Iñaki Ezkerra-El Correo
La contienda del 36 estuvo marcada por una intensa e insólita actividad sexual. Lo explica Fernando Ballano en un amenísimo y documentado ensayo que acaba de aterrizar en las librerías: ‘Amor y sexo en la Guerra Civil’ (Ed. Arzalia). «Nos han vendido mucha épica por uno y otro lado», sentencia este historiador que lleva años contándonos aquella guerra de otro modo a como lo hacen la mayoría de sus colegas o los hagiógrafos de uno y otro bando. No todo fueron bombas y tiros, izquierda y derecha, ideología u odio al adversario. Hubo también amor y placer desbocado. El ambiente bélico favoreció las aventuras eróticas y las desventuras con olor a cuerno quemado, los flechazos y las infidelidades, las bodas y hasta las bigamias.
Ballano ya publicó en 2021, y en la misma editorial, otro magnífico libro que rompía los estereotipos sobre la Guerra Civil y que revelaba una realidad que iba más lejos de la clave dramática: ‘Tierra de nadie’. En aquellas páginas nos contó cómo la comunicación fue una constante entre los soldados de los dos bandos para jugar partidos de fútbol y compartir paellas, canciones o cigarrillos. Sobre estos últimos nos explicó un curioso fenómeno: el tabaco se hallaba en la zona nacional (en Canarias) y el papel en la zona republicana (en Alcoy), pero, misteriosamente, aquella España en guerra siguió fumando. El misterio, lógicamente, no era tal: residía en las treguas extraoficiales entre los españoles de un lado y otro.
Lo que Fernando Ballano nos cuenta ahora es otra parte amable de la tragedia que la vuelve a acercar a la tragicomedia. Hubo hombres que se casaron dos veces: los bígamos y los que lo habían hecho por lo civil, pero a los que se obligó a ratificar su unión por la Iglesia. Y hubo mujeres a la caza de un cadete o de un miliciano que les dejara una pensión si caía en el frente. La clave de ambos libros, que recomiendo, nos la da Ballano en el más reciente de ellos: «La gente quería vivir y disfrutar. A la mayoría no le gustaba ninguno de los dos bandos, pero había que tomar partido o te partían la cara ambos». Creo que es bueno recordarlo en tiempo de paz para tomar partido con convicción por lo que de verdad importa en la vida.