tienen más puntos de contacto Trump, Putin y el fantoche Maduro que las pendejadas a lo Zapatero haciéndose el facilitador de algo que no necesitan. El buenismo como disfraz de los lobbys de Pepiño Blanco -otro ex jefe de Organización del instrumento- acaba enzarzado en las puertas giratorias del business.

Cuando se aspira a mantenerse en el Poder al precio que sea, las modalidades se parecen mucho

La paradoja cómica de la situación política es contundente: un Presidente socialmente despreciado y en angustiosa minoría dispuesto a mantenerse al precio de arrastrar con él al país y a una sociedad atónita por desencantada. Para los adictos firmantes el que pida elecciones es un reaccionario y el que avale al Puto Amo un progresista. O cambiamos el lenguaje o cambiamos la realidad; lo que resulta tóxico consiste en mantener ambas, por mucho ingenio que le echemos “in eligendo e in vigilando”.

Para un columnista que pretende atender la realidad con las únicas herramientas de las que dispone, la coyuntura está entre lo patético y lo trágico. Los medios a su alcance son tan limitados que se contempla en la simple figura del caracol, un animalillo tan marginal hoy día que ni siquiera ocupa el lugar gastronómico que antaño tuvo -casi ha desaparecido de las cartas de los restaurantes-; exige un trato especial y un proceso de elaboración concienzuda-.

Si la democracia no sirve para una sociedad libre, la tentación del liderazgo populista es una opción tan perversa como falaz

La opción que nos ofrecen es la de camareros. Atender a la clientela, tener conciencia de la precariedad y admitir que en un país donde el turismo tiene mucho presente, y dudoso futuro, la movilidad laboral es la madre del negocio. Me confieso alérgico a las tertulias mediáticas y me mantengo abstemio de redes. Como hijo de otro siglo me cuesta imaginar la figura del influencer como referente, más allá de la pelea por entrar en el mercado de la estupidez. Pido disculpas por las referencias personales ahora que digo adiós; soy la persona con la que más trato tengo.

El caracol carece de armas de defensa; sólo le queda esos ojos en forma de cuerno y la capacidad de encerrarse en su cáscara esperando momentos mejores. Ni mirar atentamente ni protegerse en su cáscara sirven de mucho. Después de 7 años -un número con mucha historia-esta va a ser mi última entrega. Confío que haya dejado a lo largo de tantas sabatinas al menos un rastro de esa persistente huella del caracol.