- El turismo en España fue una industria que casi creó Fraga como ministro de Información y Turismo con Franco. Según Sánchez ¿qué querría decir el auge espectacular del turismo en la década de 1960? ¿Era un aval de las bondades del régimen de Franco como ahora pretende que lo es de su Gobierno?
Como era previsible, el discurso de ayer de Sánchez de balance del curso fue especialmente penoso. Ni él explicó, ni nadie le preguntó la cuestión más relevante del último año: ¿Cómo es posible que las tres lanzas de la corrupción del PSOE, Ábalos, Cerdán y Koldo, se hicieran miles de kilómetros recorriendo España con él y él nunca se enterara de a qué se dedicaban los tres? ¿De qué hablaban? ¿De la Crítica de la razón pura de Kant o del Camino de perfección de Santa Teresa de Jesús?
Sánchez dedicó la mayor parte de su intervención a soltarnos una cascada de datos a una velocidad que hace casi imposible cotejar los que da y por supuesto no todos antes de terminar la comparecencia. No sé si esa verborrea puede resultar seductora para alguien que no esté ya entregado.
Después llegó el que para mí fue el momento grande de la mañana cuando nos habló del cambio climático y la transición ecológica a la que definió como «una obligación moral». Él sabrá por qué cree que sus políticas son obligación moral, pero se le vio el tafanario cuando nos dijo que votar en contra no es votar en contra el Gobierno. Es votar en contra del país. Acabáramos. No puede estar más claro. Un gobernante que dice que votar contra sus políticas es votar contra el país es un autócrata de libro. Y Sánchez lo dijo ayer ante todos los españoles. Le faltó decir, como Luis XIV, L’etat, c’est moi.
Se atribuyó los cien millones de turistas que hay previstos este año como mérito propio y dijo que «Cien millones de turistas no se pueden equivocar». Yo he ido muchos años de turista a Turquía. Considero a Erdogan un tirano y no se me ocurriría vivir allí. Son cosas diferentes. Por cierto, el turismo en España fue una industria que casi creó Fraga como ministro de Información y Turismo con Franco. Según Sánchez ¿qué querría decir el auge espectacular del turismo en la década de 1960? ¿Era un aval de las bondades del régimen de Franco como ahora pretende que lo es de su Gobierno?
Nos habló también, de pasada, de su objetivo logrado –según él– de elevar el perfil internacional de España. No tuvo pudor de ahorrarse volver a hablar del «acuerdo histórico» con el Reino Unido sobre Gibraltar. ¿Qué acuerdo? ¿Quién conoce el texto? Es todo mentira. Por ahora nos han dicho que han alcanzado un acuerdo para llegar a un acuerdo. Típica jerga diplomática. Pero no hay ningún acuerdo final. Eso a Sánchez le da igual porque ya sabemos que él cree que el uso de la mentira es legítimo. Pero sólo si es él quien la emplea.
«Voten lo que voten, los ciudadanos estarán de acuerdo sobre nuestra política exterior» Con un par. Pues va a ser que no. Pese a que Napoleonchu proclame que el peso de España en el mundo es hoy mayor que nunca en la Historia, es difícil hacer más el ridículo que con esa afirmación. Por cierto, me alegra ver («España desubicada» Diario de Mallorca 27-07-2025) que hasta Jorge Dezcallar se ha caído del caballo como Saulo.
En fin, todo fue una retahíla de medias verdades cuando no de mentiras flagrantes. «España suma y sigue y vive una de las épocas de mayor prosperidad democrática». ¿Prosperidad democrática cuando está violando sin parar la Constitución de 1978?
El Gobierno «ha mantenido una posición firme respecto al 5 por ciento en Defensa». ¿Eso que quiere decir? ¿Qué va a cumplir lo que firmó con sus socios de la OTAN o que va a hacer lo que dijo en España y no pagará lo que le piden y se ha comprometido?
En su infinita verborrea, Sánchez citó un artículo de The Economist del año pasado en el que se hacía un elogio razonable de la gestión económica. Hubiera sido más adecuado citar el de The Economist de esta semana. Título: «Pedro Sánchez lucha por su supervivencia política» Subtítulo: «Sacudido por la corrupción, el presidente del Gobierno español está a merced de sus caprichosos aliados».
Y, por último, por no aburrirles, decir que «hemos ganado el 86 por ciento de las votaciones» fue verdaderamente hilarante. Si no se presenta prácticamente ningún proyecto de ley y cuando se presenta uno y saben que lo van a perder, lo retiran, el porcentaje de éxito es necesariamente muy alto. Pero esto es como cuando las estadísticas te dicen que, si tú tienes dos coches y yo no tengo ninguno, tenemos uno cada uno. ¿Cuántos presupuestos ha sacado adelante? Ninguno. Pues ese es su éxito democrático.