Editorial-El Correo

  • Un Gobierno que llegó a La Moncloa sobre la justificación de la lucha contra la corrupción no puede edulcorar el crítico informe del Greco

El último informe del Greco, el Grupo de Estados contra la Corrupción del Consejo de Europa, es lo suficientemente exigente con el Gobierno como para que este no pueda ni deba edulcorarlo. La sola constatación de que el Ejecutivo no ha cumplido íntegramente ninguna de las 19 recomendaciones que el organismo formuló para España en 2019 impide la lectura entre complaciente y evasiva con que el Ministerio de Justicia intenta presentar el vaso del dictamen como medio lleno. Los déficits que arrastra el país -y los poderes que lo encarnan- en la lucha contra los ilícitos que socavan el bien común se suceden en el bipartidismo gobernante en estas cuatro décadas de democracia.

Pero Pedro Sánchez y sus ministros contrajeron un mandato singular porque fue el combate contra la corrupción el detonante de la moción de censura que llevó en 2018 al líder socialista a La Moncloa; con el agravante de que el defensor del argumentario para desalojar a Mariano Rajoy fue José Luis Ábalos, imputado hoy junto a su sucesor en la secretaría de Organización del PSOE, Santos Cerdán, por una presunta trama cimentada sobre el esquema recurrente de la corrupción en España: mordidas en adjudicaciones amañadas de obra pública.

Cuando el Greco reprueba la falta de determinación del Gobierno en el control de los altos cargos, además de la Policía y la Guardia Civil, remite a casuísticas como la del ex ministro de Transportes. Como la referencia a la necesidad de regular los ‘lobbies’ apunta inevitablemente a las sospechas que pesan sobre el también exministro, este de Hacienda, Cristóbal Montoro, señalando por extensión al PP. Lo que compromete a Alberto Núñez Feijóo a ejecutar, si llega a la presidencia, lo que él mismo prevé en este terreno en su plan de regeneración democrática e institucional.

Sánchez anunció en el pleno monográfico sobre la corrupción del 9 de julio un paquete de 15 medidas que está más llamado a aplicar, si cabe, tras el dictamen del Consejo de Europa, pese a que los expertos no aprecien en él reformas que no estén pendientes ya. La credibilidad del presidente se encuentra maltrecha y no solo por lo más grave, el ‘caso Cerdán-Ábalos-Koldo’. También por permitir el intento de aforamiento exprés de su barón extremeño, Miguel Ángel Gallardo, en la causa por la que su hermano, David Sánchez, está al borde del banquillo.