- En los próximos dos años tendremos cien euros para gafas, pero seremos todos un poco más pobres, más divididos, más polarizados y, por tanto, más inclinados a votar el extremismo.
Pedro Sánchez hoy se ha tomado el café con dos papeles en la mano. Uno, el discurso que tenía preparado como resumen del curso. Y el otro, la encuesta de Sociométrica publicada en EL ESPAÑOL.
Los dos documentos resumen el curso, aunque digan exactamente lo contrario. Y los dos juntos son lo único que explica que el discurso del presidente de este lunes haya sido tan poco realista y tan agresivo.
Ha venido a hablarnos de economía, consensos y cohesión quien no ha sido capaz de aprobar en su legislatura los Presupuestos Generales del Estado.
Ha sido un discurso de fantasía e ilusión. Parecía el día de la lotería de Navidad porque cuando los socialistas hablan del Estado de Bienestar se les pone cara de niño de San Ildefonso.
Mientras el presidente combinaba datos lisérgicos con argumentos inyectados de odio contra la oposición, me lo imaginaba entonando su monólogo con el canto de los niños de la lotería. Ahí estaban todos sentados, con su papeleta electoral, cerrada y bloqueada, como un billete de lotería, esperando que les caiga el gordo.

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El bombo de la fortuna gira, las bolas saltan como las burbujas del champán que luego correrá para festejar la buena suerte. Y sale la primera bola, y Sánchez canta el tercer premio: «Ampliaaaaaación de veinteeeeee seeemaaanaaaas de bajaaaa».
Euforia, la fortuna corre, el bombo gira, se triplica la inversión pública, se viene el gordo. Vota, que te toca.
Anuncia el segundo. Una señora en primera fila se abanica. Detrás hay un hombre vestido de pingüino, dicen que da suerte arrastrarse por el suelo. Otros se frotan el boleto en el tanga colorado y se visten con luces de neón.
La mano que hace girar el bombo para. Las bolitas saltan como las cabecitas en el concierto de Juan Magán. Anuncian el segundo premio. Pedro, el niño de San Ildefonso lo canta: «Hemos incrementado la vivieeeeeeenda sociaaaaaal en un ochenta y cincooooo por cientooooooooo».
¡Premio! Alboroto. La probabilidad de que te toque es de más de uno entre 10 millones, un poco más alta de que Sánchez construya las 200.000 viviendas que había prometido.
Hoy es un día de suerte. Se viene el gordo, primer premio. Aquí va: «La humanidaaaad progresaaaaa cuando se une y hace nosequeeeeee con uuuuuuun aaaaaaguuuujeeeerooooo».
Perdón, pero no lo he entendido muy bien. Debe de ser algo muy bueno, pero no sé qué es. Pero como somos la quinta economía más sostenible del planeta, da igual, nos lo podremos permitir, paga el Estado, que para eso es cada vez más rico.
La pedrea le ha tocado a Gaza con «miiiiiiles de kiiiiilos deeeeeeeaaaa limeeentos». Y yo, esto sí, lo he celebrado de verdad, y lo hubiese gritado más alto, con todos los niños a coro, para que la bandera contra la injusticia y el genocidio sea lo que nos cohesione.
Pedro Sánchez: «Tenemos las calles más seguras, no voy a decir del mundo, pero casi»
«Medios de comunicación internacionales habla del nuevo sueño español, nos consideran el país más dinámico de Europa y destacan a España como uno de los lugares del mundo mejores para vivir» pic.twitter.com/SJ8RAwSkxc
— EL ESPAÑOL (@elespanolcom) July 28, 2025
Se ha despedido anunciando los premios para los próximos dos años. Serán dos, no les canso más.
Uno, deslizándose entre «mayorías escurridizas», impulsará una agenda de transición ecológica, que es el motor del crecimiento, la cohesión y el progreso (lea de nuevo esta última frase, que es casi literal, por favor).
La segunda, que es la única (porque efectivamente, como se habrá dado cuenta, la primera no significa absolutamente nada) será impulsar a la extrema derecha incendiando el nacionalismo, haciendo lobby chino para que nos enfrente a Trump, no haciendo nada por los inmigrantes para que la seguridad acabe siendo un problema real, y no construyendo una sola casa para que la gente se revuelva contra los especuladores.
En los próximos dos años tendremos cien euros para gafas, pero seremos todos un poco más pobres, más divididos, más polarizados y, por tanto, más inclinados a votar el extremismo.
Es la única opción, remota, de mantener con vida a Frankenstein y arreglar la encuesta con la que se le ha atragantado el café a Sánchez.
No lo sabían, pero somos la mejor economía del mundo, y lo seríamos de toda la galaxia si no fuese por la fachosfera. Qué suerte tenemos, nos ha tocado el gordo.