Gorka Maneiro-Vozpópuli
El PSOE logra sus dos únicos objetivos: el PP no gobierna y Sánchez ocupa la Moncloa
Pedro Sánchez compareció ayer ante los medios para seguir mintiéndonos, en este caso, para, a través de una pantomima y una performance con motivo de haber llegado vivo a la mitad de la legislatura, explicarnos las bondades de su desgobierno, de las cuales no nos hemos enterado la mayoría de los ciudadanos. Los que sí pueden celebrar la efeméride son Arnaldo Otegi, Gabriel Rufián, Aitor Esteban o Yolanda Díaz, los nuevos prebostes con mando en plaza de los que dependen las decisiones políticas que nos afectan a los españolitos corrientes y molientes, seamos de izquierdas o de derechas, hartos de tanto descaro y desvergüenza. Otros que están de enhorabuena son los afiliados y cargos socialistas que han logrado un cargo o han ascendido en el escalafón político gracias a sus méritos, que pueden resumirse en uno: decir «sí, bwana» a sus jefes y, en particular, a su jefe supremo, que sigue anclado a la Moncloa como si le fuese la vida en ello. O los políticos nacionalistas e independentistas que ven más cercanos sus objetivos políticos y, mientras tanto, van logrando nuevas prebendas para satisfacer sus egos y sus estómagos agradecidos.
Pudigdemont y otros indeseables, por su parte, siguen esperando el premio gordo antes de que el sanchismo se vaya definitivamente por el desagüe: por un lado, la impunidad; por otro lado, un referéndum de autodeterminación que les abra la puerta de la independencia. Es, ahora mismo, cuestión de tiempo. Y todo ello gracias a Sánchez y su cohorte de conmilitones, ministros incluidos. Es imposible que a quien le preocupe de verdad España y el bienestar presente y futuro de sus ciudadanos, pueda sentirse mínimamente satisfecho; lo normal es encontrarse escandalizado, aunque tantos escándalos continuados hagan olvidarnos o no tener conciencia del tamaño del estropicio perpetrado por el PSOE contra la democracia española durante estos siete años de gobierno.
La cuestión de confianza que algunos reclaman ya tiene respuesta precisa día a día en el Congreso de los Diputados, y esta es que sus socios, en la práctica, lo han abandonado, por mucho que sigan dispuestos a esperar un tiempo más para aprovecharse de su cadáver
Sánchez tendría que haber comparecido (y no ayer sino mucho antes) pero para anunciar su dimisión irrevocable y la convocatoria de nuevas elecciones. Hay motivos de peso suficientes pero tres razones objetivas que serían definitivas si fuera un demócrata con todas las letras: una, carece de los apoyos parlamentarios que le sirvieron para ser elegido presidente del Gobierno de España; dos, no sólo no es capaz de aprobar los presupuestos generales del Estado sino que ni siquiera los presenta; y tres, de los dos últimos secretarios de organización del PSOE y manos derechas sucesivas de Sánchez, Santos Cerdán y José Luis Ábalos, uno está en prisión y otro va camino de tener un futuro igual de negro.
Estas tres razones son más que suficientes para disolver las Cortes y convocar elecciones: por un lado, porque la cuestión de confianza que algunos reclaman ya tiene respuesta precisa día a día en el Congreso de los Diputados, y esta es que sus socios, en la práctica, lo han abandonado, por mucho que sigan dispuestos a esperar un tiempo más para aprovecharse de su cadáver; por otro lado, porque la tercera de las razones lo obliga ineludiblemente a dar por finalizada la legislatura, ya que él es responsable in vigilando e in eligendo de los actos delictivos de sus dos principales colaboradores que están o van a acabar en la cárcel. Desde luego, hay otras razones políticas que algunos consideramos suficientes para pedir que Sánchez dimita, por ejemplo, la ley de amnistía, la mayor de las corrupciones, y un carrusel incontable de mentiras; pero las tres descritas más arriba son las que históricamente han sido admitidas en la práctica política de nuestro entorno como formalmente definitivas para dimitir y convocar elecciones.
Seguirá cediendo lo que sea necesario a todos sus socios, lo cual ha dañado hasta ahora nuestro Estado de Derecho, y, en el futuro, de alargarse esta agonía, podría suponer en la práctica el fin del Estado del que somos ciudadanos,
Sin embargo, aunque políticamente herido y físicamente demacrado, víctima de sí mismo, Sánchez sigue vivo. Y resiste, aunque quizás por poco tiempo. Y permanece en la poltrona. Y ello porque no puede someterse a una cuestión de confianza por si la pierde, ni puede convocar elecciones porque las perdería. Así que prefiere resistir, ganar tiempo y tratar de agotar la legislatura; al fin y al cabo, la política es tan impredecible que cualquier suceso disruptivo pudiera cambiar las tornas, que el pueblo olvidara sus desmanes y que incluso tuviera chance para tratar de permanecer en Moncloa. Algo así es a lo que él pretende agarrarse. Su último clavo ardiendo. Mientras tanto, seguirá cediendo lo que sea necesario a todos sus socios, lo cual ha dañado hasta ahora nuestro Estado de Derecho, y, en el futuro, de alargarse esta agonía, podría suponer en la práctica el fin del Estado del que somos ciudadanos, con las gravísimas consecuencias que ello tendría para todos.
Suavizar sus heridas
De momento, los socialistas se agarran como pueden al caso Montoro, e insisten en que, a diferencia de la suya, la corrupción del PP era sistémica y sistemática. Son, hay que reconocerlo, unos artistas elaborando argumentos falaces y confeccionando expresiones pegadizas que luego repetirán sus mandados, como la típica e infumable canción de verano. Desde luego, ni una cosa justifica la otra ni ambos casos son comparables y todas las corrupciones son odiosas; sin embargo, hay cierto runrún que repite que «todos los políticos son iguales», «ambos son igual de corruptos» o «es igual votar a estos que a los otros». Yo lo he oído estos días. No creo que el caso Montoro salve a Sánchez de la quema, pero le ha dado cierto aire para, si no sanar, al menos, suavizar sus heridas; y, sobre todo, le ha servido para confundir a la opinión pública y despistar a un cierto número de ciudadanos, de esos que todavía dudan, como si no hubiéramos tenido bastante. Porque, al fin y al cabo, tantos casos de corrupción política y económica no se suman sino que se solapan, por lo que, en este punto, comparar a unos con otros beneficia electoralmente al PSOE, que era el que estaba hundido y ahora atisba una oportunidad de recuperarse, aunque sea improbable y lejana.
Es cierto que, tal como expresan las encuestas, el PSOE sigue hundido, cerca de los cien escaños y bajando, pero a algo tienen que agarrarse los náufragos. Y Sánchez, aunque políticamente herido y físicamente demacrado, sigue vivo. Y tras el caso Montoro, ahora llegan las vacaciones, lo cual es una bocanada de oxígeno hasta que llegue septiembre y todo siga empeorando. Hemos atravesado el peor año de Sánchez y padecido la peor legislatura de la democracia. Pero el PSOE logra sus dos únicos objetivos: el PP no gobierna y Sánchez ocupa la Moncloa. Todo lo demás que diga es irrelevante o es mentira.