Carlos Souto-Vozpópuli

  • El bipartidismo estará muerto, pero el país sigue dividido en dos: los escarlatas y los de azul y verde

Durante el verano, los españoles juegan otro partido. Cada cual el suyo. Pero también uno colectivo, que atraviesa lo político y lo institucional. Años atrás, el partido del verano se repetía con una liturgia predecible: playas con ocupación completa, centros turísticos distribuidos según clases sociales, el influjo puntual de algún turismo extranjero con ganas de flamenco, jamón y juerga, y la desconexión casi absoluta de la esfera política.

Este año no. Este año la política española juega el Partido del Verano, con mayúsculas.

Las tribunas las ocupa un público polarizado que no necesita ni pantalla gigante ni narrador. Cada uno ya eligió su lado. El bipartidismo estará muerto, pero el país sigue dividido en dos: los escarlatas y los de azul y verde. El resto son equipos de otro deporte; muy pequeños en tamaño y calidad, aunque sostengan de momento el concepto de liga y simulen ser ultras de los tonos carmesí.

Entonces, primero lo primero: el reglamento. El partido del verano español se juega con normas flexibles, variables, interpretativas. El VAR depende del BOE. Los árbitros están designados por decreto. El presidente deportivo hace negocios con algún jugador profesional en activo, que también firma pelotas, camisetas y contratos millonarios. La analogía es obvia: las reglas del partido estival se parecen mucho a las del juego político real.

Pedro Sánchez. El falso nueve. A veces aparece por la izquierda, otras por el centro, muchas veces por sorpresa. Le da igual. Es un jugador de maniobra. Tiene gol, pero sobre todo tiene resistencia

Ahora pasemos a las alineaciones. A la izquierda tenemos al equipo bermellón.

En la portería, sin dudas, tiene que estar Santos Cerdán. Porque el arco no es una discoteca: es un lugar donde hay que revolcarse por la pelota, mancharse, ensuciarse, ponerse en el lugar difícil. Si el arco fuera una barra VIP, pondríamos a Koldo. Pero esto va de sudor, y ahí Santos ataja todo. El tiro de Puigdemont…menudo paradón, por ejemplo.

Por la izquierda, claro, defiende Koldo. Con él allí, la pelota podrá pasar, pero el hombre no. Al menos no sin factura. Además, ha demostrado que puede pasar al ataque en cualquier momento.

En la defensa central, el fiscal general del Estado. Pone el pecho, tampoco tiene mucho más que poner.

Completando la zaga central, aparece Oscar Puente, que va más a la pierna que al balón. No habla, pero grita y las protesta todas. Casi todo le sale mal, pero sigue ahí.  Porque no marca, pero deja marca. Por derecha, una defensora emblemática de todo tipo de ataque, Irene Montero.

En el mediocampo, Bolaños. Polivalente (el dice ‘trasversal’), discute con el árbitro, pide la hora y a veces hasta la prórroga. A su lado, Marlaska, el mediocentro de contención que nadie elige, pero que siempre está.

En la delantera, por supuesto, Pedro Sánchez. El falso nueve. A veces aparece por la izquierda, otras por el centro, muchas veces por sorpresa. Le da igual. Es un jugador de maniobra. Tiene gol, pero sobre todo tiene resistencia. Lo acompaña en punta José Luis Ábalos, que juega por alto y por bajo, aunque ahora entrando como revulsivo desde el banquillo del Congreso.

Salen al campo con una equipación completa en color fuego apasionado puro y duro, sin tan siquiera el escudo del club, que parece que no está muy de acuerdo con esta formación actual.

Feijóo detiene balones difíciles, pero no organiza la defensa. Tiene reflejos, pero le cuesta sacar largo. Es un portero bregado en lluvia, que ahora tapa bajo el sol de Madrid.

Del otro lado, tenemos al equipo azul y verde. Imagine usted mismo el diseño de la camiseta que quiera, con estos dos colores.

En la portería, encontramos a Alberto Núñez Feijóo. Seguro, aunque algo estático. Detiene balones difíciles, pero no organiza la defensa. Tiene reflejos, pero le cuesta sacar largo. Es un portero bregado en lluvia, que ahora tapa bajo el sol de Madrid.

En la defensa, la incorporación de Cayetana Álvarez de Toledo por la derecha y Elías Bendodo por la izquierda. Cayetana es la creadora de juego y Elías las corre todas.  Los centrales: Bonilla y Aznar. Una zaga con energía y experiencia.

En el medio, Gamarra Tellado. Juegan corto, tocan de primera, pero no pisan el área. En el ataque Ayuso, típica nueve de área, siempre vertical y a espaldas de los centrales. Santiago Abascal juega libre: entra y sale, aparece y desaparece, como un delantero estelar. Si hay que pegar, pega. Si hay que hablar, grita.

En esa parte del equipo, hay rotación. Tiene sus minutos Fuster en la función de cinco clásico, tipo Busquets. Figaredo entra con frecuencia en el medio campo también, cambiando de frente con rapidez, parecido a lo que hace Pedri en el Barca. Garriga, que toca y pica al vacío, un multifunción en una zona del campo muy difícil.

Sobran suplentes

Ni hablar de los banquillos de estos equipos, que están atiborrados de aspirantes deseosos de participar. Son los que entran y salen constantemente. Sobran suplentes en ambos bandos.

¿El resultado? Imposible saberlo. Algunos dicen que se define en septiembre. Otros, que ya está todo pactado desde junio. Pero lo cierto es que se sigue jugando.

Porque en este partido seguramente habrá una prórroga que el equipo colorado defiende a capa y espada, quieren definir esto con algún gol de esos de VAR, escandalosos, antes que la cosa llegue a penales. Penales pendientes a los que no quieren llegar porque llevarían a terminar este partido con el resultado de unas nuevas elecciones anticipadas. En cualquier caso, nadie ha pitado el final. Ni lo va a pitar. Porque visto lo visto, este partido se juega sin árbitro.