- En la sociedad pésima, sucede que los gobernantes siguen hablando, haciendo declaraciones, dando ruedas de prensa. Lógicamente, no piensan en la parte del público que los valora en su justa medida, que sabe lo que son: nada
Hay que ser ministra de Educación de Sánchez para estar tan equivocada en materia de educación. Llegados a este grado de podredumbre intelectual y moral en el Gobierno, nos queda como consuelo una triste ventaja sobre otros contextos históricos: la ventaja de saber que esta es la era de los pésimos. Es la meta de una carrera en el sentido contrario de lo que ordenan la virtud aristotélica, la razón razonable del olvidado Marzal, y aun el sentido común de un gestor antiguo. Cuando la buena gente conocía el valor acumulativo, obtenía resultados a base de un esfuerzo bien administrado haciendo cosas que otros querían. Los jueces estaban para que sus intercambios respondieran a lo acordado, y la Policía para proteger la vida, la integridad y el patrimonio de todos. No para amenazar a disidentes. Aquella sociedad no tan lejana (yo la recuerdo) se fue transformando, pareciendo al principio que los cambios eran enriquecedores, incluso liberadores. Cuando tenga tiempo y ganas, abordaré la descripción de ese tránsito hasta lo que ahora hay: meritocracia inversa, premio para los que violan la ley (sobre todo si han usado la violencia) y castigo para los cumplidores que se han esforzado.
Es lo de los dos gemelos: uno estudia, enfoca bien su vida, apenas distingue el trabajo del ocio porque escogió el campo que le fascinaba. Su hermano se inventa los títulos académicos que no se ganó; sabe que en su ambiente, un partido político tradicional, es algo habitual. Ha visto cómo sin título se llega a ministro de Cultura, como Iceta. Ha visto cómo pillar al mismísimo presidente en un plagio de tesis doctoral no tiene consecuencias, salvo para los que investigan y denuncian, candidatos a linchamiento mediático y a una paralela de Hacienda. Este gemelo no se puede quejar de lo obtenido sin esfuerzo, aunque en la soledad de la noche lamenta no tener una pasión. Qué sé yo, la arqueología, la ornitología. Como convencido socialista (digámoslo ya) quiere impuestos muy altos. Es un estúpido en la acepción de Cipolla: él pagará algo más, pero su gemelo, ja, tendrá que soltar al fisco un pastón. Ello le complace porque, insisto, es un estúpido de Cipolla. O un envidioso de Dante al que coserán los ojos con alambre.
Al final está la sociedad infernal: la de los pésimos. Al invertirse la meritocracia, es el peor —¡no el simplemente malo!— el que obtiene los mayores reconocimientos. De ahí que Pilar Alegría haya visto reconocida su falta absoluta de valía en materia educativa con el Ministerio de Educación. En la sociedad pésima, sucede que los gobernantes siguen hablando, haciendo declaraciones, dando ruedas de prensa. Lógicamente, no piensan en la parte del público que los valora en su justa medida, que sabe lo que son: nada. De ahí que Alegría, con gran ídem, descarte el valor de «la acumulación de contenidos» dado que la IA «es una realidad». Así que ya sabéis, jóvenes disconformes con la sociedad pésima: lo meritorio es acumular contenidos.