Rebeca Argudo-ABC
- Su «ellos más» implica un «nosotros también»
Que nunca fue el qué sino el quién es cosa sabida. Pero la realidad, que es tozuda y tiene un peculiar sentido del humor, se empeña en evidenciarlo una y otra vez y no da tregua. Así, si el ministro de Transportes, Óscar Puente, se empecina en señalar en redes (ya saben de su faceta de cibertroll) a una diputada de la oposición por falsear su currículum hasta que dimite (y bien dimitida), en dos días les toca a varios miembros del PSOE rectificar los suyos, medio disimulando, y le dimite el presidente del partido en Valencia por falsificar un título universitario (el mismo título que le permitió acceder a un puesto público). Y si se monta un cirio hoy porque Isabel Díaz Ayuso pasa unos días de asueto en un chalet propiedad de la Comunidad de Madrid, mañana Pedro Sánchez se instala 23 días con toda la familia y una selecta recua de aduladores en La Mareta, propiedad del Estado. Así podría seguir, enumerando casos especulares, hasta fundirme media columna: si el hermano de Ayuso fue investigado por cobrar comisiones en contratos de compraventa de mascarillas durante la pandemia (se archivó finalmente), el hermano de Sánchez está acusado de los delitos de tráfico de influencias, prevaricación y nombramiento ilegal; si el novio de Ayuso parece haber cometido fraude fiscal, la mujer de Sánchez parece haber cometido tráfico de influencias, corrupción en los negocios, apropiación indebida e intrusismo profesional; si Mazón debería haber dimitido (o ser cesado) por su gestión de la riada de Paiporta, Grande-Marlaska debería haber dimitido (o ser cesado) como responsable de la gestión de emergencias a nivel nacional a través de la Dirección General de Protección Civil y Emergencias, cuya responsabilidad recae en el Ministerio del Interior; si Hazte Oír cuelga una lona delante del Congreso con la imagen de Sánchez y la palabra corrupto, le cae una demanda y es inaceptable difamación; si despliega una Podemos con la de un ciudadano anónimo (el hermano de Ayuso) durante una campaña electoral, es movilización justa y necesaria. ¿Sigo? La única diferencia es la existencia de una escolanía mediática, de envidiable sincronía coreográfica, que, de manera más o menos sofisticada (según los dones que adorna a cada cual, que en algunos casos son más, digamos, sicalípticos que intelectuales), roznarán las virtudes del acto cuando quien lo perpetra es esa izquierda moralmente intachable que nos gobierna. Y, de hacerlo otros, bramarán, todos a una, ese «ellos más» que tan bien les suena (obviando que todo «ellos más» implica, invariablemente, un «nosotros también»). Por eso el tan llevado y traído ‘lawfare’ solo opera en un sentido: si les da la razón, es la Justicia funcionando a todo lo que da la maquina; si no lo hace, es ‘lawfare’ y Justicia androcéntrica, conservadora y patriarcal. Y si se señala el atropello, con mejores o peores modos, en un caso es libertad de expresión y necesaria exposición del atropello y, en el otro, inaceptable utilización de la familia para dañar en lo personal. ¿Adivinan en que caso es una cosa y en qué caso la otra? Por lo que sea.