José Antonio Gómez Marín-Vozpópuli

  • Esas señorías defraudadoras tienen ya asegurada la pensión máxima y, mientras dure la función, dietas y billete gratis en primera clase.

Fin de fiesta en el ecuador de la legislatura. Se celebra el inesperado festival de los currículos fake en competencia con la farsa aristofánica de esa mater dolorosa asilada en el Instituto de la mujer con las bendiciones del propio Gobierno. Una vez más hay que decir del tema que no es novedad alguna sino previsible consecuencia en la era del Dr. Sánchez y Sra., dicho sea para no enzarzarnos con los de Pachi López o de ese musteriense pucelano que ha conseguido emular, sólo que invertido, el récord de Mussolini al retrasar masivamente los trenes. Pero decía que eso de los historiales falsos no es nuevo, porque la verdad es que haberlos, los hubo siempre.

Una vez en Buenos Aires me contó un colega que en Argentina la falsificación de títulos era algo habitual. Se les llamaba “títulos truchos” y parecer ser que se estimaba al menos en un tercio de los ostentados. Pero no hay que irse tan lejos. Aquí mismo, en la España cañí, tampoco han faltado nunca los camelistas. ¡Hasta curas falsos hay ya de vez en cuando, aunque el sociólogo no ha de extrañarse conociendo como conoce el vértigo de la secularización que viven nuestras sociedades. ¿Cómo rechazar al “padre” que llega ofreciendo sus servicios a una diócesis, cuando en Galicia, como en tantas regiones españolas, hay curas que, quemando caucho en la motillo o en el coche de segúnda mano, llegan a celebrar cuatro y hasta cinco misas al día? A ver qué quieren que haga el pobre obispo. Pues eso.

Al cabo, unos farsantes

Durante mi participación marginal en un grupo de teatro independiente madrileño hube de asistir a la ceremonia de multiplicar un título universitario auténtico para legitimar a sus miembros con  tal de cobrar cierta subvención que, de mala gana, todo hay que decirlo, concedía un Ministerio de Cultura hoy en tan malas manos. Y se cobró, palabra. Para que vean cómo en régimen de rigurosa censura se conciliaba el rigor con el proselitismo. Se lo conté un día a Boadella y recuerdo que me dejó sentado con siete palabras: “Al fin y al cabo eran farsantes, ¿no?”, me dijo. Más difícil todavía: ha habido hasta médicos legos. Que ya hay que tenerla dura para andar doctoreándose sin cortarse un pelo frente al personal en una consulta.

Y ahora los políticos. De todo hay en esa viña del señor (Sánchez) tanto como en el cortijo de enfrente pero lo que sorprende es que broten de repente como setas en una y otra parte. Es que a un elegido por el pueblo no le van a exigir en el Congreso que demuestre sus méritos, basta con que los alegue muy serio/a, se defienden en la Cámara Baja, ¡y tan baja! Se dice, en fin, o al menos se estima que su número debe de ser considerable porque se sabe que, en Internet, un título se vende, a lo mejor, en quinientos o seiscientos euros, o ante la noticia incluso  sanitarios y psicólogos se cuelan en las bolsas de empleo acreditándose en falso. ¡Calculen!

Que Pachi López haya presidido nada menos que el Congreso con su bachiller raspado lo dice todo, pero no ha de resultar extraño a la sombra de un presidente como el suyo que hizo el paseíllo sin desmonterarse y con una tesis fraudulenta en la taleguilla

Bueno, ya se verá lo que sea (me refiero al montante del fraude), aparte de que no van a faltar chismes nuevos este verano para luego ir eclipsándose entre ellos. ¿O es que esas criaturas de segundo o de tercer nivel van a ser menos que el premier y los ministros reos de su mismo delito? Que Pachi López haya presidido nada menos que el Congreso con su bachiller raspado lo dice todo, pero no ha de resultar extraño a la sombra de un presidente como el suyo que hizo el paseíllo sin desmonterarse y con una tesis fraudulenta en la taleguilla. Y no es titulitis, créanme, porque en ese hemiciclo ha habido en todas las épocas políticos respetables junto a sinvergüenzas de todos los colores, pero una cosa es lo de Carrillo cuando volvió del exilio titulándose “pintor plástico” y otra muy distinta lo de esta patulea de falsarios que, aprovechando los trenes baratos, se autotitulan a lo grande, en ocasiones en varias dignidades. Ahí tiene a la última del PP que se atribuyó creo que fueron tres grados, licenciaturas o como ahora se diga, o al “comisionado” por el Gobierno para el arreglo de la dana –¡al fin, dimitido!–que asoló Valencia acreditado con un título inexistente todavía cuando se fabricó, por no hablar del “máster” de pacotilla del que se enorgullece el ministro Puente.

Presidente plagiador y señora

En otro pseudomedio, un misterioso y desternillante Tadeu –al que creo reconocer trasparentado en el espejo de la memoria—ha escrito algo antológico: “En la era de Internet se sabe casi todo, aunque muchas veces es mentira”. Vean lo sencillamente que se puede desentrañar esta patraña tan asombrosa como previsible que es lo que le faltaba a nuestra desacreditada “clase política”: resulta que esos fraudes no serían sino un efecto no deseado de las prodigiosas tecnologías que nos invaden. Un presidente plagiador no es mejor ni peor ejemplo que el de la “catedrática extraordinaria” con quien el Uno comparte su vida. Así de elemental. Y seguir con la matraca estratégica de las acusaciones mutuas no es más que echar más agua al fango. ¿Que hemos tocado fondo? Tampoco es eso, probablemente, teniendo en cuenta el corolario fácilmente deducible de la ley de Murphy de que todo lo malo puede empeorar. Incluso Sánchez –o incluso Zapatero, que parece que es el bululú en ese guiñol— pueden degenerar todavía, no lo permita Dios. De todas maneras, esas señorías defraudadoras tienen ya asegurada la pensión máxima y, mientras dure la función, dietas y billete gratis en primera clase. A ver qué más da saber cuántos camelistas faltan por desenmascarar. Como nos empeñemos inocentes en semejante porfía quien sabe si el templo se nos caerá encima como se le cayó a Sansón el nazareo.