- Fue un valiente que ya agonizando por un cáncer seguía defendiendo el principio de la igualdad de todos los españoles mientras su partido le ponía cara de asco
No le queda ni una pizca de decoro. Todo le da igual. Y aunque ya lo conocemos, incluso más de lo que desearíamos, todavía nos asombra su desparpajo absoluto a la hora de mentir.
«Recibimos con gran pesar la noticia del fallecimiento de Javier Lambán. Su trayectoria y compromiso dejan una huella imborrable». ¿Y quién firma estas sentidas palabras? El recluso vacacional de La Mareta, el mismo personaje que lo ponía a parir en privado y lo detestaba. No lo tragaba por una razón evidente: el aragonés Francisco Javier Lambán Montañés, que se ha muerto a unos días de cumplir 68 años por un duro cáncer de colon, representaba todo lo contrario a Sánchez, pues se daba la singularidad de que era un hombre de principios y se mostraba leal a ellos. Ponía a España por delante, y eso en el PSOE sanchista se ve como una patología.
Lambán fue un valiente, que demacrado, ya agonizando, continuaba defendiendo con sus últimas fuerzas un principio elemental: la igualdad de todos los españoles. En julio, solo un mes antes de morir, todavía aprovechaba su último aliento para denunciar por escrito que el cuponazo separatista catalán «acaba con la igualdad y la solidaridad entre españoles» y «rompe la Hacienda común», por lo que supone «un paso de gigante hacia la soberanía plena de Cataluña». Y por supuesto tenía razón, igual que cuando había criticado con dureza los indultos, la amnistía y el entreguismo interesado de Sánchez al separatismo catalán.
Su partido le hará ahora una despedida pamplinera, hipócrita. No es siquiera descartable que Pili Alegría, que le asestó la puñalada política final para complacer a Sánchez, se deje ver compungida en las honras fúnebres. Cinismo absoluto. Le hicieron el vacío. Lo despreciaron. Lo trataron como si fuese un reaccionario excéntrico, pues se atrevía decir lo evidente, que el rey estaba desnudo. Mientras él denunciaba la demoledora realidad del sanchismo, una cúpula de mediocres enamorados de sus cargos y prebendas asentían ante todos los desafueros del gran jefe, aún sabiendo a ciencia cierta que lo eran (ay Margarita, ay Marlaska, jueces de profesión aplaudiendo el pisoteo manifiesto de la Constitución y aceptando el argumentario del separatismo golpista catalán y del partido de ETA, la banda terrorista que un día habíais combatido).
Page y Lambán, solo ellos. Con sus límites y humanos defectos, sí, pero solo ellos. Los dos únicos cargos de peso del PSOE que tuvieron la honradez de decir «no» entre un océano de pelotas, cobardes y mediocres, muchos carentes de pasado alguno más allá de chupar de la política.
Adiós a Javier Lambán, un político que era doctor en Historia y había trabajado fuera de la vida pública (otra rareza). Se habrá marchado con el consuelo del deber cumplido. Su familia y amigos pueden sentirse orgullosos de él, que ya descansa en la paz de Dios.
La historia reciente de España habría sido muy diferente con más personas en el PSOE con lo que hay que tener: honradez intelectual y moral, y valor. Pero pensándolo bien, casi lo más insólito era que un estudioso con las ideas de Lambán formase parte de un partido con una trayectoria tan infame como la del PSOE: traición a la Segunda República con la Revolución de Asturias, apoyo a la proclamación independentista de Companys, corrupción a gogó y terrorismo de Estado en el felipismo, récord de robo de dinero público con los ERE, y ya como degradación final, el guerracivilismo de Zapatero y Sánchez y su alianza con los más manifiestos enemigos de España.
En realidad es imposible regenerar el PSOE. Imagino que hubo un momento en que el honrado Lambán llegó también a esa conclusión e hizo lo que debía hacer: primero, España, y luego, el partido. Un patriota, algo que nuestra izquierda ya no admite.